lunes, 26 de agosto de 2019

EL CONTRABAJO. Patrick Süskind


Ésta fue la primera obra de Patrick Süskind (1949), escritor y guionista alemán muy de moda en la década de los 80 gracias al éxito internacional de su novela El perfume (1985), un bestseller traducido a 46 idiomas y versionado al cine veinte años después por el director Tom Tykwer en un film que, en mi opinión, desmerece bastante de aquella. En cuanto a la biografía del autor tenemos pocos datos porque es poco propenso a las entrevistas, ha rechazado varios premios y sus apariciones públicas son escasas. Su obra, no muy extensa, es de una indiscutible calidad literaria. Süskind es de esos escritores que no cansan, de los que apetece leer todo lo que lleve su firma porque, guste más o menos, nunca nos deja indiferentes o insatisfechos.
Siempre creí que El contrabajo (1981) era una novela corta y estaba equivocado. Se trata de un monólogo teatral con sus acotaciones e indicaciones escenográficas correspondientes. El protagonista es un músico que vive con su contrabajo en una habitación meticulosamente insonorizada.  Se dirige en un falso diálogo a un interlocutor inexistente y comienza por hacer un apasionado elogio del instrumento que considera básico y fundamental en la orquesta, antes incluso que el director. A medida que trascurre el monólogo, y hace pausas para beber cerveza, se torna más locuaz y desinhibido manifestando sus contradicciones internas. La relación con el contrabajo es de amor y odio. En una identificación casi total lo considera su vida, pero al mismo tiempo lo hace responsable de su aislamiento y de sus frustraciones más íntimas, incluso de un amor imposible por la soprano Sarah. Al final, en un desesperado intento de rebeldía, ensaya fórmulas para liberarse del tiránico instrumento. Y aquí lo dejo para no malograr un desenlace que no obstante intuimos.
En sus reflexiones el protagonista identifica la música con la propia vida en un sentido incluso metafísico, como elemento esencial del espíritu. Desde esa altura filosófica desciende a los infiernos del alma humana y nos muestra sus contradicciones y vicios; celos, resentimiento e insatisfacción. Todo el monólogo está entreverado con multitud de digresiones; alusiones a la técnica musical, y opiniones sobre compositores clásicos. Crítica del psicoanálisis ya en decadencia en los 80. Las relaciones entre nazismo y música. Paralelismos jerárquicos entre orquesta y sociedad. Y todo en un discurso irónico pero profundo, expresado en un lenguaje elegante y con pocos artificios.
Cuando he acabado la lectura de El contrabajo, me viene a la mente que este monólogo sería ideal para ser interpretado por Rafael Álvarez El Brujo. Picado por la curiosidad me voy a la red, fuente inagotable de información, y compruebo que, en efecto, ha formado parte del repertorio teatral del actor.
Para terminar, una obra interesante. De corta extensión, que se puede leer de un tirón. En esta ocasión Süskind tampoco defrauda. Recomendable.
        


domingo, 18 de agosto de 2019

MARCO ULPIO TRAJANO. EMPERADOR DE ROMA. Varios autores


La historia que aprendí en mi infancia, la oficial del nacional-catolicismo pregonaba, en sus enciclopedias de primaria, que Trajano fue una de los grandes personajes que España aportó a la grandeza de la antigua Roma, asimilando interesadamente hispanorromano con español. Esa apropiación indebida estaba algo justificada si consideramos que el itálico Marco Ulpio Trajano (53-117) está valorado, junto con Augusto, como uno de los mejores emperadores romanos. Gracias a la conquistas en Dacia y Mesopotamia alcanzó el Imperio su máxima extensión territorial. Su promoción de obras públicas embelleció no sólo Roma (Foro de Trajano, Circo Máximo) sino otras muchas ciudades. Además, con el que fue segundo emperador de la dinastía Antonina, se instituyó el sistema sucesorio de la adopción frente a la herencia de dinastías anteriores; una fórmula que permitía el acceso al poder de los mejores, o al menos de los que concitaban mayor grado de adhesión o consenso político y militar.
Sin embargo, a pesar de su importante dimensión histórica, no se ha  conservado su biografía completa en las fuentes romanas. En efecto, las Vidas de Suetonio, o las Historias de Tácito terminan con su antecesor Domiciano, en tanto que la Historia Augusta comienza en el sucesor Adriano. Esta es la razón que, según los autores de este libro, justifica el realizar esta recopilación de documentos referentes a Trajano que sirva como fuente para futuros estudios de su biografía.
          Marco Ulpio Trajano. Emperador de Roma (2003) es un excelente trabajo de investigación de varios historiadores de la Universidad de Sevilla, editado por esta universidad. Su éxito entre los especialistas ha sido tal que ha motivado una segunda edición (2018) ampliada y mejorada.
         Se trata de una recopilación de fuentes literarias, de distintas épocas, referidas a Trajano, pero también epigráficas, numismáticas y papirológicas. Las literarias se exponen en edición bilingüe, es decir, los textos originales en latín y griego y su traducción al castellano. Todas comienzan con una introducción en la que se sitúa al autor en su contexto relacionado con el emperador, y se sigue con unas páginas de anotaciones al texto. Las reproducciones de monedas son de calidad suficiente y las inscripciones epigráficas vienen con su grafía original a base de abreviaturas, ampliadas mediante paréntesis para visualizar el texto completo. Al final el estudio se complementa con una serie de tablas cronológicas y un índice de términos. Sólo cuando acabamos de leer esta obra podemos valorar en su justa medida la imponente labor de investigación y la capacidad de los coordinadores para concretar la ingente cantidad de datos en una exposición cronológicamente ordenada y muy bien estructurada, capaz de llegar a conceptos y conclusiones sin perder su carácter de obra de consulta de datos parciales.
         Sería muy prolijo detallar el contenido de los capítulos. Como es natural, las fuentes más importantes son las de los contemporáneos de Trajano, en particular del epigramista Marcial y sobre todo de Plinio el Joven, amigo personal del emperador que desempeño dos cargos sucesivos durante su reinado. Son importantes las cartas que se cruzaron entre ambos mientras Plinio fue gobernador de la provincia de Bitinia, también el panegírico de Trajano leído en el Senado como agradecimiento por su nombramiento de cónsul sufecto. Le siguen como fuente historiadores romanos del siglo II, como Frontón, que cita a Trajano en sus epistolarios y Dión Casio. Conforme nos alejamos en el tiempo puede observarse como los historiadores son menos originales y se limitan copiar las referencias de los anteriores, así hasta llegar a los bizantinos del siglo VI. La valoración del personaje es casi siempre positiva, salvo en el caso de los apologistas cristianos, entre el siglo II y el IV, como Tertuliano, Eusebio de Cesarea y San Jerónimo. Ninguno de ellos puede perdonar que durante el reinado del emperador se produjo una persecución de cristianos, si bien muy moderada y limitada en el tiempo. Finalmente, los textos epigráficos, papirológicos y las monedas nos ayudan a situar al personaje en su contexto histórico, las costumbres, los ritos y honores imperiales etc.
         Las conclusiones que se pueden obtener de la lectura de estos textos ayudan a perfilar a Trajano como un emperador atrevido y expansionista en lo militar y prudente en lo político. Como Augusto, supo mantener la ficción republicana cuando el imperio estaba ya plenamente asumido por los ciudadanos. Mantuvo las magistraturas, si bien en sentido honorífico en las de Roma, las provincias eran otra cuestión. Derogó todas las disposiciones tiránicas de su antecesor Domiciano, renunció a la expropiación de los bienes de los condenados a favor del fisco y manifestó un profundo sentido de la justicia, al menos en sus aspectos más formales. Se consideró a sí mismo como primus inter pares y mantuvo amistad y trato familiar con senadores y patricios, aunque no renunció a honores, triunfos y títulos como el de optimus prínceps. En lo negativo, su afición desmedida a la comida y bebida, que se esforzaba por controlar (dispuso que no se acataran sus órdenes cuando estuviera borracho). También su afición homosexual a los jóvenes, bien tolerada por la sociedad siempre que se tuviera el rol activo. En casi todos los escritos se alaba su decisión de adoptar a Adriano como sucesor, aunque admiten el papel decisivo de su esposa Plotina en este nombramiento.
         Para terminar, estamos ante un estudio histórico impresionante. No es divulgativo y por tanto no recomendable para aficionados principiantes de la historia romana. Yo me reconozco a medio camino entre éstos y los historiadores profesionales y se me puede aplicar aquel dicho militar de: “la caballería se pasa y la infantería no llega”. La divulgación me queda un poco corta y los estudios como éste me sobrepasan, no tanto en cuanto a la comprensión general del texto sino en la imposibilidad de abarcar algunos datos demasiado específicos solo útiles para especialistas. A pesar de todo, la lectura me parece muy interesante y además puede seguirse de forma intermitente, sin perder el hilo y evitando la saturación. 

jueves, 15 de agosto de 2019

EL CUENTO DE LA ISLA DESCONOCIDA. José Saramago


José Saramago (1922-2010) fue un escritor tardío y polifacético. Poeta, novelista, dramaturgo, periodista y ensayista, en su abundante producción no despreció ninguno de los grandes géneros literarios. Dentro de su extensa obra, la narrativa es la parte más destacable, la que le dio mayor consideración y fama entre los lectores. Creo haber leído la mayoría de sus novelas y es desde hace años uno de mis escritores favoritos. Su prosa saturada de piadosa ironía es inconfundible, y sus reflexiones trascendentes, expresadas en lenguaje sencillo y muy directo, contienen elementos lógicos y dialécticos que nos hacen evocar la filosofía socrática.
Por casualidad ha llegado a mis manos este cuento, uno de los dos únicos del escritor portugués. En este caso, lo conciso del relato no le resta ni un ápice de intensidad por lo cual me ha resultado tan atractivo como sus novelas.
El cuento de la isla desconocida (1998) tiene la estructura tradicional de los cuentos, aunque no comience con aquello de “Érase una vez…”. Sin embargo, también aquí es muy reconocible ese estilo y lenguaje propios, tan original en las novelas de Saramago. El narrador cumple la misión de introducirnos en el ambiente y los personajes para después diluirse y darles protagonismo en unos diálogos sólo interrumpidos ocasionalmente por breves aclaraciones y pensamientos que sirven para ilustrar el sentido alegórico de la trama argumental. Porque lo que se cuenta puede ser entendido como una historia de amor, pero es ante todo una metáfora con varias interpretaciones posibles. El viaje como fórmula para salir del propio aislamiento, para conocerse a sí mismo. Los sueños entendidos como utopía personal, como ilusión que da sentido a la existencia. En suma, la búsqueda de uno mismo en el viaje de la vida. Los protagonistas principales son dos; el hombre que pidió al rey un barco y la mujer de la limpieza. No tienen nombre, quizás porque sus ilusiones, emociones y sueños son comunes a todo el género humano. Ambos interaccionan en un diálogo que rehúye incluso el punto y seguido, separadas ambas voces sólo por comas y mayúsculas iniciales, unidos en el proyecto común, el hombre que persigue un sueño y la mujer que alivia su incertidumbre.
Al margen de lo aparente y lo trascendente en la historia, Saramago no desaprovecha la ocasión para deslizar la crítica hacia el poder político o los absurdos de la burocracia, como elementos accesorios de la misma. Siempre en ese tono irónico pero amable que huye de lo acerbo y más bien se compadece de los vicios que son casi inherentes a nuestra naturaleza.
En resumen, una lectura agradable y profunda a un tiempo.


martes, 6 de agosto de 2019

NOVELA DE AJEDREZ. Stefan Zweig


En esta última etapa de mi afición lectora siento una especial predilección por los géneros literarios del cuento y la novela corta. No solo por aquel refrán popularizado por Baltasar Gracián (lo bueno si breve…) sino por considerarlos los más apropiados para esta época estival, cuando el calor enardece las sensaciones y pasiones al tiempo que provoca esa modorra intelectual que nos incapacita para obras más extensas o complicadas. La novela policiaca es otro buen paliativo canicular, a condición de obviar la multiplicidad de personajes secundarios y centrarse en el desenlace final que esclarece cualquier trama por complicada que sea.
Ésta que acabo de leer, es en efecto, una novela corta (algo más de 50 páginas) pero muy intensa. De las que se pueden terminar en una tarde manteniendo en todo momento la intriga, esa especie de curiosidad, que es la condición de toda lectura amena.
Novela de ajedrez (1941) fue la última novela de Stefan Zweig (1881-1942) pero fue publicada en 1943, un año después de su suicidio, y está reconocida por la crítica como su obra maestra. Reconozco mi simpatía hacia este escritor austriaco, de estilo literario desprovisto de elementos superfluos al tiempo que profundo. Ese estilo, junto a ciertos aspectos de su biografía, me recuerda a los escritores del XIX. Fue un nostálgico partidario de la periclitada monarquía austro-húngara, lo cual no deja de parecer romántico en pleno siglo XX. En cambio, presentaba rasgos que se pueden considerar actuales, como el europeísmo frente a los nacionalismos imperantes, y la   tolerancia. Todo ello lo enfrentó con el naciente régimen nazi que prohibió sus obras y causó su exilio forzoso.
Con este tipo de novelas, una descripción demasiado explícita del argumento puede arruinar futuras lecturas, así que me limitaré a ofrecer un resumen de la sinopsis promocional.
“Sin capacidad para cualquier otra actividad intelectual, Mirko Czentovicz se reveló, ya desde niño, como un genio del ajedrez, del que ha llegado a ser campeón del mundo. Pero, en un viaje en barco de Nueva York a Buenos Aires, se le presenta un enigmático contrincante: el señor B., noble vienés que huye de los nazis. Uno de los pasajeros del vapor se acerca a los dos personajes acompañando al lector a la confrontación entre los dos jugadores”
El narrador es un testigo que viaja en el mismo barco. Quizás el propio escritor que hizo ese mismo viaje y estuvo un tiempo en Argentina. A través de otro pasajero conoce la biografía del jugador eslavo, pero pronto observaremos que este último no es el protagonista principal del relato. Por supuesto el ajedrez es la causa de la confrontación y el desenlace está relacionado con este juego, pero lo importante es la profundidad psicológica que otorga al retrato de los personajes. En el trasfondo de la historia aparecen la soledad como tortura psicológica, la capacidad de resistencia del ser humano, y sobre todo la neurosis obsesiva que puede transformar el juego en un motivo de supervivencia. La descripción de los síntomas de esta enfermedad es tan realista que pudiera ser descrita, con la misma precisión, por un psiquiatra o por un enfermo.
Nada más debo añadir a lo dicho. Una estupenda novela que recomiendo.




lunes, 5 de agosto de 2019

SEXO Y PODER EN ROMA. Paul Veyne


Paul Veyne (1930) es un prestigioso historiador y arqueólogo francés especialista en historia de Roma. En sus ensayos históricos enfoca el mundo grecolatino desde un punto de vista antropológico, más interesado en los usos y costumbres, la literatura o la filosofía, que en los postulados del positivismo histórico. Se aleja pues de la rigidez científica y el simple análisis de causas y consecuencias, de la historia aristocrática o de los grandes sucesos históricos para insistir en los aspectos sociológicos de la civilización romana.
Sexo y poder en Roma (2005) puede ser entendido en su globalidad, y atendiendo a su temática, como un ensayo. Se trata en realidad de un conjunto de artículos periodísticos y entrevistas de prensa. En ellos se aproxima a diversos temas: La ausencia del concepto de Estado romano, incluso en el Imperio, frente al de ciudadanía. La corrupción institucionalizada de la clase política (nihil novum sub sole). Los aspectos éticos y jurídicos del suicidio. Los juegos gladiatorios. El matrimonio, la sexualidad. Y temas que siguen siendo polémicos hoy en día como el aborto o la homosexualidad, entre otros.
La exposición de dichos temas es muy divulgativa, con casi total ausencia de citas marginales y lenguaje claro sin abuso de latinismos. Algunas de sus opiniones son discutibles, como el rechazar las múltiples causas de la caída del Imperio (ascenso del cristianismo, crisis económica y militar, etc) para atribuirla en exclusiva a las invasiones bárbaras. En ocasiones el escritor adopta un papel desmitificador de estereotipos históricos previos, como en el caso del derecho romano, entendido popularmente como un corpus jurídico completo, cuando no era sino un abigarrado conjunto de jurisprudencia. Sí admite que las fórmulas legales, lo que hoy conocemos como derecho procesal, fue el mayor legado a la posteridad. Otro aspecto interesante es el análisis de la religiosidad romana. La considera más tolerante, libre y abierta que las religiones monoteístas aunque menos profunda en el sentido ético y espiritual.
Paul Veynes no suele contrastar sus opiniones históricas con las fuentes, pero su profundo conocimiento de los temas que trata las hace verosímiles aunque en ocasiones nos parezca algo superficial.
En resumen, una obra amena y divulgativa que puede ser atractiva para lectores no acostumbrados a la historia. Muy recomendable.
Una nota a modo de curiosidad. La portada muestra un fresco pompeyano en el que aparecen Marte y Venus. Aquél mira al infinito o al Olimpo como buscando la aquiescencia de Júpiter en sus amores adúlteros con la diosa, mientras tanto va a lo suyo. En cambio, Venus parece mirar al espectador. No se miran, están concentrados en sus respectivas sensaciones eróticas. Un sexo que parece desprovisto de amor. En fin, es una interpretación personal.


domingo, 4 de agosto de 2019

LA HIERBA DE LAS NOCHES. Patrick Modiano


En alguna oportunidad he manifestado mi incapacidad para comentar negativamente una determinada novela. En las contadas ocasiones en que esto sucede siempre me asalta una duda; sí no serán mis limitaciones como lector, más que los defectos de la obra, las que condicionan mi opinión. En suma, temo no estar a la altura del libro que acabo de leer. En el caso de éste que me ocupa hoy, esa inquietante sensación es aún mayor, en tanto que Patrick Modiano (1945) es nada menos que un grande de la literatura contemporánea, que cuenta entre sus galardones con el Premio Goncourt (1978) y el Nobel de Literatura (2014), entre otros.
La hierba de las noches (2012) es una de las últimas novelas del escritor francés. También en esta ocasión la crítica literaria se deshace en elogios. El protagonista es Jean, un alter ego del propio escritor, que nos cuenta en primera persona sus paseos por los barrios de la rive gauche de París, con centro particular en Montparnasse. Desde el primer momento nos describe un ambiente espectral en el que edificios y lugares desaparecidos brotan en su memoria, en un continuo intento de reconstruir el pasado, un reencuentro con el París de la década de los 60, cuando un joven estudiante y su amante Dannie se ven envueltos en una turbia trama de tintes policiales que evoca conflictos políticos de la época postcolonial.
Hasta aquí todo bien. El lector se sumerge en el relato con la esperanza de un rápido desenlace esclarecedor ya que se trata de una novela corta. Nada más lejos de la realidad. Se citan reiterativamente los nombres de los personajes sin que sepamos casi nada de ellos ni de sus actos, como traducción de las propias dudas y lagunas del narrador que, a fin de cuentas, ejerce como testigo de una trama que intenta desvelar. Tampoco nos revela el carácter íntimo de su relación con Dannie, ni profundiza en el retrato psicológico de la supuesta amante. Solo nos deja intuir que está implicada en unos sucesos delictivos que desconocemos. En ese punto el lector, envuelto en un relato que le deja frío, calificado ostentosamente por la crítica como poético-policial, entre un maremágnum de lugares y nombres que aciertan en confundirle, sólo ansía un desenlace que le haga salir de las brumas argumentales. Por fin, un viejo policía jubilado encuentra casualmente a Jean, a quién interrogó en el pasado, y le entrega un viejo informe que apenas ayuda a esclarecer los hechos, un secuestro y asesinato que pudiera ser el de Ben Barka, el líder independentista marroquí enemistado con el régimen del sultán. Todo eso hay que deducirlo, porque en ningún momento se cita el nombre.
No dudo qué, para un francés contemporáneo de los acontecimientos y buen conocedor de la geografía parisina, está novela tendrá mayor sentido que para mí. Quizás sea el fruto de la experiencia pero, casi totalmente ausente de reflexiones, se queda corta de vida y emotividad. Una historia deliberadamente compleja, pero sin alma, que sólo pueden disfrutar y comprender un limitado número de elegidos. Para ellos puede que tengan sentido frases como: Geografía interior, búsqueda del tiempo perdido o laberintos de la memoria. Yo, lamento decirlo, no llego a tanto.
Para terminar, una novela que apenas consigue mantener el interés, desilusionante en el desenlace y demasiado fría en la exposición, aunque afortunadamente corta. Recomendable sólo para arriesgados.