Esta novela
no consiguió en el momento de su edición el éxito de ventas que pretendía su
autor, y eso a pesar de ser bien acogida por los principales críticos de la
época. El reconocimiento público fue tardío, casi póstumo, algo que se da con
frecuencia en literatura. En la actualidad es ya un clásico de la narrativa
americana.
Francis Scott Fitzgerad (1896-1940) está considerado como el
más genuino representante de la llamada Generación
Perdida, integrada por el grupo de escritores norteamericanos que desarrollaron su obra
durante una década, conocida allí como la era del jazz, que nosotros recordamos como los locos años veinte. Una época de gran prosperidad económica en los Estados
Unidos, que se inició tras la victoria en la Gran Guerra y culminó con el crack
del 29. Años de grandes contrastes donde se forjó el ideal del sueño americano,
pero que también estuvo marcada por la especulación financiera, la corrupción política y el
gansterismo, que fue tan bien retratado por la novela negra y el cine, con el
jazz como telón de fondo musical en los escenarios de Chicago y Nueva York. La
biografía de Scott Fitzgerard es en
parte reflejo de la mentalidad de su época, de esa moral de triunfo a costa de
todo y todos, de la frivolidad, el derroche y los excesos que le condujeron al
alcoholismo y a una muerte precoz. Sus novelas, cuatro y una inacabada, son a
un tiempo críticas con su entorno y de importantes matices autobiográficos, lo
cual presta al escritor un cierto aire de rebeldía o inconformismo frente a esa
sociedad a la cual pertenece.
El
gran Gatsby (1925) pudo
tener otros títulos, entre los cuales dudó el autor. Uno de ellos era Trimalción, referente a un personaje del
Satiricón de Petronio, famoso por sus excesivos banquetes. Fue rechazado quizás
por demasiado cultural, pero es muy ilustrativo de la desmesura en las fiestas
del protagonista. Su historia la cuenta un narrador testigo en primera persona.
Es Nick Carraway, un joven vecino de Gatsby, amable y un poco sarcástico,
pero aún optimista frente a la bondad del ser humano. En cierto sentido admira
a su vecino y después amigo, pero representa el contrapunto ético de éste. Su
moralidad queda bien definida desde el principio cuando refiere un consejo de
su padre sobre la tolerancia: “Antes de
criticar a nadie, recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has
tenido tú”.
En la primera parte de la novela nos
retrata al resto de los personajes; Tom Buchanan, un millonario, racista y
fuerte hasta la brutalidad. Su esposa Daisy,
prima retirada de Nick, joven atractiva y superficial. George Wilson, mecánico despreciado por Tom, y su mujer Myrtle,
amante secreta de éste. Por fin, Jordan
Baker, amiga de Daisy, golfista
aficionada a la que Nick trata de
seducir. El retrato psicológico de los personajes es de trazos breves pero muy
precisos. En cambio, sobre Jay Gatsby
deja caer una deliberada ambigüedad que lo convierte en un protagonista
misterioso, con riqueza acumulada de origen incierto, que da grandes fiestas en
su mansión a las que acude la alta sociedad neoyorquina y una pléyade de
parásitos. Un personaje sobre el que todos especulan y casi nadie conoce.
En realidad, lo interesante de esa
primera parte es el ambiente social que rodea a los personajes y sus fuertes
contrastes. La diferencia entre el East
Egg y West Egg, barrios ficticios
de Long Island, donde se acumulan las
mansiones de los ricos de rancio abolengo y los nuevos ricos. Junto a estos, el
“valle de las cenizas” un vertedero
industrial que los separa de Nueva York, donde malvive el matrimonio Wilson. Y en esos ambientes, el esnobismo,
la hipocresía y superficialidad, el egoísmo y los excesos de esa nueva clase de
aparentes triunfadores, con el trasfondo insinuado del crimen organizado.
Es en la segunda mitad de la novela
cuando se desvela el misterio que rodea a Gatsby;
su origen familiar y el de su riqueza, el motivo de esas enormes fiestas y la
relación entre los personajes. A partir de ese momento la trama adquiere un
tinte de tragedia griega donde los dioses o el azar, en una precisa
concatenación de causas y efectos, parece dirigir a los personajes hacia su dramático
e inexorable destino.
En resumen, una novela muy bien
construida y una narración que va creciendo en intensidad e interés. Con
descripciones cargadas de sutileza y también ironía. Y con algún pequeño y casi
inapreciable error (véase los chales de
la antigua Castilla) sobre otras culturas como la nuestra. Nada importante
tratándose de un norteamericano.
Una obra muy recomendable.
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