sábado, 24 de noviembre de 2012

EL TIEMPO ENTRE COSTURAS. María Dueñas


Con esta novela se inició en la literatura María Dueñas, una profesora universitaria que previamente había sido autora sólo de trabajos de tipo académico.  Editada en el año 2009, se dice que no tuvo inicialmente una excesiva campaña de promoción y pese a eso pronto se convirtió en superventas, ha sido traducida a otros idiomas, galardonada con varios premios, y parece que se ha realizado sobre la misma una serie de televisión que  aún no se ha estrenado. En fin, para la escritora manchega  ha sido, como reza el dicho español, “llegar y besar el santo”. No obstante, el éxito de El tiempo entre costuras no ha sido sólo cuestión de suerte  sino producto de  una conjunción de aspectos favorables, y entre ellos no es de menor importancia el hecho de ser una novela escrita por y para la mujer, con una protagonista femenina; y no quiero con esto expresar ninguna crítica o demérito sino  constatar un hecho conocido, que el público  lector femenino es actualmente mayoritario en el potencial mercado  español. Por otra parte, la autora ha sabido integrar  sabiamente en la trama novelesca elementos propios de varios subgéneros tales como la novela histórica, el thriller de espionaje y hasta la novela rosa. De esta última hay que destacar que el componente sentimental es abundante en la primera parte y esto no presagiaba nada bueno sino una más de este tipo al más puro estilo Danielle Steel, repleta de personajes y situaciones convencionales. Afortunadamente la escritora se encarga de dejarnos claves que nos hacen intuir cambios de enfoque y  progresivamente la acción gana en interés, generando tensión y suspense para terminar enganchando al lector. La protagonista es una modesta costurera, pobre y de escasa formación, que tras sufrir un grave desengaño amoroso se ve abandonada a su suerte y a base de tenacidad y cierto grado de osadía consigue  introducirse en el mundo de la alta costura para acabar envuelta en una trama de intrigas políticas y espionaje. La heroína nos cuenta su historia en primera persona y consigue  de esta forma  la mayor proximidad del lector  y reforzar los aspectos emotivos del relato. Entre los personajes ficticios se mezclan otros reales como Juan Luis Beigbeder, alto comisario en Marruecos y ministro del primer gobierno de Franco en la postguerra, también Ramón Serrano Súñer llamado el “cuñadísimo” del dictador, igualmente ministro de la primera etapa, falangista y filonazi, gran organizador del régimen en sus primeros años y después caído en desgracia y postergado como el anterior. Los rasgos biográficos de ambos personajes  se tratan de forma superficial e integran el ambiente de la novela que se desarrolla en un marco histórico muy determinado que va desde el final de la república y comienzo de la guerra civil española hasta los primeros años tras la misma en plena guerra mundial. La acción se desarrolla en distintas ciudades, el Madrid de antes y después de la guerra, el exotismo y el ambiente colonial de Tánger y Tetuán, capital ésta del Protectorado Español de Marruecos, y Lisboa con su corte de exiliados en tránsito y espías. La protagonista carece en principio de conciencia  social y no toma partido ante el drama  de la guerra, se mantiene alejada de la misma inmersa en el mundo de moda y glamour de la alta sociedad, son finalmente otros personajes los que la  inducen a una cierto grado de  implicación.  
          Entre los aspectos negativos a destacar sobre la trama argumental cabe decir que en algunos momentos es bastante previsible y  en otros las situaciones generadas son poco creíbles.  Pero lo peor de todo en mi opinión es el final que la escritora deja a la opción del lector bosquejando varios posibles sin optar por ninguno. La intención puede ser la de estimular la imaginación, prolongar la intriga, o evitar las críticas a una resolución feliz y edulcorada o, por el contrario, la frialdad de un final desgraciado. Sea cual sea la intención, la sensación que provoca es la frustración de un desenlace precipitado o indefinido que arruina parcialmente una buena historia aunque tiene el buen sentido de cerrarla  y evitar la tentación de prolongarla en segundas partes.
          En resumen, bajo  la perspectiva de la literatura de evasión y sin demasiadas exigencias de estilo se trata de una buena novela, de lectura fácil, que atrapa al lector y mantiene su interés hasta el final lo cual  justifica el éxito de ventas y disculpa  su mediana calidad literaria.

sábado, 17 de noviembre de 2012

SEFARAD. Antonio Muñoz Molina


Antonio Muñoz Molina (1956) es uno de mis autores favoritos. Lo descubrí, hace ya bastantes años, en una de sus primeras novelas “El invierno en Lisboa”, y desde entonces he seguido gran parte de su producción, incluidos ensayos y artículos de prensa. Después de leer “Sefard”(2001) pienso que el escritor se nos muestra  aquí en  plena madurez al  introducir  nuevas formas  narrativas  que amplían el ámbito de la novela como género literario en el que tienen cabida lo autobiográfico junto a la ficción, en una mezcla que puede parecer heterogénea  a la que la maestría del autor consigue dar un sentido unitario.
          Cuando iniciamos  el libro, la primera impresión  que tenemos es que se trata de una colección de relatos cortos ya que cada capítulo es una historia en sí misma. Pero al avanzar en la lectura pronto nos damos cuenta que todas están entrelazadas tanto en la temática como en su estructura, y esto último por medio de frases que, a modo de ideas directrices, se repiten con frecuencia en los relatos o mediante los personajes que siendo protagonistas en unos aparecen de forma marginal o por alusiones en otros. Por estas razones los críticos  han calificado  la obra de “tejido de relatos” o “novela coral”, aludiendo así  a la multiplicidad de voces  dentro de una narración armónica y unitaria.
          La estructura narrativa es desde luego algo complicada. En primer lugar por la multiplicidad de personajes, en una mezcla de ficticios  con otros reales como  Franz Kafka, Primo Levi, Walter Benjamin y muchos otros. En segundo lugar por  la  multiplicidad de narradores que cuentan las historias en primera persona, cuando lo identificamos con el propio escritor, en tercer persona cuando el protagonista es ficticio, e incluso en una segunda persona que en ocasiones utiliza el autor para dirigirse al lector buscando su complicidad y en otras parece que es él quien se dirige a si mismo dando esta forma a sus reflexiones. 
          En cuanto a la temática se pueden distinguir claramente dos bloque de relatos bien diferenciados.  El primero viene implícito en el titulo de la novela, Sefarad, que alude a la expulsión de los judíos españoles en el siglo XV, paradigma de todos los exilios y persecuciones entre las que se destacan el genocidio de los nazis y las purgas estalinistas, pero también el exilio de los republicanos españoles en México, los niños de la guerra civil española en Rusia, el exilio voluntario de la emigración andaluza en Madrid, Cataluña, o Alemania en los 60, el actual de los subsaharianos de las pateras, y otros muchos, incluso el autoexilio de los marginados en el ambiente degradado y degradante de algunos barrios del centro de Madrid. Los relatos nos muestran en una visión caleidoscópica el miedo de los perseguidos, su agónica esperanza de salvación, la angustia de la espera previa a la detención, el sentimiento de culpa de los supervivientes del holocausto o la cobardía de aquellos que miraron para otro lado y no quisieron ver. Y por encima de todo  destaca  la solidaridad y la dignidad de los marginados y los perseguidos  frente a la pobreza y la intolerancia, en unos personajes llenos de humanidad. En cuanto al segundo bloque, es de clara inspiración autobiográfica y en el mismo el narrador, que de forma implícita se identifica con el escritor, nos cuenta algunas de sus experiencias, la necesidad de abrirse al mundo pero al mismo tiempo la nostalgia de su tierra natal  y la sensación de desarraigo, y es esta última la que lo hace identificarse con los exiliados y sus vivencias, relacionando e integrando de esta forma los dos bloques temáticos.
          El lenguaje es depurado, profundo, y elegante. Desde el principio nos cautiva y nos hace identificarnos  con los relatos y compartir sentimientos y emociones comunes a todos.  El estilo  narrativo se aleja un tanto del creador de ficción y se aproxima al antiguo cuentacuentos, el  narrador que nos cuenta historias que ha leído o le han contado otros. No quiero  terminar sin destacar en el autor una clara intención al reivindicar  la memoria histórica  como forma  de configurar  nuestra identidad  social y comprometernos con los valores éticos esenciales en el ser humano.
          En resumen, una novela notable, original en sus planteamientos estilísticos y estructurales. Merece la pena esforzarse en su lectura porque sin duda tras la misma seremos algo mejores. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

TERMÓPILAS. Paul Cartledge


Termópilas es un estudio histórico que rebasa el marco concreto de la famosa batalla y se complementa con un análisis a fondo de las dos  Guerras Médicas como enfrentamiento de Europa y Asia, entre dos formas de entender la civilización. Se profundiza además en fenómenos como el panhelenismo, la cultura griega en general y en particular la de los espartanos. También se estudia la figura de Heródoto como fuente histórica indispensable, casi única para este periodo, aún reconociendo su poca fiabilidad en muchos aspectos, al menos según los criterios exigibles a la concepción actual de los estudios históricos.
El autor, Paul Cartledge, es un profesor de Cambridge, experto en historia griega que parece ampliamente avalado como investigador histórico y como docente. El ensayo histórico viene complementado por una abundante bibliografía, glosario de términos y apéndices. Dicho esto, se le pueden hacer también bastantes objeciones. La primera es su tendencia filoespartana, reconocida por el propio autor, que le lleva a ciertos abusos como menospreciar la importancia de la victoria naval de Atenas en Salamina, o a utilizar términos como “dictadura del proletariado” al enjuiciar la democracia ateniense. Por otra parte al encarar los aspectos más  oscuros del régimen oligárquico de Esparta llega a análisis abusivos como el sugerir que los espartanos eran en el fondo partidarios de la liberación de los ilotas. El carácter divulgativo de la obra induce al autor británico a trazar paralelismos entre las costumbres e instituciones políticas griegas y las actuales, no siempre acertados. Por último hay que reprocharle un análisis poco afortunado de la monarquía espartana, de carácter hereditario y dual, pero con muchos menos poder político del que pretende el autor, que llega a calificar de súbditos a los que no eran sino ciudadanos o espartiatas. Cuando analiza las causas de la colonización griega del Mediterráneo en el siglo VIII a.C. olvida la fundamental, la presión demográfica y la pobreza de la tierra en Grecia. Hay que decir también que la traducción es pésima, con frecuentes errores cronológicos y algunos en localización geográfica. En varias ocasiones se traduce como “soldadesca” al conjunto de soldados del ejército, olvidando el matiz despectivo que esta palabra tiene en castellano. Tampoco ha sido muy afortunada la elección de portada de la edición de bolsillo, un fotograma de la película “300” del director norteamericano  Zack Snyder basada en un cómic del mismo nombre, épica de acción pero totalmente carente de rigor histórico.
En resumen, un ensayo histórico asequible y divulgativo pero bastante decepcionante en muchos sentidos. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

L'ARTE BAROCCA. Concierto lírico


Hace una semana asistimos a un concierto ofrecido por el grupo Xauen Lírica, una formación de cámara, vocal e instrumental, que comenzó su andadura en el 2003 y está integrada por una soprano y en la parte instrumental piano, violín, violonchelo, trompeta y percusión. El repertorio, agrupado bajo el título L’Arte Barocca, incluía piezas de este periodo, mayoritariamente de Haendel y Vivaldi  aunque también estuvieron representados otros autores como Pachelbel, Caccini, Monteverdi y Boccherini. El orden del programa quedaba resumido en el subtítulo del mismo: “come  in celo… cosí in terra”,  una inversión de la conocida frase de la oración del Padre Nuestro que quizás pretende aquí expresar por analogía el ansia humana de perfección a semejanza de la divina, y en la música barroca, la búsqueda de la exuberancia y el virtuosismo para ofrecernos una representación atractiva de lo divino y humano. Acorde con este dualismo celeste y terrenal, la primera parte estuvo integrada por piezas de música sacra y la segunda por otras de carácter profano. Algo más de la mitad de las piezas eran vocales con acompañamiento e intercaladas entre ellas algunas exclusivamente instrumentales, estas últimas muy conocidas como el  Canon de Pachelbel, o  la Cantata 147 y el Aria de la suite nº3 de Bach. Lástima que se haya abusado hasta la saciedad de estas composiciones interpretadas incansablemente en bodas y bautizos por lo que me producen cierto hastío a pesar de su belleza. Los instrumentistas, a excepción del pianista, eran estudiantes del conservatorio y su actuación fue correcta. El piano no pudo lucirse y quedó limitado al acompañamiento. Para mi gusto el más destacado fue el trompetista que sobresalió en algunos solos y ofreció un buen contrapunto a la voz de la cantante en muchas piezas. El violinista tuvo una actuación más discreta y en el famoso  “Canon en re mayor” de Pachelbel, música progresiva y de variaciones sobre una misma melodía, le faltó brío y se dejó apagar por el violonchelo que le arrebató el protagonismo que le correspondía. Por el contrario la violonchelista destacó en el Pasacalle del quinteto para cuerda “Música nocturna de las calles de Madrid” de Boccherini, esa pieza inspirada en el folklore popular español que casi todos hemos oído alguna vez y que se popularizó aún más cuando fue interpretada en la escena final de la película “Master and Commander” de Peter Weir.  A mí me gustó bastante la Zarabanda del Salmo HWV.67 “La llegada de la Reina de Saba” de Haendel, una pieza muy conocida que evoca una procesión real con todo su boato y solemnidad.
          El papel más destacado correspondió a la cantante, una soprano bastante experimentada y con un programa especialmente diseñado para su actuación. Pienso que se trata de una soprano lírica, es  decir, aquella que dentro de su registro agudo tiene un menor timbre para los agudos que la soprano ligera pero en cambio su voz es más fuerte y  brillante en las notas centrales. En alguna ocasión presentó capacidades propias de soprano de coloratura con facilidad  para ejecutar sucesiones de notas rápidas, ornamentando y dando colorido (de ahí el nombre) a la melodía. Esto que digo se evidenció bien en la pieza final  “Agitata da due venti” un aria de la ópera “Griselda” de Vivaldi que me recuerda  mucho a otro pasaje muy conocido  que ilustra  igualmente el concepto de coloratura  musical, la famosa aria de la Reina de la Noche en  “La Flauta Mágica”  de Mozart. Me gustó particularmente su interpretación de los oratorios de “El Mesias” y “Sansón” de Haendel, y del “Ave María” de Caccini, que nunca antes había oído, preciosa aunque no sea tan conocida como la de  Schubert.
          Por último quiero destacar el escenario del recital, la Sacristía de la Catedral de Jaén. No insistiré en aquel tópico del marco incomparable, y tampoco su acústica es la mejor del mundo, pero  si quiero resaltar una vez más que la música es una llamada a los sentidos y un acumulo de sensaciones  y el escenario también puede formar parte de las  mismas. El canto de la soprano acompañada de la trompeta en las piezas de música sacra; la pureza de líneas de la ornamentación renacentista, austera y elegante a un tiempo; la ingenuidad devocional de los relicarios que adornan el pequeño altar en contraste con la vanidad mundana de los escudos episcopales  pintados sobre el mismo; los ángeles músicos que nos observan desde los tímpanos de ambos lados de la sala. Todo parecía reforzar esa sensación de espiritualidad y armonía entre lo terrenal y lo celestial simbolizada por la voz humana ascendiendo hacia la bóveda. “Cosi in terra come in celo”.