sábado, 19 de febrero de 2011

LAS CIEGAS HORMIGAS. Ramiro Pinilla


El expolio de pecios por parte de las poblaciones ribereñas ha sido práctica habitual desde los comienzos de la navegación. En las orillas atlánticas de Europa siempre hubo zonas de frecuentes tormentas, arrecifes, y escarpadas costas, muy propicias para los naufragios. Entre éstas podemos citar la Costa da Morte en Galicia, el golfo de Vizcaya y la costa occidental de Irlanda. En esta última cuenta una leyenda negra que la miseria de los aldeanos irlandeses les llevaba a colocar fuegos en lo alto de los acantilados, durante las noches de tormenta, para atraer a los barcos de vela que los confundían con faros desde la distancia;  provocaban  así los naufragios y aprovechaban las mercancías arrojadas por el mar a la costa. Sin llegar a estos extremos hay que señalar que el expolio de los productos de un pecio siempre fue considerado un acto ilegal que ya en el derecho romano era duramente castigado como robo. Pero aunque práctica ilegal tengo mis dudas en cuanto a su ilegitimidad ética porque, ¿cómo se puede negar a alguien la propiedad de un bien o cosa encontrada flotando, arrojada a la costa, o en la bodega de un barco a punto de hundirse?, mercancías que, de no ser recogidas, se perderían definitivamente en la profundidad del mar, sin beneficio para nadie.

En la novela “Las ciegas hormigas” toda la trama argumental gira en torno a un pecio. En el marco histórico de los años 50 del pasado siglo, un carguero inglés, que transporta carbón para los altos hornos de Bilbao, naufraga frente a los acantilados de costa Galea, a la entrada de la ría del Nervión. La acción se desarrolla en el corto espacio temporal de apenas tres días y se centra en una  familia de campesinos pobres que pretende recoger el carbón arrojado a la costa, que les ayudará a pasar el crudo invierno, y esto en dura competencia  con los aldeanos de los caseríos próximos. Están dirigidos por el padre, una figura de dimensiones épicas, que encara las dificultades con una tenacidad fría y obstinada enfrentándose a condiciones de extrema adversidad. Esta lucha nos recuerda a los héroes de las epopeyas homéricas, enfrentados a hombres, y a dioses, en una pelea colosal, muchas veces destinada al fracaso pero siempre a la gloria. En el caso de nuestro héroe, el premio  de su lucha es la supervivencia, la fidelidad a unos ideales simples y a una forma de vida ancestral basada en la necesidad del trabajo como razón esencial de la vida humana.
        La acción de la novela, a pesar de la aparente simplicidad argumental, es intensa, de una fuerza apasionante. El enfoque narrativo es relativamente original, de narradores múltiples que cuentan su experiencia en primera persona en tanto que son personajes de la historia y participan en la misma. Uno de ellos, Ismael, el hijo menor, hace las funciones de narrador testigo que siendo personaje secundario nos cuenta la historia del protagonista principal, el padre, único que no es al tiempo personaje y narrador. La figura de Sabas Jauregui, vista desde la ingenua admiración del joven Ismael, refleja la fuerza y la grandeza que aporta al personaje y a la narración su dimensión épica. Los demás personajes, el resto de la familia, narran en primera persona y, mediante la técnica del monólogo interior, piensan en las repercusiones que la acción tiene en sus vidas y sus deseos, aman, admiran, respetan y odian al padre, son en suma los que aportan a la historia la dimensión dramática.
       
En cuanto al autor, Ramiro Pinilla, un escritor vasco ya octogenario, destacar que con esta novela ganó el Premio Nadal de 1960 y tiempo después se apartó de los circuitos comerciales fundando una pequeña editorial que solo distribuyó en la zona de Bilbao y a precio de coste. No entraré a discutir las posibles razones o principios que le llevaron a tomar esa decisión pero si sus consecuencias, las de permanecer casi desconocido para el gran público durante todos estos años en los que ha desarrollado una obra considerable. Afortunadamente, no hace mucho, ha vuelto a entrar en la distribución comercial, espero que sin excesiva renuncia a esos posibles principios antes mencionados. En cualquier caso saludo su decisión que me ha permitido descubrir a un gran escritor vasco y esta novela suya que me parece excepcional desde muchos puntos de vista.

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