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lunes, 6 de agosto de 2012

EL TEMBLOR DEL HÉROE. Álvaro Pombo


Álvaro Pombo es un autor consagrado y reconocido de nuestras letras, elegido en 2004 miembro de la Real Academia Española  ha  sido  galardonado con múltiples premios literarios, es además un personaje controvertido como político y activista por lo polémico de algunas de sus declaraciones en estos y otros ámbitos de su personalidad pública.  Controvertida y discutible es también su última novela, El temblor del héroe, ganadora del premio Nadal de este año 2012. Las opiniones sobre la misma oscilan entre aquellos que la califican como novela vanguardista e innovadora además de  una apuesta arriesgada, hasta los que la consideran una obra experimental, ambigua, confusa, y un proyecto fracasado no merecedor de tan prestigioso premio.
          Se trata  desde luego de una novela extraña  porque la ficción literaria está impregnada de un trasfondo filosófico y de un análisis psicológico de los personajes que por momentos le hacen parecer un ensayo. No he leído otros libros del autor pero me parece que estos componentes son frecuentes en su obra ya que él mismo  define su método  literario como psicología-ficción. El personaje principal es Román, un profesor universitario jubilado en plena decadencia, nostálgico de sus tiempos de enseñante, que ha establecido complejas relaciones  con dos de sus antiguos alumnos  a medio camino entre lo intelectual y lo sentimental, pero en realidad es indiferente a todo lo que le rodea. Un nuevo personaje, el joven Héctor entra en su vida. El viejo profesor siente curiosidad por su nuevo amigo que arrastra un drama personal en el cual  será incapaz de implicarse. Aunque toda la trama argumental gira en torno de Román, el auténtico héroe es Héctor, capaz de luchar y sacrificarse por lo que quiere, no en balde su nombre nos recuerda al héroe  homérico  con el que tiene un cierto paralelismo simbólico. Una historia relativamente simple es el terreno que da pie al autor para plantear y analizar algunos de  los grandes asuntos de las relaciones interpersonales; la traición, la cobardía, la insensibilidad ante el dolor ajeno, el sentimiento de culpa y arrepentimiento, el amor y la homosexualidad, en suma muchos de los  problemas  existenciales del ser humano. El escritor ha querido darle también un sentido simbólico a su narración cuando declara que “es una historia sobre la indiferencia y pasividad de los intelectuales hoy en día”.  También  le gusta decir que: “no escribe historias sino que las explica”, y esto se pone de manifiesto en la  técnica narrativa de la novela, original en cierta medida. La historia está contada en tercera persona por un narrador omnisciente que se identifica con el propio escritor, que está en un plano de superioridad casi olímpica desde el cual conoce los pensamientos y los sentimientos de los personajes, se atreve a analizarlos y opinar sobre los mismos y se los explica al lector  intentando establecer con él  una relación de complicidad. Hasta se permite la humorada de citarse a sí mismo en el relato. El lenguaje utilizado oscila entre lo culto, con sobreabundancia de citas filosóficas de Marcuse, Nietzsche, Barthes, Kierkegaard, entre otros muchos, hasta giros y términos de la actual jerga juvenil.
          Hasta aquí todo lo que de bueno puede decirse de esta novela.  En el lado negativo del balance hay que destacar  el exceso de reflexión y la falta de acción. Los conflictos de los personajes parecen más psicológicos que reales y de esta forma la historia fracasa en sostener un ritmo dramático ascendente capaz de mantener el interés del lector. Las abundantes citas en latín e inglés demuestran la gran erudición del autor pero en muchas ocasiones aportan poco al relato y no están justificadas. Ya se sabe que  cultura y pedantería están muchas veces separadas por una fina línea  y creo que en esta ocasión el límite se rebasa  con  frecuencia.
          En resumen, se trata de una novela ético-filosófica densa, bastante ambigua y algo pedante. Sólo el hecho de ser corta la salva del total aburrimiento del lector.  

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