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viernes, 19 de junio de 2015

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO. Pedro Calderón de la Barca


Algunas instituciones ciudadanas, académicas, políticas y eclesiales, han decidido  patrocinar este famoso drama litúrgico como brillante colofón a las pasadas fiestas del Corpus. Nada más apropiado que esta pieza teatral si consideramos tiempo y lugar ya que los autos sacramentales, en el siglo XVII, la época de su máximo esplendor, tenían un marcado carácter eucarístico y se solían representar en la plaza pública ante la fachada de catedrales o iglesias. Nuestra representación fue el 12 de junio, algunos días después de la mencionada festividad, y en la plaza de Santa María con la portada catedralicia como telón de fondo.
           El gran teatro del mundo es quizás el auto más famoso de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) y también el más representado. Trata el tópico de la vida humana como un teatro donde cada persona representa un papel desde el nacimiento hasta la muerte. No es un tema original porque fue motivo de reflexión para filósofos de la antigüedad clásica, Platón y Séneca entre otros, pero el genial dramaturgo español consiguió llevarlo a su máxima expresión literaria. Muchos de los personajes de la obra son alegóricos y los dos principales son el Autor de Comedias (Dios) y el Mundo como director que reparte papeles a los distintos personajes, unos simbólicos como la Discreción, la Ley o la Hermosura, y otros más reales como el Rey, el Rico, el Pobre o el Labrador, siendo este último el contrapunto cómico de los primeros, capaz en cierto sentido de aligerar el drama. Acorde con el espíritu contrarreformista  que inspira toda la obra, se llega al desenlace con el reparto de premios o castigos a los protagonistas por parte del Autor, bien sean goces celestiales, purgatorios o penas infernales, para terminar en un himno de alabanza a la Eucaristía, el Tamtum ergo.
          Es una pieza teatral escrita en verso pero, estando destinada al pueblo llano, no abunda en los recursos estilísticos propios del Barroco español tan propenso a metáforas, alusiones mitológicas y cultismos. Por esa razón los diálogos cortos y los extensos monólogos de los personajes, que me parecieron respetuosos con el texto original, fueron fácilmente entendibles por los espectadores, a lo que también ayudó la brillante declamación de los actores basada en una dicción limpia  y clara. Respecto de estos últimos, señalar  que mostraron una gran profesionalidad pese a ser  aficionados. Y es que la compañía teatral Mira de Amescua cuenta ya con una dilatada experiencia en su labor de revitalizar los autos sacramentales y éste en particular.
          El público en general quedó muy satisfecho con la obra, más aún si consideramos que no es de frecuente representación. El único aspecto negativo fue un gélido viento primaveral que pilló desprevenido a un público con ropa veraniega e impuso limitaciones en los decorados, restringidos a unos pocos elementos esenciales.Muchos espectadores aguantamos hasta el final aunque estuvimos tentados de abandonar el Gran Teatro del Mundo haciendo mutis por las salidas naturales del pequeño teatro de la plaza. Nuestra estoica resistencia mereció la pena.


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