martes, 29 de octubre de 2013

CONCIERTO DE ÓRGANO. José Enrique Ayarra Jarne

En los últimos días de este octubre, obstinado en lo estival, se ha inaugurado la XIV edición del Festival de Otoño de Jaén con un concierto de órgano  a cargo  José Enrique  Ayarra  Jarné, canónigo y organista titular de la Catedral de Sevilla, un moderno  Maese Pérez de origen navarro que ha ganado merecido prestigio internacional y acumula un sinfín de premios, discos editados, y estudios eruditos sobre tema musical.
 El órgano es un instrumento que se asocia por tradición con la música sacra y el barroco. Cuando sus notas graves resuenan en el  interior de una catedral nos hacen evocar la solemnidad de lo divino e incluso el dramatismo de un Dies Irae. Alguien ha resaltado su sacralidad al compararlo con un altar en el cual el oficiante interpreta de espaldas al público como en el antiguo ritual tridentino.
El inicio de este concierto parecía confirmar esas impresiones tópicas ya que el primer tercio del programa interpretativo comenzó con dos piezas de música sacra; la primera de Buxtehude, un organista y compositor iniciador de la escuela barroca alemana que al parecer influyó decisivamente en J. S. Bach. De este genial y prolífico músico alemán no podía faltar una de sus Corales, quizás no de las más conocidas. La parte barroca culminó con una pieza del concierto nº3 para órgano y orquesta de G. F. Haendel, en concreto la Gavota, una composición que tuvo su origen en antiguas danzas populares francesas y se puso de moda, junto con otros pasos de baile, como el minuet o el rigodón, en la corte de Luis XIV. A partir de ese momento el programa evolucionó de forma radical y definitiva hacia la música profana con tres autores franceses del XIX adscritos al clasicismo y romanticismo musical. Me gustó particularmente la Sortie de Lefebvre-Welly, una pieza también inspirada en bailes populares con una alegre melodía que sugiere la música de pianola de los antiguos carruseles o tiovivos de feria. Como anécdota  añadiré que con esta pieza despidió el organista navarro la boda de la infanta  Elena en la Catedral de Sevilla. El concierto siguió con una  estupenda y romántica versión para órgano de  El cisne, uno de los movimientos más conocidos de la suite El Carnaval de los animales de  Camille Saint-Säens. La última parte del programa estuvo dedicada  organistas y compositores españoles del siglo XX, y entre  ellos me pareció destacada la composición de Jesús Guridi, con inequívocos aires del folclore vasco. En el tradicional bis, el organista navarro supo ganarse  al público local con una estupenda versión del  Himno de Nuestro Padre Jesús  del maestro Cebrián.
        En mi opinión presenciamos una magnífica interpretación y un repertorio original que me descubre compositores antes desconocidos y ha conseguido mostrarme la versatilidad y las posibilidades del órgano más allá de la música sacra.



PROGRAMA
Präludium und Fuge  d-mioll (BuxWV)… D. BUXTEHUNDE (1637-1707). 
Coral “Nun freuteuch” (BWV.734)… J.S. BACH (1685-1750)                   
Gavota (Concierto nº 3 para órgano y orquesta)…G.F. HAENDEL (1685-1759)  
Sortie en MI b Mayor... L. LEFEBVRE-WELLY (1817-1870)                
Antienne… A. GUILMANT (1837-1891)                                                             
Le cygnet…C. SAINT-SAËNS (1835-1921)                                                
Alleluia, Alleluia… V. ZUBIZARRETA (1899-1970)                               
Berceuse… E. TORRES (1872-1934)                                                               
Final  en DO Mayor   J. GURIDI (1880-1961)

domingo, 27 de octubre de 2013

GLORIETA DE LOS LOTOS. Eduardo Jordá

No siempre fue así, pero hace tiempo que valoro el ensayo como  una opción preferente entre mis inclinaciones de lectura. De este género literario me gusta la libertad temática, el desarrollo asistemático sin estructura definida, su voluntad de estilo literario que a veces roza lo poético, y con frecuencia el carácter subjetivo de unos textos que casi siempre pretenden convencer antes que demostrar y anteponen la emotividad a la información. Me gusta el ensayo cuando es breve y,  aunque suelen estar agrupados en colecciones y antologías, prefiero una lectura discontinua en el  tiempo porque de uno en uno sacian menos y se aprecian mejor.  Si tuviera que señalar lo mejor entre lo que he leído, o al menos los que más me han impresionado, destacaría los de Michel  de Montaigne, verdadero creador del género, y  los de  Marguerite Yourcenar agrupados en varias colecciones, entre otras A beneficio de  inventario (1962), y El tiempo, gran escultor (1983).
  El artículo periodístico, considerado  en su dimensión  literaria y no meramente informativa, está  emparentado  con el ensayo. Se acerca a éste en cuanto participa de algunos elementos  esenciales  antes señalados y se aleja  cuando priman  aspectos relacionados con la actualidad, ya sea política o social, porque  en mi opinión son factores limitantes que lo encuadran en un marco temporal concreto y por eso mismo, pasado el tiempo, quedan expuestos al fuera de contexto y pierden parte de su esencia. En este tipo de ensayo es aun más decisiva la lectura por entregas y recuerdo haber seguido puntual y fielmente los  artículos de escritores como Antonio Gala, Antonio Muñoz Molina, y algún otro, en publicaciones semanales, antes de ser recopilados en las correspondientes colecciones.
  Sirva este largo prologo para introducir el libro de hoy, Glorieta de los lotos (2004), que reúne dos series de artículos publicados en prensa por el autor en los cuatro años previos a la edición. Eduardo Jordá (1956) es un escritor palmesano  afincado en Sevilla desde hace más de veinte años. La formación literaria de su juventud  se reforzó con una notable experiencia como viajero y pienso, a la vista de los textos que comentamos, que esa amalgama de cultura  y vivencias  constituye el poso que nutre y vivifica sus escritos. La producción de este autor, que hasta ahora me era desconocida,  incluye  poesía, narrativa, y ensayo, aunque, si hemos de juzgar por estos artículos, yo diría que  la sensibilidad poética del escritor trasciende aquel género literario y enriquece la prosa de los mismos. Es fácil de suponer  que su temática es  muy variada. Abundan los panegíricos póstumos a escritores con los que tuvo trato personal, como Camilo José Cela o Agustín Goytisolo, pero también  los dedicados a artistas anónimos locales o antiguos rockeros apenas conocidos. Lo autobiográfico está muy presente en los referidos a sus viajes que destacan por las sugerentes y poéticas descripciones de paisajes. Aunque integrado en la vida andaluza, sus raíces baleares le permiten un cierto distanciamiento  objetivo y crítico de  algunos  tópicos  locales sevillanos y esa misma bipolaridad cultural  lo inducen al rechazo de los nacionalismos excluyentes. Una actitud propensa a la tolerancia no le impide la denuncia de los atentados medioambientales  y la sensibilidad  le aflora cuando, resaltando la entrega y abnegado sacrificio de algunas mujeres, defiende el decisivo papel de éstas en la familia y en nuestra sociedad, en una clara opción que no  me atrevo a calificar de feminista  por lo que este término implica de  militancia, algo que me parece ajeno a este escritor de profundas convicciones éticas  pero de mente abierta  que no se deja encasillar  fácilmente en doctrinas ni sectarismos.
  Los artículos están escritos en un estilo sencillo y directo  capaz de hacer aflorar nuestras emociones pero también cargado de sensualidad  cuando destaca la riqueza  cromática que nos rodea  y nos  hace  evocar paisajes iluminados por una luz telúrica  o la sinfonía lisérgica  del viento que azota un edificio en ruinas. Los textos son breves, adaptados necesariamente al formato editorial  de prensa, y lo narrado  suele ir de lo particular a lo general. Brota de una anécdota, de una noticia, de un símbolo, o de una sensación, y fluye fácilmente hacia la reflexión personal y la emoción subjetiva  que aboca por fin a los grandes temas; el azar o el destino de nuestra existencia, el carácter inmutable de ciertos valores éticos, la dignidad del ser humano, la memoria de nuestros antepasados, la vanidad  de las cosas mundanas, el valor de los pequeños placeres de la vida, y otros muchos. La concisión del discurso narrativo aunado a la profundidad del relato revela, en mi opinión,  la maestría  del autor.
En resumen, estamos ante un excelente ejemplo del género ensayístico, con ciertas  limitaciones, casi siempre bien superadas. Una obra rica en matices, que merecerían ser comentados  de forma más extensa, y también mi personal encuentro con un buen escritor.


sábado, 12 de octubre de 2013

TODO LO QUE SOY. Anna Funder

El nazismo y su ascenso al poder en la Alemania de los años 30  ha sido objeto de un profundo análisis histórico. El ambiente social que propició su aparición y desarrollo también fue tema recurrente de literatura y cine. Como muestra bastará recordar  una gran película La caída de los dioses (1969) del italiano Luchino Visconti, y en cuanto a lo literario citaré Adiós a Berlín (1939) del escritor británico Christopher Isherwood, novela poco conocida que alcanzó posterior difusión gracias Cabaret (1972), su versión al cine dirigida por Bob Fosse. Aún siento un frio estremecimiento cuando vuelvo a ver una escena  de esta película, la del joven de las juventudes hitlerianas que canta, en un restaurante rural, la canción “El mañana nos pertenece” mientras la melodía y la letra evolucionan  gradualmente desde un lirismo idílico hasta la fuerza fanática de una marcha militar.
         Pues bien, después de muchos años y de cierta saturación de historia, cine, y literatura al respecto, aún siento curiosidad por este periodo alemán de entreguerras regido por la débil república de Weimar, y sigo sin comprender del  todo  como un pueblo de larga tradición cultural, gobernado por una democracia, pudo permitir la eclosión de semejante monstruo político ante la mirada indiferente o temerosa del resto del mundo occidental civilizado. Esa misma curiosidad  parece sentir la autora de la novela que hoy nos ocupa cuando, en entrevistas y artículos, reconoce su interés por el modo de organización de las sociedades democráticas y  por la detección de los mecanismos mediante los cuales podían, y pueden, deslizarse hacia una dictadura.
         La australiana Anna Funder (1966) es una mujer polifacética; abogada, periodista, conferenciante, negociadora de tratados, y participante en instituciones internacionales relacionadas con los derechos humanos y el medio ambiente. Su carrera literaria es corta, ha escrito dos novelas, ambas galardonadas con varios premios. La que comentamos está dedicada a Ruth Blatt, profesora  de alemán de la escritora, a la vez que memoria y fuente de los hechos narrados en la misma.
         Todo lo que soy (2012) es una historia de ficción basada en hechos reales, y espero que esta  frase convencional  no se preste a confusión con aquella etiqueta true story que se aplica a las películas de serie B para TV. Nada que ver con esto último. Cuenta  la historia de un reducido grupo de alemanes, intelectuales y activistas de izquierda, exiliados en Londres , que intentaron  mostrar al mundo  la verdadera cara del régimen nazi tras su llegada al poder en Alemania y alertar de los peligros que se avecinaban. En cierto modo fueron víctimas del conocido como síndrome de Casandra porque profetizaron un futuro aciago y se sintieron impotentes para evitarlo, además de pagar un alto precio por su osadía.
         La realidad que se narra, los hechos reales, estuvieron envueltos en una nebulosa de falta de pruebas, informes oficiales y oficiosos tergiversados, directrices gubernamentales interesadas en una neutralidad imposible, y la sospecha  de infiltración del espionaje nazi en Inglaterra. Los dos protagonistas principales son también reales. La antes mencionada Ruth  Blatt, que en los años 30 fue una joven activista del Partido Socialdemócrata Independiente, y Ernst Toller (1893-1939) poeta, dramaturgo, político y revolucionario alemán de origen judío. Ambos personajes  son las dos voces narrativas que, en primera persona, nos cuentan sus experiencias en un continuo y alternante flashblack tan bien equilibrado que no resulta desorientador en ningún momento. Lo hacen además desde dos planos temporales distintos. La primera cuando ya octogenaria en el año 2001, rememora su juventud desde su retiro en Sidney; el segundo cuando redacta sus memorias en Nueva York  poco antes de suicidarse en 1939. El nexo de unión entre ambos relatos son precisamente estas memorias manuscritas que Toller lega a Ruth y  ésta revisa poco antes de su muerte. Es en suma la historia de ambos personajes, el testimonio de una época de ideales juveniles y lucha compartida por dos  personas  que la evocan desde el ocaso de sus vidas, a modo de testamento.  El componente de ficción que envuelve a estos personajes reales es lo que los humaniza, los hace  literarios y emotivos cuando nos introduce en su apasionado y generoso idealismo, en sus amores, en su abnegación y entrega a la causa común, al tiempo que destaca también aspectos negativos pero igualmente humanos como la traición, el recelo, el miedo, la sensación de desamparo y de impotencia.
         La trama argumental se desarrolla con lenguaje fluido y elegante en un estilo sugerente y expresivo con diálogos mesurados  en los que aparece ocasionalmente la ironía y lo implícito. A través de la misma vislumbramos el marco ambiental y asistimos a las debilidades de la república de Weimar, las iniciales revoluciones de izquierda duramente reprimidas, el revanchismo latente del estamento militar, la miseria y la frustración del pueblo, la inconsciencia de las clases altas, el ascenso nazi amparado en el populismo, el incendio de Reichtag y el progresivo desmantelamiento de la democracia, el secreto rearme del régimen de Hitler, y el comienzo de la represión de la oposición de izquierdas que precedió a la persecución de los judíos.  En resumen, todo un retrato de época.
         Para terminar, estamos ante un novela interesante, bien escrita, que sabe mantener la tensión hasta el final, y recomendable  para todos aquellos que aún se resisten a padecer de Alzheimer histórico.
                

miércoles, 2 de octubre de 2013

B DE BESTIAS. Sue Grafton

Desde su aparición a mediados del XIX, la novela  policiaca o detectivesca ha conseguido mantener, e incluso incrementar, el interés de gran parte de los lectores quizás a causa de su carácter de literatura de evasión, sin que esta etiqueta suponga necesariamente una merma o menosprecio de su calidad. Aparte de los clásicos del género y de algunos escritores actuales consagrados por la crítica y el marketing, como Stieg Larsson, la mayoría de los autores me son desconocidos así que, cuando me decido por este tipo de lectura, suelo elegir  guiado por elementos accesorios como puedan ser un título o un diseño de portada sugerentes, tan poco fiables que me equivoco con cierta frecuencia. No es el caso de esta novela que se me ha propuesto en uno de mis club de lectura por lo que estoy libre de culpa “in eligendo”, que diría un abogado pedante. Su título dice poco y tiene una portada escasamente atractiva para mi gusto, si bien es cierto que, vista tras la lectura, es preciso admitir que representa  con dibujos esquemáticos, casi infantiles, algunos elementos alusivos a la trama argumental.  
        B de bestias fue escrita por la norteamericana Sue Grafton en 1985 y pertenece a un larga serie de novelas policiacas  conocida como “las novelas del alfabeto”, con un total de  23 títulos publicados, el último con la W en septiembre de este año 2013 y, si  Dios guarda la vida de la escritora muchos años, creo que amenaza con llegar hasta la Z. Esta abundancia de títulos, y tan desconocidos, ya nos hace saltar todas las alarmas de calidad antes de  emprender la lectura de ésta.    
La protagonista del relato y de la serie es la detective privada Kinsey Millhone que en el tiempo de la acción, coincidente según creo con el de escritura, dice tener  treinta y pocos años y  ya lleva sobre sus espaldas dos divorcios, es solitaria vocacional con algún recelo hacia el sexo opuesto, tiene poco trabajo, dificultades para llegar a fin de mes, y cierto sentimiento de culpa por una muerte en defensa propia que lleva sobre sus espaldas con resignación. Nos cuenta la historia en primera persona sin que esto suponga el menor esfuerzo introspectivo en la protagonista que se limita a describir solamente los hechos, con escasas reflexiones sobre sus sentimientos o vida personal, por lo que resulta en suma un personaje frio y de apariencia superficial. En cuanto a la trama argumental, se desarrolla de forma líneal sin saltos temporales. Las descripciones son abundantes y precisas, y si es verdad que esto parece en principio muy conveniente en la novela policiaca, la insistencia reiterativa  en aspectos tales como mobiliario, vivienda, ropa, y otros aspectos marginales a la trama, recuerdan  más bien un guión de cine o teatro en el que haya que detallar el escenario. En general se describe un ambiente social en el que destacan los jubilados que viven un perpetuo veraneo vegetativo en las templadas costas de California y Florida y habitan, según su nivel social, en residenciales de clase media o antiguas y precarias viviendas con armazón de madera fácil presa de incendios y huracanes tropicales. Quizás con la intención  de resaltar la mediocridad ambiental, la escritora  adorna el componente  descriptivo del relato con multitud de detalles  que se recrean en los aspectos más vulgares o miserables de la vida cotidiana de los personajes, algo que recuerda los excesos del naturalismo literario francés del XIX pero en este caso sin la menor intención de crítica social, más bien parece la perspectiva algo despectiva que pudiera tener alguien, quizás la propia autora, de mayor nivel económico y social.
        La estructura del relato es bastante habitual en este género y consta de una larga exposición que comprende dos tercios del libro, dedicada  a desplegar un abanico de falsos sospechosos que desvien la atención del auténtico culpable, y la resolución final del caso en las últimas páginas que pretende siempre sorprender.  Pero esta técnica es adecuada sólo si se sabe mantener un cierto nivel de suspense durante el curso de la narración y ese no es el caso de esta novela, porque la violencia, real o psicológica, uno de los componentes esenciales del mismo, es aquí marginal y referida al pasado, cuando no gratuita o intrascendente. En referencia al lenguaje decir que es sencillo, directo, y sin recursos literarios, pero no demasiado vulgar, con diálogos en tono coloquial sin el deje irónico y algo prepotente propio de los detectives de la novela negra más tradicional.
En resumen, obra de género detectivesco difícil de encuadrar en cualquiera de las corrientes  evolutivas del mismo. No es del tipo analítico de la escuela inglesa, tampoco  pertenece a la serie negra norteamericana, más cercana a las corrientes actuales lideradas por la novela escandinava pero bastante menos profunda. Pretende reunir elementos de todas las tendencias y queda corta en todo. Pero no quiero ser negativo en exceso, para ser justos se deja leer con facilidad, sin suspense pero no totalmente previsible, entretenida  rozando el aburrimiento, es decir, anodina entre muchas otras.