Este año la
compañía Opera 2001 ha vuelto a programar en nuestra ciudad Madama Butterfly, drama lírico que ya fue presentado en Jaén hace cinco años
por esta misma agrupación. En esta ocasión la representación tuvo lugar en la
víspera de la festividad de los Santos, esa noche que la cultura anglosajona
que nos coloniza ha trivializado en la noche de Hallowen. El escenario fue el
habitual de este tipo de espectáculos, el teatro Infanta Leonor.
Esta ópera es una de las más
representadas en el repertorio operístico internacional. Son muchas las razones de su
popularidad. Una de ellas es, en mi opinión, el exotismo y la
atracción que la refinada cultura japonesa ejerce sobre nosotros y nuestra
mentalidad occidental. De otra parte, el abnegado y romántico amor de la
protagonista, y su dramático final, apela a nuestra fibra sensible de
una forma más realista, moderna y
efectista, que otros dramas clásicos.
Fue
compuesta por Giacomo Puccini (1858-1924) y el libreto creo que se inspira en
dos obras literarias, el cuento Madame
Butterfly (1898) de John Luther Long
y la novela Madame Chrysanthème
(1887) de Pierre Loti. Algunos
críticos dicen que está basado en unos hechos reales ocurridos en Nagasaki a
finales del XIX. Sea como fuere, en el momento de su estreno en la Scala de
Milán (1904) no fue especialmente valorada y el músico italiano tuvo que
reescribirla y estructurarla en algunas versiones sucesivas hasta la actual.
Después le llegaron las críticas favorables y el éxito hasta ser adaptada al
teatro y llevada al cine en varias ocasiones.
Madama
Butterfly está escrita en tres actos y el libreto es de los italianos Giuseppe Giacosa y Luigi Illica. En cuanto a la música, impregnada en algunos pasajes
de ligeros toques orientalistas, no es demasiado conocida, salvo el aria del
segundo acto “un bel di, vendremo”,
sin duda la más popular, o la final del tercer acto “con onor muore”, la más dramática, ambas cantadas por la soprano
que representa a Butterfly. Abunda en
recitativos y dúos del resto de personajes y el coro también tiene alguna
interpretación destacada como en el segundo acto, cuando entona una melodía a bocca chiusa, un recurso coral mediante
el que se emiten notas sin abrir la boca.
Como
es habitual en la ópera, las voces de soprano
y tenor se reservan para la pareja
protagonista, en este caso Cio-Cio San
(Butterfly) y el capitán Pinkerton, pero aquí la interpretación
de la primera resulta reforzada por la trama argumental que impone la ausencia
del segundo durante todo un acto. En cambio es notoria la actuación de dos personajes
secundarios, el cónsul Sharpless (barítono) y la sirvienta Suzuki (mezzosoprano). Cuando se ha asistido a una misma ópera en dos
ocasiones se tiene la tentación de comparar las interpretaciones de los
cantantes en una y otra. En mi opinión, sí en la primera, hace cinco años,
destacó la voz del barítono (Sharpless), en ésta fue más sobresaliente
la mezzosoprano (Suzuki). Butterfly fue
interpretada por la soprano japonesa Miki Mori
y su actuación fue desde luego la más brillante en un papel protagonista que se
presta al lucimiento.
Para
concluir, Madama Buttefly no es tan
espectacular en cuanto a escenografía como las óperas de Verdi, no tiene magnificas oberturas como las de Wagner, ni el virtuosismo musical de Mozart. Su principal baza es ese
dramatismo próximo a lo cotidiano, capaz de desbordar nuestra emotividad y formarnos
un nudo en la garganta cuando llegan las escenas finales. O quizás exagero y es
debilidad propia de la edad madura.
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