La figura
del conquistador vasco Lope de Aguirre parece haber ejercido una fuerte
atracción en la literatura y el cine. Además de la presente novela, hay otras
cuatro más, escritas por autores muy conocidos, entre otros el venezolano
Arturo Uslar-Pietri. Hay además dos buenas películas sobre su aventura
amazónica, “Aguirre, la cólera de Dios” de Werner Herzog, y “El Dorado”
de Carlos Saura.
Lope
de Aguirre
(1510-1561), de origen vasco, hijo de hidalgos pobres, pasó al Perú atraído por
las riquezas del recién descubierto imperio inca. Participó
en las luchas civiles entre Pizarro y Almagro y despues se enroló en la
expedición de Pedro Ursúa que, a través del río Amazonas, partió a la búsqueda de “El Dorado”. Finalmente se rebeló contra la corona española declarándose
independiente y fue derrotado en
Venezuela. Lo que hace interesante la figura de este conquistador y aventurero
es la multiplicidad de matices de su
personalidad, orgullo herido, resentimiento, rebeldía, ambición de riqueza pero más aún de poder, traición
pero teñida de ansias de libertad e independencia, anticlericalismo en un
católico confeso, asesino cruel pero padre amante.
Muchos de esos aspectos se insinúan en la carta que dirigió a Felipe II.
Sus contemporáneos lo llamaron “el
loco” y él a si mismo se llamó traidor y se apodó “el peregrino” y “príncipe de
la libertad”. Esta compleja y contradictoria personalidad se manifestó en la
aventura de “el Dorado”. La búsqueda del
mítico país del oro que fue el sueño y el
ambicioso motor de los conquistadores españoles en América. En su caso,
el sueño se disolvió en las aguas del río Amazonas y en el inacabable infierno
verde de la selva tropical, en un dramático viaje que recuerda mucho al de Kurtz, el personaje de la novela “El
corazón de las tinieblas” de Joseph
Conrad. Es la inmensa selva la que
conduce a la locura de este personaje literario y parece que tuvo el mismo
efecto sobre el conquistador vasco.
La novela de Ramón
J. Sender nos aproxima de forma bastante creíble a los hechos históricos y
a la figura del personaje. Para ello se ha basado en su biografía y en la carta
remitida a Felipe II que, en mi opinión, es como un fiel autorretrato de Aguirre. Siguiendo esta misma senda está
la película de Carlos Saura que, aunque fiel a los datos históricos,
deja algo difuminada y sin personalidad la figura del protagonista. En cambio
la del alemán W. Herzog, con la
soberbia interpretación de Klaus Kinski,
se aparta bastante de lo verosímil histórico pero acrecienta al personaje e incide
en la visión de Conrad, en la selva
que enloquece al hombre, en el viaje hacia la muerte. Un efecto letal que puede
resumirse en la frase final de Kutz
en “Apocalypse Now” (inspirada en la novela
de aquel), puesta en boca de Marlon Brando “… ¡¡
el horror ¡¡ ”.
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