En muchas
ocasiones el título de una novela te hace desconfiar de entrada. A menudo el
que se pretende gracioso suele ser una elaboración de marketing que
envuelve de forma agradable un producto comercial de contenido decepcionante.
Reconozco que se trata de un prejuicio personal
y no pretendo establecer ningún principio, pero este libro concreto hizo saltar todas mis alarmas
preventivas. Un título ocurrente, firmado por dos hermanos, con una portada
entre frívola y humorística, eran razones suficientes para pasar de
largo si lo hubiera encontrado en los anaqueles de una librería. Pero fue una
propuesta de mi club de lectura y me obligué a superar esos iniciales recelos.
No quiero menospreciar la figura de la escritora Carmen Posadas
(1953), uruguaya y nacionalizada española, autora de cuentos infantiles
y relatos breves además de novelas, una de las cuales, Pequeñas infamias,
fue ganadora del Planeta 1998. A pesar de una obra literaria
relativamente abundante, parece ser más conocida como presentadora de un
programa de TV, por sus colaboraciones en prensa y porque estuvo
casada con Mariano Rubio, el que fuera gobernador del Banco de España.
En cualquier caso se trata de una mujer de mundo, de educación cosmopolita,
polifacética en sus actividades profesionales y con una dilatada experiencia
vital que se refleja en sus escritos.
Hoy caviar, mañana sardinas (2008) es
un libro que puede calificarse de miscelánea; una mezcla de autobiografía,
memoria familiar, literatura de viajes, anecdotario y recetario de cocina.
Precisamente por este último aspecto recibió el Premio Sent Soví de Literatura
Gastronómica, aunque en mi opinión es lo menos destacable en el relato. En
esta especialidad mi preferido siempre fue Manuel Vázquez Montalbán, que
en sus ensayos sobre el tema y en las recetas del detective Pepe Carvalho
aunaba sensibilidad de buen gastrónomo con excelencia literaria.
Volviendo a nuestro libro, cuenta el
peregrinaje de la familia Posadas por diferentes capitales europeas donde estuvo
destinado el padre como embajador de Uruguay. La narración está
precedida de un prólogo en el que se intenta desmitificar el glamur de la vida
diplomática y la imagen de lujo y
ostentación que ofrece ante la opinión pública que, según los autores, solo es
aplicable a las grandes embajadas y no a las representaciones de pequeños
países. En este sentido, el título
pretende evidenciar el manifiesto contraste entre apariencia social y vida
cotidiana en una modesta legación. A continuación se suceden,
en tres grandes capítulos, las vivencias personales de los dos autores
en Madrid durante los años 60, en Moscú en la década de los 70 y finalmente
Londres en los ochenta. En el relato se alternan los recuerdos de juventud de Carmen
y Gervasio Posadas con las experiencias de su madre en el papel de
embajadora, contadas también en primera persona, en una especie de diario en el
que alternan abundantes anécdotas y recetas de cocina. Éstas últimas se
justifican porque, según ella, la comida es la imagen de una embajada y en
consecuencia fundamental para las relaciones diplomáticas.
No negaré que el libro contiene
relatos curiosos con cierta dosis de humor e ironía, y que los lectores de mi
edad, que es la de la escritora, encontrarán aquí sucesos y ecos de sociedad
con los que se sentirán familiarizados, sobre todo en el capítulo dedicado a la
España del tardofranquismo.
En fin, me cuesta avanzar en una
crítica cuando no aprecio demasiados aspectos positivos a destacar. En este libro encontraremos poca
originalidad; historias que fueron muy difundidas por las revistas del corazón,
o típicas de noticiarios como NODO. No está mal escrito pero carece de valores
literarios reseñables. De forma paradójica su lectura produce un efecto
posiblemente no deseado por la autora, porque termina ofreciendo un retrato muy realista del grupo social conocido como Jet set, aquella aristocracia de
nuevo cuño, snob y superficial, que se estableció en Marbella a partir de los
años sesenta y que ahora nos parece más decadente que glamurosa.