Pertenezco a una generación que aprendió a leer con los comic. Aquellos tebeos estimularon mi fantasía infantil y el interés por la historia. Como mero entretenimiento, antes de la aparición de la televisión, fueron algo parecido a los videojuegos actuales. Ahora, al cabo de tanto tiempo, siento de nuevo curiosidad por el comic en su versión adulta, conocida como narrativa gráfica. En esta especialidad, Alan Moore (1953), escritor y guionista, ha sido reconocido por la crítica como el mejor autor. Muchas de sus obras fueron aclamadas por el público. Yo he leído al menos tres, dos comentadas en este blog, y reconozco en ellas originalidad y hasta ciertos rasgos de genialidad.
Se trata de un guionista que siempre fue controvertido. A partir de su obra Watchmen (1986) fue considerado por
muchos como el auténtico creador de la novela gráfica. La mayoría de críticos lo
reconocen como inventor e innovador de numerosos recursos narrativos que
aproximan el cómic a lo cinematográfico, además de elogiar la profundidad
conceptual y psicológica de los temas que trata. Para unos pocos detractores,
ese arsenal de recursos esconde un trasfondo más débil de lo que se cree, es
decir, que las florituras formales ocultan un contenido poco claro.
Sea como fuere, no se le puede negar
una investigación intensa y meticulosa hasta lo obsesivo a la hora de abordar
la trama argumental, aún a costa de añadir sucesivas capas de complejidad a la
historia. En cuanto a los dibujantes de sus obras siempre parece acertar con
aquellos que mejor se adaptan a los conceptos que quiere expresar.
En lo personal, Alan Moore
destaca por unos rasgos también polémicos. Y no lo digo por su ateísmo confeso
y la ideología anarquista que expresa en casi todas sus obras, sino por ciertos
matices misantrópicos y una evolución ideológica hacia los postulados de la teoría de caos,
especie de filosofía de carácter ocultista que proclama la bipolaridad de caos
y orden. En cuanto a esto, se ha declarado “mago del caos”, entendiendo
aquí por magia el conjunto de rituales simbólicos y esotéricos que pretende
ordenar el caos primigenio que radica en nuestro subconsciente y llevarlo hacia
un orden racional. En mi opinión estas ideas se muestran, bordeando el delirio
paranoico, en la obra que hoy comento, que me parece el resultado final de esa
evolución formal y conceptual del escritor.
En su producción literaria, el
guionista británico mostró siempre una tendencia hacia lo caótico, pero sin
alejarse de un cierto nivel de realismo, o de lo fantástico pero
verosímil. En V de vendetta (1982-87) utilizó una distopía futurista para criticar los
totalitarismos y advertir del riesgo de aparición de partidos de corte
neofascista. Con Watchmen (1986-87) desmitificó a los superhéroes del comic americano creando una compleja historia
alternativa de los mismos. En
From Hell (1989-99) realizó una minuciosa y bien documentada indagación
sobre la identidad y motivaciones de Jack el Destripador, el misterioso
asesino en serie de época victoriana. Como muchas otras de sus obras, fueron
primero publicadas por entregas y después unificadas en la correspondiente
novela gráfica.
Bajo el título de Providence se
reúnen tres de los últimos trabajos de Moore realizados entre 2003 y
2017. Lo que tienen en común es el homenaje y la inspiración en H. P.
Lovecraft, genial innovador del género de terror, creador del concepto de horror
cósmico que supera la tradición fantasmal del gótico e incluye elementos de
ciencia ficción tales como: otras dimensiones
espacio-temporales, razas alienígenas y viajes astrales o en el
tiempo. En El Patio (2003) un
policía del FBI investiga de incógnito unos asesinatos en serie. Para ello
aplica la teoría de la anomalía que trata de buscar el común denominador de una
serie de hechos aparentemente dispares. Recorre los ambientes clandestinos de
los barrios marginales de Nueva York y se verá finalmente arrastrado a la
oscuridad y la locura. En El
Neonomicón (2010-11) continúa la historia: Una pareja de federales
investiga las causas de la locura del anterior agente. Con este fin entran en
una secta satánica que los introducirá en un mundo alternativo y subacuático de
seres alienígenas. Encontramos aquí una reelaboración de elementos propios del Necromicón,
un libro ficticio inventado por Lovecraft que contiene fórmulas mágicas y
rituales que conducen a la locura y la muerte. Finalmente en Providence
(2015-17), el relato más extenso, retorna a los años 20 del pasado siglo cuando
Robert Black, un periodista y escritor homosexual con graves traumas
psicológicos, inicia una especie de viaje iniciático por Nueva Inglaterra en
busca de un libro de alquimia árabe medieval custodiado por una secta, Stella
Sapiente, que lo utiliza en sus ritos ocultistas. Se encontrará con una serie
de personajes que le ayudarán en su indagación, y al final con el propio H.P
Lovecraft en su ciudad, Providence. En el proceso sufrirá terroríficas
apariciones, sesiones de hipnosis, pesadillas oníricas, y experiencias
extracorpóreas, en un continuo conflicto bipolar entre el subterráneo caos
primigenio del subconsciente, que intenta aflorar en el mundo de lo consciente
y racional.
Es imposible reseñar aquí la multitud
de asociaciones simbólicas, el misterioso ambiente de Nueva Inglaterra, patria
de famosos escritores románticos como Nathaniel Hawthorne o Edgar A.
Poe, la brujería de Salem, el puritanismo y sus vertientes religiosas
marginales o el ambiente social de los años 20 en la costa este de Norteamérica,
entre otros muchos elementos narrativos destacables.
En resumen, la novela experimenta en
los bordes de la esquizofrenia y el delirio, que pueden ser los del propio
autor. Pero es una locura genial y compleja. Funciona como los relatos de Borges, en capas de cebolla que podemos ir separando según nuestro grado de
entendimiento del mundo de lo esotérico. Si sólo fuera por las espectaculares
viñetas del dibujante, Jacen Burrows, ya merecería la pena leer
esta aventura gráfica.
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