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viernes, 13 de enero de 2023

EPIGRAMAS COMPLETOS. Marco Valerio Marcial

Los que me conocen saben de mi afición por los clásicos grecolatinos. Los he leído desde la juventud, siempre movido por el interés en conocer el origen de nuestra cultura occidental, también deudora de un pasado judeocristiano. En cuanto a los escritores de la antigüedad me planteo una duda: ¿quién tiene más valor a la hora de conocer la historia y las costumbres de Grecia y Roma, los historiadores o los literatos? La respuesta parece fácil a priori, a favor de los primeros, si valoramos la relativa objetividad de Heródoto, Jenofonte, Tucídides, Tácito o Salustio, indispensables como fuente histórica casi exclusiva sobre determinados acontecimientos.  Por oposición, no podemos obviar que los orígenes de Roma son pura literatura mítica en Tito Livio, que las Vidas paralelas de Plutarco responden más a valores morales que a la verdad histórica, o que Cesar, en el relato de sus campañas peca necesariamente de parcialidad.

         

Pero no debemos olvidar el gran valor como fuente de algunos literatos antiguos, sobre todo en lo referente a costumbres e instituciones. El poeta Ovidio es necesario para conocer la mitología grecolatina (Metamorfosis) o el calendario de fiestas romanas (Fastos). Aulo Gelio (Noches Áticas) nos ilustra sobre las instituciones políticas y el derecho romano, o sobre los conocimientos científicos de su época. Plinio el Joven en su correspondencia con Trajano es fuente única para conocer el carácter y la política de este gran emperador al que solo conocemos por sus campañas guerreras en Dacia.

A ese segundo grupo pertenece Marco Valerio Marcial (40-104 d.C). Este poeta bilbilitano, del que se enorgullece Calatayud, emigró a Roma con 24 años en busca de fortuna. Intentó conseguir el mecenazgo de emperadores y patricios mediante sus poemas laudatorios, pero también fue crítico con los vicios sociales de su época. Gracias a los mismos consiguió fama y propiedades, no sabemos si por satisfacción de los elogiados, o por  evitar  el vilipendio de su afilado cálamo. También sufrió periodos de extrema pobreza hasta su retorno a Bilbilis donde vivió sus últimos años retirado en una finca rural. En cualquier caso, fue un verdadero cronista de la sociedad de su tiempo en el periodo comprendido entre los Flavios y los primeros emperadores de la dinastía Antonina, Nerva y Trajano, de ahí su inestimable valor como fuente histórica para los especialistas.

Se le conoce como el auténtico renovador del epigrama. Un género que se creó en Grecia con carácter inicial de epitafio funerario, que pasó a tratar temas de amor en el periodo helenístico y finalmente, en Roma, adquirió un carácter satírico, como expresión caricaturizada de la realidad cotidiana. Se diferencia de la sátira por ser una composición corta, de pocas líneas. Sería como comparar un artículo crítico de prensa con un tuit de esos que tanto abundan actualmente en la red social. Su brevedad facilitaba la difusión, por separado en pequeños libelos o agrupado en colecciones. Formatos económicos, pero también fáciles de copiar y vender con otros nombres, algo de lo que se queja a menudo nuestro autor.

En esta edición de Epigramas completos (2011) se recoge la totalidad de su obra agrupada en catorce libros. Se trata de una estupenda traducción, prologo y anotaciones de Dulce Estefanía una académica especialista. Nunca insistiré bastante en la importancia de estos condicionantes para la buena comprensión de lectores aficionados como yo.

Como características de estos epigramas señalaré el continuo uso de la segunda persona, porque siempre se dirige a hombres y mujeres reales indicando sus nombres. Marcial utiliza bien los recursos de la retórica, las citas y comparaciones mitológicas son frecuentes. Suele utilizar un lenguaje elegante y culto en los epigramas laudatorios, pero también plagado de toda una sarta de obscenidades y recursos escatológicos- en su acepción soez- en los satíricos.

La temática es muy variada. Vergonzante adulación de los emperadores, sobre todo de Domiciano, un emperador tiránico, maltratado por los historiadores, que murió asesinado. En cuanto a los patricios de los que fue cliente, alaba la generosidad de algunos y fustiga la tacañería de otros. En otros epigramas se muestra aficionado al circo y al anfiteatro y describe con realismo y admiración la lucha de fieras y gladiadores, las naumaquias y las carreras. Como curiosidad diré que alude a las luchas de gladiadoras, algo que para mí era ficción propia de la película Gladiator.

La mayor parte de los epigramas los dedica a fustigar la corrupción política y   social o los vicios particulares. Entre los primeros: los delatores en busca de recompensa. Los plebeyos y libertos ricos que compran magistraturas o ascenso al orden de los caballeros. Los cazafortunas que buscan la adopción de un anciano patricio o el matrimonio con una vieja viuda rica. Entre los segundos la aguda sátira de los cornudos o los homosexuales pasivos. En fin, también se lamenta del plagio de sus escritos, del abandono y miseria en que lo tienen algunos de sus patronos y otros muchos temas sobre los que no me extenderé.

Los dos últimos libros los dedica a los dísticos, composiciones de dos versos, con frases lapidarias comparables a los refranes o dichos que ahora vemos pintados en azulejos en bares y hostales. En uno de los libros se refiere a multitud de alimentos y vinos, en el otro a los regalos que se hacían a los invitados en los banquetes.

Para terminar, un estupendo libro a condición de no leerlo de un tirón. Sólo para los muy aficionados a los clásicos.

   

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