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domingo, 8 de febrero de 2015

POESÍAS COMPLETAS I. Marqués de Santillana

Si exceptuamos a Cervantes, quizás también Lope de Vega y alguna obra famosa de la picaresca, nuestros clásicos son en general los grandes olvidados de los lectores españoles, más interesados en la actualidad editorial que en las joyas de nuestro pasado literario. Para muchos de nosotros son sólo nombres de autores remotos y algunas de sus obras, memorizadas en el también lejano periodo de nuestra formación secundaria. Y sin embargo, aún admitiendo las dificultades inherentes a la lectura de los clásicos, es necesario destacar la importancia de su conocimiento si no queremos quedar aislados  de nuestro pasado, en suma de las raíces que dan sentido y nutren nuestro pensamiento y cultura actual.
         Yo suelo encontrar a los clásicos españoles por casualidad, en mercadillos de libros de ocasión, restos aislados y a veces incompletos de colecciones que no se vendieron bien, en ediciones de bolsillo pero, eso sí, magníficamente comentadas y anotadas por académicos de prestigio, productos de las pocas editoriales especializadas que afortunadamente aún se interesan por los clásicos a pesar de la crisis y el minoritario público lector. Así tropecé con estas Poesías completas del Marqués de Santillana; incompletas y reducidas a la mitad de su obra, la recopilada en el tomo I. Por tratarse de restos de serie, acepté la ausencia del tomo II y me dije aquello de  “como muestra bien vale un botón”, e incluso algo más, media botonadura del  refinado traje poético del marqués.
         Iñigo López de Mendoza (1398-1458) fue un notable exponente de su época. Perteneciente a una poderosa familia de la nobleza vasca, disponía de numerosos feudos y estuvo muy implicado en la política castellana y en la  del  reino de Aragón durante el reinado de Alfonso V. Como guerrero participó en las luchas dinásticas de Castilla. Hábil cortesano, fue uno de los responsables de la caída en desgracia de Álvaro de Luna, valido de Juan II de Trastámara, y como premio a su ayuda este rey añadió el Marquesado de Santillana a sus otros muchos títulos nobiliarios. Fue  también un hombre culto, siempre rodeado de eruditos  y se relacionó con las principales figuras literarias de su tiempo. Como escritor y poeta representa la transición entre la vieja tradición medieval y los nuevos aires del humanismo italiano. Conoció y admiró la obra de Dante Alighieri, Petrarca y Boccaccio y en algunas de sus composiciones los imitó, siempre con reconocida modestia de su inferioridad frente a esos grandes maestros renacentistas. En su juventud escribió poesía lúdica y galante y en su madurez destacó más en la retórica, elegíaca, y de carácter moralizante. En la primera fase se reconoce la influencia de la tradición lírica popular castellana en las serranillas, y del amor cortés tan típico de la poesía trovadoresca provenzal en las canciones y dezires. En la segunda predominan el gusto por los clásicos y la mitología grecolatina y  el soneto como estrofa típica del Renacimiento.
         En todo caso, el Marqués de Santillana ha pasado a la historia por las serranillas. Se trata de una composición lírica en versos de arte menor, es decir octosílabos o menos, que narran el encuentro entre un caballero y una serrana o pastora en  sierras y pasos fronterizos. El primero intenta seducirla mediante requiebros y la segunda accede a sus deseos o los rechaza. Las de Santillana tienen una clara influencia de las pastorelas provenzales en cuanto a su estilo galante, y de la tradición de la poesía rústica popular. La más famosa, por estilizada, es la VI, dedicada a la vaquera de la Finojosa, cuya primera estrofa era memorizada por los escolares de mi infancia: “Moça tan fermosa/no vi en la frontera,/como una vaquera/de la Finojosa” y termina con el gracioso y elegante rechazo que dice: “Bien vengades,/que ya bien entiendo /lo que demandades:/non es desseosa/de amar, nin lo espera,/aquessa vaquera/de la Finojosa”. Como curiosidad añadiré que la serranilla V  se localiza en tierras de Jaén, probablemente compuesta durante una campaña militar contra el reino nazarí: “Entre Torres y Canena,/açerca de Salloçar,/fallé mora de Bedmar”.
         A las serranillas le siguen las canciones en las que se loan las virtudes de una dama y los males de amores que padecen los amantes. Los dezires son poemas lúdicos en los que el propio marqués se dirige a otros literatos de su época como Juan de Mena y, después de alabar sus excelencias literarias, les propone un acertijo al que responde el interlocutor devolviendo los elogios recibidos. Otros dezires son elegías a personajes famosos de su tiempo como el planto de la reina  Margarida o Defunssión de Don Enrique de Villena y finalmente otros de carácter alegórico entre los que destaca el Infierno de los Enamorados claramente inspirado en la Divina Comedia de Dante. El sumario sigue con la Comedieta de Ponza, un largo poema que narra la derrota naval del rey aragonés Alfonso V en Ponza, en 1435, a manos de una flota de genoveses y milaneses, en el marco de las guerras por el dominio del reino de Nápoles. Es curiosa porque aquí se pone de manifiesto ese tránsito antes aludido, de la mentalidad medieval al nuevo humanismo, representada aquella por la Rueda de la Fortuna como símbolo del destino y su influencia en el hombre y la necesidad de soportar los cambios de la misma. Son frecuentes las citas de Séneca y Lucano como ejemplos de estoicismo y dignidad ante la derrota (Farsalia), pero también se insinúa ya el concepto de libre albedrío como expresión de la voluntad humana para escapar a un destino que parece impuesto por la divinidad. En las descripciones de la batalla se aprecia además una clara inspiración en los combates de los héroes homéricos. El volumen termina con los  Sonetos fechos al itálico modo, de temática variada que va desde los galantes dedicados a la amada, a los de carácter político entre los que destaca el XXIX en el que se queja de los males de los reinos hispanos, para terminar en otros que alaban a la virgen y a distintos santos.
         En resumen, una obra interesante desde el punto de vista histórico. El castellano antiguo no impide la comprensión del texto que además está reforzado por una buena anotación. Es curioso apreciar la evolución de nuestro idioma y las influencias primigenias que en él se aprecian de otras lenguas latinas como el francés, gallego o catalán.

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