En el contexto de las festividades del Corpus,
la compañía teatral Mira de Amescua
nos ha ofrecido un nuevo auto sacramental.
Fue ayer, sábado 4 de junio, en la plaza de Santa María, con la fachada de la
Catedral como telón de fondo, e incluso parte integrante del escenario al final
de la representación.
Como es sabido, esta compañía granadina está
especializada en rescatar del olvido esas piezas medievales de carácter
religioso, que llegaron a su apogeo en los siglos XVII y XVIII y ahora forman parte
de la historia de nuestro teatro. Si el pasado año representaron El gran teatro del mundo (1635), quizás
el auto más famoso de Pedro Calderón de la Barca, en esta
ocasión han incluido en su repertorio éste menos conocido del mismo autor, La siembra del Señor (1655?), inspirado
como otros muchos de los suyos en parábolas de Jesús. La trama está plagada de
personajes evangélicos y alegóricos como La
Culpa, El Sueño, La Fe, El Judaísmo, La Idolatría o
La Apostasía, y sigue un esquema muy
similar en todos los autos calderonianos; presentación de los personajes ante
el Padre de familia (Dios Padre) e
inicio de la trama en la que se enfrentan las fuerzas del mal y del pecado a
las del bien y la religión. En este sentido destaca el duelo dialéctico entre Enmanuel (Jesús) y La Culpa. Al final asistimos al juicio divino en el que se reparten
premios y castigos, y a la exaltación de la Eucaristía como misterio de la
transmutación y principio supremo de la fe cristiana. En esta obra, como en otros autos, la abundancia de
alegoría, parábola y sentido metafórico en los diálogos no entorpecen la
comprensión de la misma que, a fin de cuentas, fue escrita para el pueblo
llano. Tampoco los arcaísmos y las frases en verso suponen un reto especial para
el espectador actual.
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