Parece
claro que  la experiencia  vital del escritor  siempre influye de alguna forma en su
producción literaria. El espíritu viajero de Jack London  o Joseph Conrad, por  citar algunos  ejemplos, quedó plasmado en  sus
novelas de aventuras. Pero si hay un escritor en el que tal supuesto  se cumple con exactitud ese es George Orwell (1903-1950), un hombre
profundamente  marcado por sus vivencias
personales. En su juventud militó en la policía imperial india lo
que le hizo desarrollar un fuerte sentimiento anticolonial que expresó en su
novela  “Los días de Birmania”. Después sobrevivió haciendo trabajos variados
rozando en ocasiones la indigencia, lo cual recuerda en su novela  “Sin blanca en París y Londres”. El
contacto con las clases sociales más desfavorecidas  lo reflejó en su obra “El camino a Wigan
Pier” y su compromiso con la justicia social lo llevó a  posiciones políticas de izquierda y a
alistarse voluntario  para luchar como
miliciano en la guerra civil española, experiencia que plasmó en “Homenaje a
Cataluña”. Durante la  Segunda Guerra
Mundial  trabajó como periodista y pudo
comprobar los excesos del nazismo pero también se le hicieron patentes los
abusos del estalinismo. Fruto de su aversión hacia los totalitarismos fueron
sus dos mejores novelas, “1984”  y
ésta que comentamos hoy, ambas convertidas en auténticos clásicos de la
literatura moderna.
          Rebelión
en la granja (1945) es una novela corta que fue concebida por el autor como
una fábula satírica contra el estalinismo. Cuenta la historia  de los animales de una granja que se rebelan
contra sus dueños y establecen un sistema de convivencia que termina
degenerando en una nueva tiranía. Para los que conocen la historia es fácil
identificar  en cada uno  de los animales el correspondiente  personaje histórico o grupo social del periodo
en que Stalin dominó el régimen comunista en la Unión Soviética. Pero la novela
tiene una segunda lectura  que trasciende
la crítica  del estalinismo para
profundizar en la corrupción que a todos los niveles engendra el poder político,
que a falta de control tiende hacia el totalitarismo. En esta segunda lectura
el mensaje es claro y puede ser captado por cualquiera con independencia de sus
conocimientos históricos, por tal motivo la novela ha sido utilizada a menudo
como herramienta educativa para 
escolares en asignaturas de 
formación democrática  ya que su
lenguaje además es sencillo y bastante asequible. 
          George Orwell fue siempre un
escritor políticamente incorrecto. Ahora sabemos que durante años fue
vigilado  por la policía inglesa por su
militancia izquierdista y que, justo cuando terminó  “Rebelión en la granja” la novela tuvo
problemas para encontrar editor porque en 1945, a finales de la guerra mundial,
la URSS era aliada  de Gran Bretaña  y la fábula era tan clara en sus alusiones
que podía ofender a Stalin. Lo cierto es que el escritor y periodista
británico, además de inoportuno y molesto para el poder político en aquellos años,
es reconocido hoy como ejemplo de intelectual comprometido  con sus ideales. 
          En cuanto a la novela, mejor que
comentarla es leerla directamente. Es de fácil 
y breve lectura, nos  hará
pensar  y nos divertirá  al  mismo
tiempo. 

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