El séptimo arte no ha podido sustraerse a la influencia de otras narrativas audiovisuales. Así, en las últimas décadas del pasado siglo fueron principalmente los héroes del cómic los que se trasladaron al cine en espectaculares versiones que resultaron otros tantos éxitos comerciales. Por citar algunos, Superman, Batman, Spiderman o Asterix. Ahora el videojuego ha alcanzado tal perfección en el dibujo y otros avances técnicos, que algunos de ellos son casi películas interactivas. Desde esa relevancia formal hay sólo un paso, convertir el protagonista virtual en real para su versión a la gran pantalla o la televisión. Muchas de ellas han tenido relativo éxito, aunque su calidad cinematográfica sea escasa. Me refiero a títulos como Lara Croft: Tomb Raider, Assassin’s Creed o Warcraft. En cambio, la serie para televisión que hoy comento me parece excelente y ha tenido una gran acogida entre el público, en el futuro quizás comparable a la más popular Juego de Tronos.
The last of us (2023) se
acaba de emitir por la plataforma de streaming HBO. Es una serie en
nueve capítulos que, según la crítica especializada, es bastante fiel al
videojuego homónimo, editado en 2013 para la consola PlayStation.
Confieso mi reticencia inicial a seguirla porque me llegaron noticias sobre los
zombis que aparecen en la trama y ya terminé bastante saturado con los
de The walking dead y sus interminables temporadas, aún pesar de ser una
de las mejor valoradas en ese género de terror. Afortunadamente he superado mi
prejuicio inicial.
El título se puede traducir
literalmente como “los últimos de nosotros” y más acertadamente como “lo
que queda de nosotros” y eso es relevante como después se verá. En efecto,
la historia se desarrolla en un futuro postapocalíptico poblado de zombis,
pero éstos no son el eje de la trama sino una excusa para dinamizar la acción
como elemento indispensable para el suspense. No voy a desvelar el argumento,
sólo introduciré la sinopsis promocional: “Veinte años después de la
destrucción de la civilización moderna a causa de un hongo -el cordyceps- que
se adueña del cuerpo de los humanos, uno de los supervivientes, Joel, recibe el
encargo de sacar a la joven Ellie de una opresiva zona de cuarentena. Juntos
cruzan Estados Unidos ayudándose mutuamente para intentar sobrevivir...”
El viaje de los protagonistas resulta
ser una auténtica Odisea, en un sentido casi literal, ya que aquí Ítaca es
siempre una meta, un deber lejano, pero lo importante en sí es el viaje lleno
de experiencias dramáticas, épicas y emotivas a pesar de la crudeza impuesta
por el ambiente. En suma, el trasunto de todo un ciclo vital de Joel y Ellie.
Ambos protagonistas se miran inicialmente con recelo, pero pronto se
identifican en una relación que, sin lazos biológicos, es totalmente
paterno-filial. Atraviesan el país y han de enfrentarse a FEDRA, una
organización paramilitar de corte autoritario, y a los luciérnagas, que
bajo una capa de rebeldía antisistema son igual de fanáticos que los
anteriores.
También encuentran remansos de paz y amigos
desinteresados y, conforme avanzan los capítulos, entendemos mejor que lo que
queda de ellos son algunos resortes humanos en medio de la deshumanización
impuesta por el miedo. Porque la supervivencia en un medio hostil les imponen ciertos dilemas morales a los que no somos totalmente ajenos. Se
platearon por ejemplo en nuestra última pandemia cuando, ante el agotamiento de
recursos, se protocolizó una selección por edad en el tratamiento de los
pacientes.
De todo esto va la serie, de la ambivalencia del ser humano y su capacidad para elegir entre el sacrificio más altruista y la crueldad más perversa. El final, que tampoco contaré, es moralmente impactante y de una acción trepidante. Y deja abierta la posibilidad de seguir la historia en una segunda temporada.
Terminaré elogiando la perfecta ambientación de los escenarios que refuerzan la impresión de la fragilidad de nuestra civilización. En resumen, una serie altamente recomendable que mantiene al espectador a medio camino entre el suspense y la emotividad, en un relato que nunca aburre e induce a la reflexión.
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