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martes, 29 de abril de 2025

APEGOS FEROCES. Vivian Gornick

 

El feminismo como movimiento que persigue la liberación de la mujer y su equiparación en derechos con los hombres cuenta ya con dos siglos de historia. Desde unas pocas primeras precursoras ideológicas en el siglo XVIII, evolucionó por olas, desde la primera con las sufragistas como protagonistas, a principios del siglo XX, se diversificó después en distintas corrientes como el feminismo socialista o marxista y el feminismo radical, que propone una reordenación en lo social que tienda a eliminar la supremacía masculina.

Esta introducción reduccionista viene a cuento por el libro que hoy comento y su autora Vivian Gornick (1935). Hija de una familia de emigrantes judíos de origen eslavo, nació en el Bronx.  Sus padres, de clase obrera y orientación socialista, le inspiraron en la adolescencia un feminismo de tipo marxista. En la década de los 60, la educación universitaria supuso para ella una verdadera renovación intelectual y la evolución hacia el feminismo radical de la segunda ola. Se convirtió en activista y apoyó la creación de grupos de acción política. Sus ideas las expuso, primero en la prensa, narrando las alternativas del movimiento feminista, después las trasladó a la crítica literaria y por fin a su propia producción como escritora, integrada por ensayo y novela, reconocida con distintos galardones.

Apegos feroces (1987) no ha sido traducida y editada en España hasta 30 años después. Su título en inglés, Fierce attachments. A memoir, expresa claramente su condición de memoria personal. Deberíamos esperar la narración del activismo político de la escritora durante los años setenta y ochenta. Interesante en lo histórico, pero con ideas sobre el feminismo en parte superadas por el paso del tiempo.  Si la valoramos sólo así incurriremos en una primera impresión errónea.

Estamos ante unas memorias, pero de tipo intimista en las que la autora indaga en sus sentimientos, pulsiones y contradicciones para explicar su evolución desde la infancia hasta la madurez. En su conjunto podríamos calificarla como novela de aprendizaje.

La trama argumental, aunque rica en matices, es bastante explícita. La difícil relación madre-hija queda claramente expuesta en el resumen de contraportada que reproduzco en parte para evitar otras revelaciones no deseadas: “Desde muy temprano, Gornick se ve influenciada  por dos modelos femeninos muy distintos: uno, el de su madre, una mujer neurótica, terca e inteligente que dedica toda su energía al cuidado de su familia, que coloca el amor en el centro de su existencia y renuncia a cualquier otro ideal; el otro, el de Nettie, la joven vecina…que sólo se siente segura frente a los hombres, consciente de que es sensualidad en estado puro.”

    La estructura narrativa es sencilla. Vivian ya adulta pasea con su madre anciana por las calles de Manhattan en 1987. En sus conversaciones, mediante frecuentes analepsis, se retrotrae al pasado de su infancia y adolescencia en el pobre apartamento del Bronx. En esta memoria novelada de su vida, la escritora no solo relata la evolución de su pensamiento feminista y sus fracasos sentimentales y matrimoniales. Ante todo, se desnuda ante el lector y nos muestra sus debilidades y contradicciones. La opresiva relación de amor-odio con su madre que evoluciona desde una clara dependencia emocional, pasando por la rebeldía hasta conseguir plena autonomía basada en la superioridad intelectual. De otra parte, su relación con Nettie le ayuda a superar tabúes sexuales, pero al mismo tiempo es el comienzo de su liberación del lastre que a su entender supone la pasividad del amor emocional. Entre sus debilidades; las crisis de angustia y autocompasión, y el miedo al fracaso como escritora.

    Aparte de lo dicho, en mi opinión lo más interesante de la novela radica en la perfecta descripción de ambientes en lo social, religioso y político: La pobreza de los judíos del Bronx, la solidaridad de clase y los prejuicios interclasistas.  El retrato de los neoyorquinos como un auténtico mosaico de razas, culturas y religiones en una convivencia siempre tensionada pero posible.

    Para acabar. Estamos ante una buena novela feminista, aunque claramente desfasada y superada en el contexto actual del movimiento. Un buen autorretrato de la escritora, además de profundidad psicológica y sensibilidad en el tratamiento de los múltiples personajes de esta obra coral. Se lee con facilidad.


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