En la corta
historia del cómic moderno, al dibujante Will
Eisner (1917-2005) se le considera como un pionero. A él se debe el
concepto de novela gráfica formulado cuando se editó esta trilogía que
hoy comento. Hasta entonces el cómic se había desarrollado en tiras cortas de
viñetas de prensa que evolucionaron en la década de los 30 hacia el cómic
book, es decir, una revista o cuadernillo con grapas y papel barato, con
baja calidad de impresión y por entregas de una periodicidad determinada. Fue
la época de los superhéroes como Supermán. El propio Eisner se consagró
como historietista con la serie The Spirit (1939-1952), protagonizada
por un enmascarado detective sin superpoderes, protector frente al crimen en la
ciudad ficticia de Central City. Con ella tuvo ocasión de destacar como
dibujante gracias a los originales encuadres de tipo cinematográfico y los
efectos de luces y sombras. Durante casi 20 años estuvo apartado de la
creación, y cuando sólo se esperaba su jubilación regresó con esta novela gráfica
que supone la consagración del cómic como subgénero literario que fusiona
dibujo y narrativa. Se define como una historia única y extensa que trata de
temas profundos, con guion de un solo autor y en formato libro. Con este tipo
de obras el cómic abandona el mundo infantil y juvenil y se introduce en la
literatura de adultos.
La
primera novela, Contrato con Dios,
se publicó en 1978 y fue elaborada lo largo de dos años. A esta le siguieron
otras dos que comparten un espacio común porque son historias que se
desarrollan en la Avenida Dropsie, una calle ficticia del barrio
neoyorquino del Bronx. La mayoría de los protagonistas principales son judíos
como el propio autor y comparten con él algunos rasgos de tipo autobiográfico. El
marco temporal en que se ambientan es el de los años treinta, durante la gran
Depresión, y muestran la miseria y el fracaso social de las clases bajas y
marginadas, pero también su conciencia solidaria. Al final de su vida Will
Eisner decidió editar las tres novelas juntas como una trilogía. El volumen
que tengo en mis manos es la segunda edición del publicado en 2017 con motivo
del centenario del nacimiento del autor.
Contrato con Dios contiene cuatro
relatos que se desarrollan en un viejo edificio de apartamentos de alquiler en
la Avenida Dropsie. El primero, del mismo título, es la historia de Frimme
Hersch, un judío devoto que, tras la muerte de su única hija, considera
roto su particular contrato con el Creador y se convierte en casero usurero. En
el siguiente, un cantante callejero desaprovecha, por su afición a la bebida, la
oportunidad de alcanzar la gloria que le ofrece una vieja diva de la ópera. En El
Super, una niñita inocente, Rosie, acaba con la reputación de un
depravado casero. En Cookalein se nos muestra el veraneo de las clases
humildes en una colonia de apartamentos, con derecho a cocina comunal, próxima
a Nueva York. Es el pequeño reino de la falsa apariencia y de las esperanzas
juveniles de encontrar un buen partido matrimonial. Las historias en su
conjunto muestran la soledad de los personajes, la miseria ambiental y el
fracaso del sueño americano
La
segunda novela, Ansias de vivir, la
protagoniza Jacob Shtarkah, que
en sus reflexiones, teñidas de matices existencialistas, personifica las
inquietudes y la lucha que al parecer libró el propio Eisner a lo largo de su vida. Durante el relato interacciona con
otros personajes que nos ilustran el Crack
del 29, la Gran Depresión, o el
auge del comunismo.
Mientras que en la primera novela
predomina el enfoque emotivo y dramático y en la segunda los temas sociales, la
tercera, Avenida Dropsie, es un
estudio histórico de la evolución de esa avenida, y por extensión del barrio
del Bronx, a lo largo de casi tres siglos. Nos presenta aquí los cambios
urbanos a consecuencia de las sucesivas oleadas de emigrantes europeos que lo
fueron ocupando, desde los holandeses de la primitiva colonia de Nieuw Amsterdam a las casas señoriales
de importantes familias inglesas. Después el continuo ciclo de muerte y
resurrección con los irlandeses, judíos, italianos, afroamericanos y
portorriqueños, siempre en un lento y progresivo deterioro urbanístico y
social.
En cuanto al dibujo, en Contrato con Dios predomina el rayado y
el claroscuro que enfatiza el dramatismo. El texto está caligrafiado como parte
del dibujo y no existen los tradicionales marcos de separación en viñetas, en
tanto que son los edificios y las estructuras (puertas, ventanas) los que hacen
este papel y refuerzan la verticalidad. Las figuras humanas tienen toques de
caricatura, pero los rostros reflejan perfectamente las emociones. En la
primera novela de la trilogía predomina lo visual mientras que las otras dos
abundan en diálogos.
En fin, una estupenda novela gráfica,
interesante como crónica social de una época y de un distrito de Nueva York
bien conocido por el autor que vivió allí gran parte de su vida. Los personajes
extraídos de la vida cotidiana, emotivos y sencillos, humanizan dicha crónica y
nos recuerdan que la historia no es solo un conjuntos de hechos más o menos
objetivos, sino que se nutre de nosotros, de la suma de nuestras voluntades y a
veces de la inconsciencia sobre las consecuencias de nuestros actos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario