En vísperas de Semana Santa hemos asistido a una interesante representación teatral en el Darymelia. La ha ofrecido la compañía sevillana Teatro de la Resiliencia, integrada desde 2018 por jóvenes actores, algunos de los cuales tienen también experiencia en dramaturgia, dirección escénica, canto y baile.
En esta ocasión han representado Orestes a juicio. Se trata de una adaptación de la obra Venganza (2020) de Federico Cassini, un espectáculo creado a partir de las Coéforas y las Euménides de Esquilo y Las Moscas de Jean Paul Sartre. Teniendo de partida su referencia en la tragedia griega, encontraremos como temas las grandes pasiones humanas: la venganza y la justicia, el destino, la culpa y la ambición, que se conjugan con el principio fundacional del existencialismo, la libertad esencial del individuo.
La trágica historia de Orestes y su hermana Electra fue tratada, con distintos matices diferenciales, por los tres grandes dramaturgos griegos, Esquilo, Sófocles y Eurípides. El mito básico pertenece al llamado ciclo troyano y es como sigue: Agamenón vuelve victorioso de la guerra de Troya y es asesinado por su esposa Clitemnestra con la complicidad de su amante Egisto. Años más tarde, el dios Apolo, mediante su oráculo en Delfos, manda a Orestes tomar venganza por el asesinato de su padre. Incitado además por su hermana Electra mata a su madre. Después del matricidio es acosado por las Erinias, diosas de la venganza que castigan ese tipo de crímenes. Los dos hermanos son perseguidos por la culpa hasta que Atenea se apiada de Orestes y lo somete a un juicio del que sale absuelto.
En nuestra obra, Orestes trata de justificar su crimen por la obediencia a la ley divina, el mandato de Apolo, pero le persigue la culpa (Erinias) al igual que su hermana Electra. Ésta última se arrepiente, reniega del crimen y está dispuesta a la expiación. En ese momento aparece la diosa Atenea y dictamina el juicio de los ciudadanos de Argos. Es entonces cuando Orestes renuncia a la venganza, fruto de las bajas pasiones e impuesta por el destino, y la sustituye por el ideal de justicia más propio de la razón. Reivindica la libertad individual del ser humano y su capacidad de decisión. Al asumir su crimen, de forma paradójica se libera de culpa. Al final queda absuelto y la diosa Atenea cambia el nombre de las Erinias por las Euménides, una antífrasis o figura retórica destinada a cambiar las cualidades negativas de aquellas por otras más positivas.
En cuanto al montaje teatral de la obra me pareció muy original. Minimalista en cuanto a la decoración escénica pero muy cuidado en el vestuario y maquillaje de los actores. Los efectos de iluminación, contraluces y claroscuros reforzaron bien el sentido trágico de la historia. Las tres Erinias estuvieron magníficas en sus frecuentes monólogos corales con adición de efectos de contorsionismo gimnástico, danza y declamación que reforzaban el carácter violento y cruel de las mismas. Un total de siete actores desarrollaron largos monólogos, con la vehemencia de la declamación típica del antiguo teatro griego. La música y el canto potenció el carácter ritual del mito, pero en ocasiones ocultó el discurso declamado. La importancia relativa de los actores, y su brillantez en la interpretación, siempre está en relación directa a la extensión de los textos que recitan. En este caso fueron sobresalientes Nero Rodríguez (Orestes), Patricia Caro (Electra) y Mar Garrido (Clitemnestra).
El juicio tuvo un final original. Los ciudadanos argivos fueron sustituidos por el público al que se pidió mediante votación (piedras negras o blancas) la condena o absolución de Orestes. De esta forma los asistentes se introducen en la propia obra y se pone a prueba su capacidad crítica y su moralidad.
Los votantes, bien sea por natural compasión o por conocer el final de la tragedia de Esquilo, eligieron la absolución. No sabremos si con esa decisión eligieron, o no, la tesis existencialista que proclama la libertad y responsabilidad individual más allá de consideraciones y prejuicios morales o religiosos.
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