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martes, 2 de abril de 2024

LUCIÉRNAGAS. Mar de los Ríos

    Mar de los Ríos me parece una escritora interesante y algo contradictoria. Resulta muy llamativo su empeño en reducir la exposición mediática al mínimo. En efecto, su perfil biográfico está casi ausente en la red. Lo poco que conocemos de su vida lo dosifica ella misma en una entrevista, y su presencia se reduce a la reseña de sus libros en las redes comerciales habituales. Sin embargo, dispone de un perfil en Facebook, y una web personal a la que siempre remite.

    Se ha dicho que esa especie de pudor a la hora de encubrir edad, localidad de nacimiento o currícum profesional, tiene la intención de evitar protagonismo y destacar ante el lector su proyecto literario. Esa decisión de proteger la intimidad me parece loable. Pero vivimos en un mundo que, para bien o para mal, potencia la popularidad a través de los medios de comunicación. Se puede escribir para uno mismo o para un reducido círculo de amigos, pero editar lo escrito lleva implícito el intento de llegar a un máximo de público lector y en ese caso, limitar la difusión mediática, que incluye lo personal, es toda una contradicción.

    Ahora es el momento de decir que Mar de los Ríos me parece una excelente escritora si tengo que opinar tras la lectura que hoy comento. Pero también debo aclarar que la novela me ha llegado mediante una propuesta de mi club de lectura, que se nutre de la biblioteca del Centro Andaluz de las Letras. Por estos y otros datos relativos a la edición, presumo que la difusión del libro ha sido limitada y no va más allá del ámbito regional andaluz.

    Luciérnagas (2016) es la continuación de Casa de ánimas (2015) pero ambas novelas pueden leerse por separado sin perder entidad narrativa. El título tiene un sentido metafórico que resulta explícito en el relato. Está ambientada en Granada y en 1773, finales del siglo XVIII, el de la Ilustración francesa, el Siglo de las Luces que aún no iluminaban a nuestro país. Por dicha ambientación y por la presencia de algunos personajes históricos en la ficción, puede ser catalogada de entrada como novela histórica, y con algunos ingredientes que pueden asegurar el éxito, tales como cierto maniqueísmo en el carácter de los personajes y un final algo forzado pero feliz. En fin, el esquema que tanto popularizó Ken Follett en Los pilares de la tierra, pero afortunadamente bastante más breve en la narración.

     Para mí, lo más destacable es la inspiración, la intención y el estilo literario del relato. En referencia a lo primero, la escritora se reconoce admiradora del realismo mágico y lo introduce con acierto en la trama argumental con esas ánimas del purgatorio, principalmente Sabina, que se aparecen a la protagonista principal, la joven Eulalia, y la avisan de peligros, auguran el inexorable destino o reconducen su vida.

    De otra parte, Mar de los Ríos reconoce una clara intención. Estamos ante una novela femenina y feminista. Su objetivo es hablar de mujeres y del mundo desde la perspectiva femenina. Las protagonistas son mujeres empoderadas, de espíritu libre que luchan por superar el oscurantismo propio de su época y el machismo de una sociedad patriarcal. Como las luciérnagas, despliegan su luz interior y se apagan cuando amenaza el peligro.

    La historia de Eulalia y Sor Adoración mantiene el interés hasta el final, al tiempo que justifica un capítulo central donde se cuenta la vida de mujeres que fueron marginadas y silenciadas a lo largo de historia. Algunas más famosas como la reina Juana de Castilla, la pintora Sofonisba Anguissola, o la música Marianne Mozart (Nannerl), y otras desconocidas como las escritoras Cristina de Pisan, Leonor López Carrillo, Isabel de Villena que fueron pioneras en la literatura de su época.

    No me parece interesante incidir en el argumento de la novela. Los que la han leído conmigo lo conocen y no pretendo arruinarlo a los demás, que por otra parte pueden encontrarlo en el amplio resumen promocional disponible en la red. Pero sí quiero destacar ciertos aspectos de la ambientación histórica como las descripciones de la Granada dieciochesca; el papel residual pero aún peligroso de la Inquisición; la tímida apertura a las ideas ilustradas personificadas en el rey Carlos III, y otros muchos que conforman un vivo retrato social de aquel siglo.

    En lo referente al estilo literario diré que la autora despliega un buen arsenal de recursos para trasladarnos en el tiempo mediante analepsis que armonizan a la perfección con la línea temporal de la acción principal. Para ello alterna el narrador omnisciente, en tercera persona, con las cartas, del pasado y del presente, y los diálogos de los personajes en primera persona. Para reforzar el realismo de éstos últimos utiliza un lenguaje plagado de palabras y modismos del argot granadino que no solo nos sitúan en el contexto histórico, sino que sirven para reforzar el carácter de los protagonistas. De otra parte, las alusiones y las citas metaliterarias aportan un cierto sentido poético a la narración.

    Para terminar, reconozco estar saturado de tanta novela histórica como he leído desde mi juventud, por eso no dejo de considerar ésta como una más. Pero aprecio la encomiable intención feminista de equiparación de los sexos y el reconocimiento del papel de la mujer en la historia. Y por último, he descubierto a una buena escritora que parece haber renunciado a la difusión popular de su obra en aras de preservan su propia autenticidad. Pero es que no se puede hacer la tortilla sin cascar el huevo.  

 

 

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