El teatro es básicamente una narración representada por actores. En relación a estos dos componentes esenciales me planteo la siguiente duda: ¿Hay dramaturgia escrita para actores o son los actores los que la salvan? Dicho de otra forma, en paralelo al teatro de autor: ¿existe o no un teatro de actor. Si ponemos como ejemplo las representaciones de Rafael Álvarez “el Brujo”, yo contestaría que sí. Pero si consideramos la obra que vimos ayer en nuestro Teatro Infanta Leonor, quiero creerlo, aunque tengo mis dudas.
Comenzaré por la ficha técnica. Romeo y Julieta despiertan… (2023) está escrita por el dramaturgo austriaco E.L. Pestchinka. Está dirigida por Rafael Sánchez e interpretada por dos grandes de la escena, Ana Belén y Jesús Noguero, acompañados por tres actores secundarios que aportan el aspecto cómico del drama, porque estamos ante lo que parece ser una tragicomedia.
La obra es una revisión o reelaboración de la famosa tragedia de Shakespeare. La trama argumental es aparentemente sencilla y comienza así: “Romeo y Julieta despiertan después de un largo sueño de cincuenta años, pero no se reconocen. Julieta solo ve a un caballero ochentón y Romeo a una dama muy bien conservada”. A partir de ahí se suceden las escenas que evocan la tragedia original y alternan con otras que mantienen el equívoco actual o se intercalan cuadros como el de Romeo convertido en payaso de circo. No dudo que el dramaturgo encontrará en la trama elementos simbólicos o metafóricos que la justifiquen pero, - ¡Dios perdone mí ignorancia¡-, creo que el espectador medio queda bastante perplejo a la hora de buscarle sentido. Los críticos y el propio autor reconocen una idea trascendente en el argumento, a saber, que es posible el amor a partir de los cincuenta años. Pero esa idea aparece sólo en las escenas finales, cuando ambos protagonistas se reconocen, y aún así no queda clara puesto que recurren a una auténtica y definitiva muerte que eleva el amor maduro a la eternidad o lo mata para siempre; allá cada cual con sus creencias.
No obstante, la escenografía aporta novedades originales, entre otras la presentación de los actores aplaudidos al comienzo de la obra, o la simulación de una proyección de cine en pantalla. Pero el principal valor de este Romeo y Julieta, son los dos actores que encarnan a los protagonistas. Ambos despliegan al máximo todos los recursos escénicos posibles. Mediante una sabia declamación a base de modulaciones de la voz pasan del dramatismo a la comicidad con una naturalidad sorprendente, y se acompañan de mímica, música y canto para reforzar esos efectos. Por su parte los actores secundarios se muestran muy versátiles representando a múltiples personajes además de instrumentar la música. En resumen, convierten la tragicomedia en un espectáculo total.
En particular Ana Belén nos tiene acostumbrados a brillantes actuaciones. Sólo por ella merece la pena haber asistido a esta representación. Para mí la sorpresa ha sido Jesús Noguero, menos conocido pero muy digno contrapunto en escena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario