Otra novela de la serie negra,
entretenida y liviana, ideal para refrescar las neuronas entumecidas por la
solanera estival. Es obra de James
Patterson, un escritor norteamericano especializado en novelas de
acción y suspense. En las reseñas biográficas consultadas destaca la abundante
producción de best sellers con todos
los records en su haber, diecinueve números uno consecutivos, y en ventas
superior a autores tan renombrados como Stephen
King o Dan Brown. En lo negativo, se le acusa de que su prolífica obra literaria se debe al
trabajo asociado de muchos coautores lo que en el argot literario se conoce
como “negros”.
Los puentes de Londres es la décima
novela de un total de diecisiete que constituyen una grupo dedicado por el
autor al personaje de Alex Cross, un psicólogo del FBI. Como no he leído
ninguna de las otras, espero que esta no sea una de las mejores porque, en tal
caso, el conjunto de la serie merecería el justo castigo del “dios de las
letras” al estilo de las bíblicas Sodoma y Gomorra.
El
“malo” de la trama argumental, un terrorista internacional, frio, vengativo,
sádico, todopoderoso, y altamente tecnificado, recuerda un poco a los
personajes malvados de la serie de James
Bond (Ian Fleming) tales como el
Doctor No, o Goldfinger, unos malos
de perversión inútil y algo ingenua. En nuestro caso, el siniestro personaje
conocido como “El Lobo” dispone además de medios de destrucción masiva
desproporcionados y un sistema de autoprotección que roza lo ilusorio. En
cuanto al personaje central, el detective psicólogo Alex Cross, se manifiesta como una persona familiar, con hijos de
varias mujeres repartidos entre las dos costas, que vuela en avión de continuo
para verlos y por requerimiento de su trabajo. Aparte de hacer turismo a costa
del contribuyente, se limita a observar y sufrir impotente los sucesivos
ataques terroristas, sin molestarse en hacer el menor análisis deductivo o
inductivo que permita descubrir la identidad
del Lobo al que descubre finalmente gracias al azar.
La
estructura narrativa está muy fragmentada, con frecuentes flashback, aunque la amenaza terrorista, que es la base del
argumento, impone una cierta unidad de tiempo al relato.
En
fin, espero no desanimar a nadie con esta crítica negativa. Repito que este
tipo de literatura intrascendente cumple bien su función de entretener y no hacer pensar demasiado. Eso si, en mi
opinión estas novelas no deben de buscarse
en los mostradores de “los más vendidos” de las librerías. Es preferible
encontrarlas en ediciones de bolsillo o incluso como regalo de algún periódico
o revista; una fórmula mucho más barata que atenúa la sensibilidad crítica y
hace más tolerable su lectura.
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