miércoles, 12 de marzo de 2014

LA TESIS DE NANCY. Ramón J. Sender

El aragonés Ramón J. Sender (1901-1982) es quizás uno de los escritores más representativos de la literatura española en el exilio, del pasado siglo. Fue un joven de carácter rebelde, de formación en parte autodidacta, lector empedernido y con una temprana vocación literaria. Participó en la Guerra de Marruecos en la que alcanzó el grado de alférez. Esta experiencia la reflejó en su primera novela, Imán (1930) de orientación anti-belicista. Durante la República militó en las filas anarquistas y al comienzo de la guerra civil se vio implicado en las luchas de éstos con los comunistas. En este periodo bélico quiero  destacar un cruel episodio biográfico que me ha impresionado; atrapado durante el alzamiento militar en la zona de los sublevados, atravesó las líneas enemigas para incorporarse al ejército republicano después de  separarse de mujer e hijos creyendo ponerlos a salvo en Zamora junto a la familia de ella, que era de ideas conservadoras, pero los represores de retaguardia fusilaron a su esposa al no poderlo apresar a él.  Con la derrota republicana inició un largo exilio que comenzó en Francia, pasando después a México, y a partir de 1942 fijó su residencia en Estados Unidos donde ejerció como profesor de literatura y escribió la mayor parte de su obra, aunque ni siquiera en el supuesto país de la libertad y la democracia dejó de sufrir por sus ideas políticas ya que en San Diego, durante la “caza de brujas” del senador MacCarthy, se vio obligado a firmar un manifiesto anticomunista para no perder su empleo en la universidad. Volvió a  España en 1969 cuando recibió el Premio Planeta por En la vida de Ignacio Morel, y a partir de 1975 pasó largas temporadas en nuestro país. En 1980 solicitó la recuperación de la nacionalidad española, posiblemente con vistas al retorno definitivo que se vio truncado por su muerte.
         Ramón J. Sender me parece un autor difícil de encuadrar en alguno de los movimientos literarios o generaciones de nuestra literatura del siglo XX. Su producción fue abundante e incluye ensayo, teatro, y hasta lírica, pero es en la narrativa donde demuestra más versatilidad  cultivando distintos géneros y temática. Desde las novelas con fuerte carga ideológica de su juventud, a las autobiográficas en la trilogía Crónicas del alba (1942-1966). También hay que destacar sus novelas de postguerra en la línea del realismo social, cuyo mejor exponente es Réquiem por un campesino español (1960) y las novelas históricas como La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964) y El bandido adolescente (1965). Estas tres últimas las leí en distintas épocas, sin orden cronológico ni otro criterio preconcebido, y  en mi opinión ilustran bien la calidad literaria del autor.
         La tesis de Nancy (1962) fue un auténtico éxito de ventas durante los años 60 y 70, tanto que dio pie al escritor para publicar en estas dos  décadas hasta cuatro novelas más con la misma protagonista. Se trata de una novela humorística en la que se utiliza la forma epistolar, una técnica narrativa no muy frecuentada en la actualidad pero sí por los escritores románticos del XIX, entre otros el alemán Goethe (Werther) o nuestro  Gustavo Adolfo Becquer (Cartas desde mi celda). El argumento es simple y muy conocido: Nancy es una americana que viene España, la de los años 60, para documentar una tesis doctoral sobre folklore español, se establece en Alcalá de Guadaira y toma contacto con distintos ambientes de la sociedad sevillana y lo más granado de la gitanería local. Sus impresiones se las cuenta en diez cartas a su prima Betsy.
         La protagonista es joven, inexperta, e ingenua. A pesar de su formación académica, es totalmente ignorante sobre las costumbres españolas y ese contraste es una continua fuente de humor, basado inicialmente en los malentendidos provocados por los dichos y giros del argot sevillano, y calé en particular, los juegos de palabras y los términos mal traducidos. A medida que estos recursos  se van agotando el escritor incide más en  la oposición y el desfase entre la mentalidad liberal de Nancy y el relativo conservadurismo de los españoles de aquella época lo cual da lugar a un sinfín de situaciones cómicas quizás exageradas hasta llegar a lo grotesco. Se busca deliberadamente la explotación jocosa de los tópicos, principalmente los hispanos, pero también los referidos a otras nacionalidades. Puede que haya una crítica velada a esa forma superficial de mirarnos unos a otros, basada en unas pocas ideas simples y preconcebidas, por más que expresen una verdad parcial,  que nos llevan a destacar sólo el exotismo y el tipismo y a no profundizar en el verdadero carácter de los pueblos.
Para terminar, se trata de una novela muy divertida que por desgracia ha sufrido el inevitable desgaste  del tiempo y adolece de cierto anacronismo. Después de más de cincuenta años la sociedad española ha  evolucionado y cambiado en política, ideas, forma de vida, y mentalidad, hasta el punto de que algunos de los gag cómicos (el anglicismo es intencionado) pueden resultar confusos, cuando no incomprensibles, para nuestros jóvenes actuales situados lejos de aquel contexto histórico. Para los que vivimos esa época  sigue siendo una novela graciosa, que provoca la risa fácil. En ella vemos reflejados aspectos y facetas de un pasado al que no renunciamos pero que tampoco nos mueve a la nostalgia. Mejor no generalizar, es sólo mi opinión personal que se comprenderá mejor valorando la ilustración de la portada del libro.