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viernes, 23 de septiembre de 2011

RECITAL LÍRICO


Este año vivimos inmersos en la desaceleración, o la crisis, como se quiera llamar a  la actual depresión económica que nos amenaza con la  quiebra del país.  En esta situación  la  cultura suele ser la primera víctima ofrecida en el altar  de los sacrificios que imponen las políticas de austeridad. Y aún así  nos sentiremos aliviados si  los recortes  no deterioran  demasiado la educación de  nuestros hijos, ya de por sí deficiente, porque sabemos que ésta es condición previa de aquélla. 
          Esta introducción viene a cuento porque  los efectos de la crisis  ya se comienzan a notar sobre  la programación de espectáculos y actos culturales  de nuestra ciudad.  Por lo pronto se han suprimido dos festivales de música tradicionales en la temporada estival, uno de jazz y otro de música antigua. Me temo que el conocido como “Festival de otoño”, que incluye en su programación conciertos musicales y teatro, será el siguiente en desaparecer a falta de las habituales subvenciones de la administración municipal   y las cajas de ahorro, que han renunciado a sus obras sociales al reconvertirse en bancos.
          En medio de este desierto  cultural es grato  disfrutar ocasionalmente del  pequeño oasis que representa el recital lírico que hoy nos ocupa, ofrecido por una  sociedad privada de larga evolución histórica,  desde sus orígenes ilustrados y  de vanguardia hasta posiciones más tradicionales y conservadoras, en lo que tienen de positivo y noble estos términos, en cuanto a conservar, promover, y mantener la inquietud cultural  de sus socios.
          Los intérpretes fueron en esta ocasión una pareja de soprano y tenor, ambos  de reconocida trayectoria profesional, que interpretaron un programa a base de arias de ópera y canción napolitana en la primera parte  y  fragmentos de zarzuela en la segunda.  La interpretación fue brillante y amena por la popularidad de algunas de las piezas escogidas. Para mi gusto destacó más el tenor y  tras la audición creo saber  la razón.
          En el folleto de presentación  se le calificaba como tenor lírico-spinto y esto me ha dado ocasión de  documentar mi escasa cultura musical. Resulta que este tipo de tenor llega a su tesitura de agudos con una exagerada presión subglótica de aire y esto le presta un canto más potente. En realidad desde el punto de vista técnico parece que es más defecto que virtud ya que  la potencia de la voz  se tiene a costa de renunciar a  otros virtuosismos basados en inflexiones o modulaciones de la misma. Este tipo de tenor se pudo de moda en el XIX cuando las óperas románticas impusieron una mayor orquestación y el spinto (empuje) permitía al cantante sobreponerse a la orquesta e interpretar papeles de personajes más dramáticos y emotivos. Fue, en suma, esta  fuerza y emotividad de la interpretación del tenor la que apagó un tanto  a la soprano. 

jueves, 15 de septiembre de 2011

LA AVENTURA EQUINOCCIAL DE LOPE DE AGUIRRE. Ramón J. Sender


La figura del conquistador vasco Lope de Aguirre parece haber ejercido una fuerte atracción en la literatura y el cine. Además de la presente novela, hay otras cuatro más, escritas por autores muy conocidos, entre otros el venezolano Arturo Uslar-Pietri. Hay además dos buenas películas sobre su aventura amazónica, “Aguirre, la cólera de Dios” de Werner Herzog, y “El Dorado” de Carlos Saura.
Lope de Aguirre (1510-1561), de origen vasco, hijo de hidalgos pobres, pasó al Perú atraído por las riquezas  del recién descubierto imperio inca. Participó en las luchas civiles entre Pizarro y Almagro y despues se enroló en la expedición de Pedro Ursúa que, a través del río Amazonas, partió a la búsqueda de “El Dorado”. Finalmente se rebeló contra la corona española declarándose independiente  y fue derrotado en Venezuela. Lo que hace interesante la figura de este conquistador y aventurero es la multiplicidad de matices  de su personalidad, orgullo herido, resentimiento, rebeldía,  ambición de riqueza pero más aún de poder, traición pero teñida de ansias de libertad e independencia, anticlericalismo en un católico confeso, asesino cruel pero padre amante.  Muchos de esos aspectos se insinúan en la carta que dirigió a Felipe II.
Sus contemporáneos lo llamaron “el loco” y él a si mismo se llamó traidor y se apodó “el peregrino” y “príncipe de la libertad”. Esta compleja y contradictoria personalidad se manifestó en la aventura  de “el Dorado”. La búsqueda del mítico país del oro que fue el sueño y el  ambicioso motor de los conquistadores españoles en América. En su caso, el sueño se disolvió en las aguas del río Amazonas y en el inacabable infierno verde de la selva tropical, en un dramático viaje que recuerda mucho al de Kurtz, el personaje de la novela “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad.  Es la inmensa selva la que conduce a la locura de este personaje literario y parece que tuvo el mismo efecto sobre el conquistador vasco. 
La novela de  Ramón J. Sender nos aproxima de forma bastante creíble a los hechos históricos y a la figura del personaje. Para ello se ha basado en su biografía y en la carta remitida a Felipe II que, en mi opinión, es como un fiel autorretrato de Aguirre. Siguiendo esta misma senda está  la película de Carlos Saura que, aunque fiel a los datos históricos, deja algo difuminada y sin personalidad la figura del protagonista. En cambio la del alemán W. Herzog, con la soberbia interpretación de Klaus Kinski, se aparta bastante de lo verosímil histórico pero acrecienta al personaje e incide en la visión de Conrad, en la selva que enloquece al hombre, en el viaje hacia la muerte. Un efecto letal que puede resumirse en la frase final de Kutz en “Apocalypse Now” (inspirada en la novela de aquel), puesta en boca de  Marlon Brando  “… ¡¡ el horror ¡¡ ”.

jueves, 8 de septiembre de 2011

EL RECURSO DEL MÉTODO. Alejo Carpentier


          Es la tercera novela que leo de este autor cubano y, como las dos anteriores, “El Siglo de las Luces” y “¡Écue-Yamba-O¡”, esta tampoco me ha defraudado. Me gusta su estilo barroco exuberante en sinónimos, su gran  erudición, las frecuentes alusiones marginales a personajes, acontecimientos políticos, movimientos literarios o artísticos, que te sitúan claramente en un momento histórico determinado sin necesidad de recurrir a fechas o citas explícitas.
          Alejo Carpentier (1904-1980) fue un escritor cubano que recibió desde la infancia una educación esmerada y cosmopolita; sus padres, un arquitecto francés y una profesora de origen ruso, le imprimieron un cierto mestizaje cultural, y su formación posterior se  enriqueció con viajes frecuentes y estancias prolongadas en Venezuela, Haití, y Francia. En este último país entró en contacto con el surrealismo y posteriormente se integró en las vanguardias latinoamericanas del “realismo mágico” siendo reconocido como uno de los miembros de este movimiento. Aún así, los críticos reconocen discretas diferencias conceptuales entre “realismo mágico” y lo que entiende Carpentier como lo “real maravilloso”, es decir, un sentimiento de sorpresa ante lo inusual o inesperado, una sensación que el escritor hace extensiva a la realidad de toda América latina, como comunidad cultural, sin distinción de países. Es lo que podría considerarse como un “surrealismo suramericano”  
                En “El recurso del método” el escritor cubano  trata la figura del “dictador bananero” que, como se indica en la introducción de la contraportada del libro, constituye todo un subgénero de la literatura latinoamericana con novelas como “El Señor Presidente” de Miguel Ángel Asturias, “Yo el Supremo” de Roa Bastos y “El Otoño del Patriarca” de García Márquez. Se olvida, no sé si deliberadamente, otro título de este subgénero que a mi entender es el precursor de todos ellos, me refiero a “Tirano Banderas” de Valle Inclán.
          Aunque Carpentier introduce en su obra elementos surrealistas en relación a sueños o ideas del personaje, nada tienen que ver con el “realismo fantástico” llevado al extremo por García Márquez o el  excesivo localismo saturado de mitología  de Miguel Ángel Asturias, que con tanta frecuencia hacen tediosa y dificultan la lectura a los europeos. Es mi opinión personal, supongo que muy discutible. Lo cierto es que Carpentier, con ser cubano hasta la médula, es para mí el autor latinoamericano más europeo, de ahí la facilidad para asimilar su obra literaria. El barroquismo, tan propio del escritor, enriquece el lenguaje y el estilo de sus novelas sin perder por ello claridad.

Finalmente quiero destacar el  juego que Carpentier mantiene desde principio a final de la obra en cuanto a mantener incógnita la localización y el nombre del país gobernado por el Primer Magistrado. Por supuesto todos los nombres de ciudades (Nueva Córdoba, Puerto Araguato, Ciudad  Moreno) son ficticios, pero sucesivamente se aportan datos que te hacen pensar en distintos países reales sin que podamos concretar ninguno, reforzando así una total ambigüedad al respecto. Por el contrario, las coordenadas temporales de la acción están claramente establecidas entre finales del XIX y primer tercio del siglo XX, ya que alude a dictadores reales de ese período como Porfirio Díaz o Estrada Cabrera. Pienso que esta ambigüedad es deliberada y supone el reconocimiento de la figura del “dictador bananero” como fenómeno generalizado en aquella época, que pudo afectar a cualquier país hispanoamericano, el  “patio trasero” de los yanquis. Después vendrían las sangrientas dictaduras militares del cono sur, pero estas tienen claros aspectos diferenciales  con respecto a las anteriores.

jueves, 1 de septiembre de 2011

LOS PUENTES DE LONDRES. James Patterson


Otra novela de la serie negra, entretenida y liviana, ideal para refrescar las neuronas entumecidas por la solanera estival. Es obra de  James Patterson, un escritor norteamericano especializado en novelas de acción y suspense. En las reseñas biográficas consultadas destaca la abundante producción de best sellers con todos los records en su haber, diecinueve números uno consecutivos, y en ventas superior a autores tan renombrados como Stephen King o Dan Brown.  En lo negativo, se le acusa  de que su prolífica obra literaria se debe al trabajo asociado de muchos coautores lo que en el argot literario se conoce como “negros”.
          Los puentes de Londres es la décima novela de un total de diecisiete que constituyen una grupo dedicado por el autor al personaje de Alex Cross, un psicólogo del FBI. Como no he leído ninguna de las otras, espero que esta no sea una de las mejores porque, en tal caso, el conjunto de la serie merecería el justo castigo del “dios de las letras” al estilo de las bíblicas Sodoma y Gomorra.
          El “malo” de la trama argumental, un terrorista internacional, frio, vengativo, sádico, todopoderoso, y altamente tecnificado, recuerda un poco a los personajes malvados de la serie de James Bond (Ian Fleming) tales como el Doctor No, o Goldfinger, unos malos de perversión inútil y algo ingenua. En nuestro caso, el siniestro personaje conocido como “El Lobo” dispone además de medios de destrucción masiva desproporcionados y un sistema de autoprotección que roza lo ilusorio. En cuanto al personaje central, el detective psicólogo Alex Cross, se manifiesta como una persona familiar, con hijos de varias mujeres repartidos entre las dos costas, que vuela en avión de continuo para verlos y por requerimiento de su trabajo. Aparte de hacer turismo a costa del contribuyente, se limita a observar y sufrir impotente los sucesivos ataques terroristas, sin molestarse en hacer el menor análisis deductivo o inductivo que permita descubrir  la identidad del Lobo al que descubre finalmente gracias al azar.
          La estructura narrativa está muy fragmentada, con frecuentes flashback, aunque la amenaza terrorista, que es la base del argumento, impone una cierta unidad de tiempo al relato.
          En fin, espero no desanimar a nadie con esta crítica negativa. Repito que este tipo de literatura intrascendente cumple bien su función de entretener y  no hacer pensar demasiado. Eso si, en mi opinión estas novelas no deben de buscarse  en los mostradores de “los más vendidos” de las librerías. Es preferible encontrarlas en ediciones de bolsillo o incluso como regalo de algún periódico o revista; una fórmula mucho más barata que atenúa la sensibilidad crítica y hace más tolerable su lectura.