jueves, 18 de junio de 2020

LAS SEIS JORNADAS/LA CORTESANA. Pietro Aretino

Frente a los grandes escritores del renacimiento italiano, o precursores de ese nuevo estilo, tales como Petrarca, Dante, Boccaccio o Castiglione, la crítica literaria siempre consideró a Pietro Aretino (1492-1556) como un autor menor. Aún recuerdo que, en los textos didácticos de mi bachiller, tras el nombre de aquellos autores se citaba el título de sus obras más significativas, Divina Comedia, Decamerón o El Cortesano, junto a breves reseñas de las mismas. Por el contrario, nuestro autor de hoy era apenas un nombre en la cola de aquella nómina que había que memorizar. Y es que el escritor de Arezzo (Aretino) siempre fue considerado, por su vida y su obra, como un autor maldito, o al menos a contracorriente de las tendencias literarias de su época.

domingo, 14 de junio de 2020

CONTRATO CON DIOS. Will Eisner


En la corta historia del cómic moderno, al dibujante Will Eisner (1917-2005) se le considera como un pionero. A él se debe el concepto de novela gráfica formulado cuando se editó esta trilogía que hoy comento. Hasta entonces el cómic se había desarrollado en tiras cortas de viñetas de prensa que evolucionaron en la década de los 30 hacia el cómic book, es decir, una revista o cuadernillo con grapas y papel barato, con baja calidad de impresión y por entregas de una periodicidad determinada. Fue la época de los superhéroes como Supermán. El propio Eisner se consagró como historietista con la serie The Spirit (1939-1952), protagonizada por un enmascarado detective sin superpoderes, protector frente al crimen en la ciudad ficticia de Central City. Con ella tuvo ocasión de destacar como dibujante gracias a los originales encuadres de tipo cinematográfico y los efectos de luces y sombras. Durante casi 20 años estuvo apartado de la creación, y cuando sólo se esperaba su jubilación regresó con esta novela gráfica que supone la consagración del cómic como subgénero literario que fusiona dibujo y narrativa. Se define como una historia única y extensa que trata de temas profundos, con guion de un solo autor y en formato libro. Con este tipo de obras el cómic abandona el mundo infantil y juvenil y se introduce en la literatura de adultos.
         La primera novela, Contrato con Dios, se publicó en 1978 y fue elaborada lo largo de dos años. A esta le siguieron otras dos que comparten un espacio común porque son historias que se desarrollan en la Avenida Dropsie, una calle ficticia del barrio neoyorquino del Bronx. La mayoría de los protagonistas principales son judíos como el propio autor y comparten con él algunos rasgos de tipo autobiográfico. El marco temporal en que se ambientan es el de los años treinta, durante la gran Depresión, y muestran la miseria y el fracaso social de las clases bajas y marginadas, pero también su conciencia solidaria. Al final de su vida Will Eisner decidió editar las tres novelas juntas como una trilogía. El volumen que tengo en mis manos es la segunda edición del publicado en 2017 con motivo del centenario del nacimiento del autor.
         Contrato con Dios contiene cuatro relatos que se desarrollan en un viejo edificio de apartamentos de alquiler en la Avenida Dropsie. El primero, del mismo título, es la historia de Frimme Hersch, un judío devoto que, tras la muerte de su única hija, considera roto su particular contrato con el Creador y se convierte en casero usurero. En el siguiente, un cantante callejero desaprovecha, por su afición a la bebida, la oportunidad de alcanzar la gloria que le ofrece una vieja diva de la ópera. En El Super, una niñita inocente, Rosie, acaba con la reputación de un depravado casero. En Cookalein se nos muestra el veraneo de las clases humildes en una colonia de apartamentos, con derecho a cocina comunal, próxima a Nueva York. Es el pequeño reino de la falsa apariencia y de las esperanzas juveniles de encontrar un buen partido matrimonial. Las historias en su conjunto muestran la soledad de los personajes, la miseria ambiental y el fracaso del sueño americano
         La segunda novela, Ansias de vivir, la protagoniza Jacob Shtarkah, que en sus reflexiones, teñidas de matices existencialistas, personifica las inquietudes y la lucha que al parecer libró el propio Eisner a lo largo de su vida. Durante el relato interacciona con otros personajes que nos ilustran el Crack del 29, la Gran Depresión, o el auge del comunismo.
         Mientras que en la primera novela predomina el enfoque emotivo y dramático y en la segunda los temas sociales, la tercera, Avenida Dropsie, es un estudio histórico de la evolución de esa avenida, y por extensión del barrio del Bronx, a lo largo de casi tres siglos. Nos presenta aquí los cambios urbanos a consecuencia de las sucesivas oleadas de emigrantes europeos que lo fueron ocupando, desde los holandeses de la primitiva colonia de Nieuw Amsterdam a las casas señoriales de importantes familias inglesas. Después el continuo ciclo de muerte y resurrección con los irlandeses, judíos, italianos, afroamericanos y portorriqueños, siempre en un lento y progresivo deterioro urbanístico y social.
         En cuanto al dibujo, en Contrato con Dios predomina el rayado y el claroscuro que enfatiza el dramatismo. El texto está caligrafiado como parte del dibujo y no existen los tradicionales marcos de separación en viñetas, en tanto que son los edificios y las estructuras (puertas, ventanas) los que hacen este papel y refuerzan la verticalidad. Las figuras humanas tienen toques de caricatura, pero los rostros reflejan perfectamente las emociones. En la primera novela de la trilogía predomina lo visual mientras que las otras dos abundan en diálogos.
         En fin, una estupenda novela gráfica, interesante como crónica social de una época y de un distrito de Nueva York bien conocido por el autor que vivió allí gran parte de su vida. Los personajes extraídos de la vida cotidiana, emotivos y sencillos, humanizan dicha crónica y nos recuerdan que la historia no es solo un conjuntos de hechos más o menos objetivos, sino que se nutre de nosotros, de la suma de nuestras voluntades y a veces de la inconsciencia sobre las consecuencias de nuestros actos.



lunes, 8 de junio de 2020

LEONORA. Elena Poniatowska


Este libro me ha ofrecido la oportunidad de disipar dudas en torno a dos subgéneros literarios cuyos límites conceptuales no siempre son claros. Me refiero a la biografía, derivada del ensayo, y la novela biográfica, una especialidad del género narrativo. Ambas tratan sobre la vida y hechos de un personaje histórico contados por el biógrafo o novelista. Se diferencian en algo fundamental; la primera tiene una clara pretensión de objetividad aunque el juicio del escritor sea a menudo un factor subjetivo a considerar; por contra, en la novela biográfica predomina el elemento de ficción. Por sus características, ésta última puede ser más amena, en cambio el interés por la biografía dependerá de nuestra curiosidad hacia el personaje y/o el conocimiento previo de su ubicación histórica.
         Pues bien, en base a lo dicho hay que aclarar que estamos ante una biografía, por más que en la sinopsis promocional se califique de novela sin añadir ningún epíteto aclaratorio. Y debo reconocer que mi interés era ciertamente escaso al comienzo de la lectura porque de Leonora Carrington (1917-2011) desconocía hasta el nombre, y del mundo de la pintura y literatura surrealista en que vivió tengo escasas nociones. En cambio, la escritora Elena Poniatowska (1932) está ampliamente documentada sobre el personaje y su entorno, como lo demuestra la extensa bibliografía final. Además ambas coincidieron en México en la época comprendida entre las décadas de los 40 y 60 del pasado siglo, un periodo de especial esplendor cultural en ese país gracias a la generosa acogida que procuró a muchos intelectuales y artistas españoles exiliados de la guerra civil, y después europeos que huyeron de las atrocidades del régimen nazi durante la guerra mundial.
         Como se ha dicho, Leonora (2011) cuenta la historia de Leonora Carrington, una rica heredera inglesa, rebelde ante las convenciones de su familia y clase social, lo que le llevó a rechazar todo tipo de ataduras religiosas y políticas. Con una imaginación desbordante y muy influenciada por la mitología celta, gracias a los cuentos infantiles de su niñera irlandesa, entró en el círculo de los surrealistas franceses cuando con 20 años se enamoró del pintor Marx Ernst que tenía 47. Ambos fueron amantes hasta 1939 cuando él fue deportado a un campo de concentración a principios de la guerra. El carácter inestable de Leonora y el choque emocional al sentirse abandonada la llevó a un brote esquizofrénico y a su confinamiento en un sanatorio de Santander donde fue tratada con los medios de la época, en particular la terapia convulsiva con Cardiazol, un hecho que marcaría un punto y aparte en su vida. A partir de ahí, la huida a México, el reencuentro con los exiliados surrealistas, dos matrimonios y dos hijos y sobre todo su consagración como pintora con un estilo muy especial que tiene distintas influencias; la mitología celta y maya, las pinturas del Bosco, el mundo de “Alicia” de Lewiss Caroll, la interpretación onírica propia del psicoanálisis y la exaltación del subconsciente o inconsciente típica de los surrealistas.
         El personaje de Leonora, tal y como nos lo muestra la escritora, tiene pues dos periodos bien definidos. Una infancia y juventud rebelde pero también caprichosa y extravagante y siempre protegida por el dinero de su familia en los momentos difíciles. Más que pintora fue la bella musa de los surrealistas. Sintió una admiración casi sumisa en su relación con Max Ernst. Es en su etapa mejicana cuando adquiere su auténtica dimensión, se hace responsable de su vida, se libera de ataduras en su producción pictórica y  gana experiencia gracias a su relación con un sinfín de artistas y literatos. En sus relaciones amorosas pasa de la alocada exaltación de la juventud a un plácido escepticismo en el que ella lleva las riendas. Por cierto, si hemos de creer a la biógrafa, Leonora siempre tuvo una fijación simbólica con el caballo, ella misma decía ser una yegua, algo que puede tener una interpretación psicoanalítica, como no, de tipo sexual.
         Una de las especialidades de Elena Poniatowska es la biografía de reconocidas mujeres quizás como expresión de su compromiso con la causa del feminismo, entre otras opciones progresistas sociales y políticas. Su faceta como periodista le hace experta en un tipo de literatura calificada como testimonial y marcada por la entrevista y eso se nota en la estructura de esta obra. El narrador es en tercera persona para resaltar la objetividad. En el relato hay una total ausencia del recurso al monólogo interior lo que disminuye la profundidad psicológica del personaje. Aunque no hay constancia de la fórmula de preguntas y respuestas, las reflexiones que se recogen, al igual que los hechos relatados, aportan una sensación de recuerdos personales obtenidos en una entrevista.
         Como telón de fondo ambiental en la vida de Leonora, aparecen los hechos más destacables en el México de esas décadas. La progresiva corrupción de los herederos de la revolución mejicana, el sincretismo religioso de los indígenas, la revuelta estudiantil y la matanza de Tlatelolco en el 68 o el terremoto de 1985.
         En fin, la biografía va de menos a más. Desde un personaje que parece algo odioso al principio, hasta la plenitud final con una interesante reflexión en torno a la muerte que se presenta de forma surrealista como una joven y nueva amiga de la anciana pintora. Una advertencia para los interesados en este libro, poco versados como yo en el entorno artístico de la historia. Conviene informarse de forma paralela a la lectura sobre el surrealismo y algunos de los personajes que influyeron en su vida, además visualizar las pinturas de Leonora. Algo fácil con nuestros actuales medios telemáticos.