Este año
vivimos inmersos en la desaceleración, o la crisis, como se quiera llamar a  la actual depresión
económica que nos amenaza con la  quiebra
del país.  En esta situación  la 
cultura suele ser la primera víctima ofrecida en el altar  de los sacrificios que imponen las políticas
de austeridad. Y aún así  nos sentiremos
aliviados si  los recortes  no deterioran 
demasiado la educación de 
nuestros hijos, ya de por sí deficiente, porque sabemos que ésta es
condición previa de aquélla.  
          Esta introducción viene a cuento
porque  los efectos de la crisis  ya se comienzan a notar sobre  la programación
de espectáculos y actos culturales  de
nuestra ciudad.  Por lo pronto se han
suprimido dos festivales de música tradicionales en la temporada estival,
uno de jazz y otro de música antigua. Me temo que el conocido como “Festival de otoño”, que incluye en
su programación conciertos musicales y teatro, será el siguiente en desaparecer
a falta de las habituales subvenciones de la administración municipal   y las cajas de ahorro, que han renunciado a
sus obras sociales al reconvertirse en bancos. 
          En medio de este desierto  cultural es grato  disfrutar ocasionalmente del  pequeño oasis que representa el recital lírico que hoy nos ocupa,
ofrecido por una  sociedad privada de
larga evolución histórica,  desde sus
orígenes ilustrados y  de vanguardia
hasta posiciones más tradicionales y conservadoras, en lo que tienen de
positivo y noble estos términos, en cuanto a conservar, promover, y mantener la
inquietud cultural  de sus socios. 
          Los intérpretes fueron en esta ocasión
una pareja de soprano y tenor, ambos  de
reconocida trayectoria profesional, que interpretaron un programa a base de
arias de ópera y canción napolitana en la primera parte  y 
fragmentos de zarzuela en la segunda. 
La interpretación fue brillante y amena por la popularidad de algunas de
las piezas escogidas. Para mi gusto destacó más el tenor y  tras la audición creo saber  la razón. 
          En el folleto de presentación  se le calificaba como tenor lírico-spinto y esto me ha dado ocasión de  documentar mi escasa cultura musical. Resulta
que este tipo de tenor llega a su tesitura de agudos con una exagerada presión
subglótica de aire y esto le presta un canto más potente. En realidad desde el
punto de vista técnico parece que es más defecto que virtud ya que  la potencia de la voz  se tiene a costa de renunciar a  otros virtuosismos basados en inflexiones o
modulaciones de la misma. Este tipo de tenor se pudo de moda en el XIX cuando
las óperas románticas impusieron una mayor orquestación y el spinto
(empuje) permitía al cantante sobreponerse a la orquesta e interpretar papeles
de personajes más dramáticos y emotivos. Fue, en suma, esta  fuerza y emotividad de la interpretación del
tenor la que apagó un tanto  a la
soprano. 


