martes, 25 de febrero de 2020

EL GIRO. Stephen Greenblatt


Son muchos los lectores que muestran cierto prejuicio hacia el ensayo. Reconocen el propósito didáctico de este género literario y piensan que tendrán que enfrentarse a una exhaustiva pero aburrida exposición y análisis de los conocimientos sobre un determinado tema. En suma, asimilan los conceptos de ensayo y tratado, humanístico o científico. Creen que uno y otro sacrifican el estilo literario y la amenidad en aras de la objetividad y el rigor. A quienes piensan así les recomiendo que lean los escritos de Michael de Montaigne, recopilados bajo el título de Essais, que dieron nombre a este género que él inició. En ellos encontrarán reflexiones subjetivas cargadas de razón y sencillez, pero también de estilo artístico y erudición humanista. Sensibilidad antes los grandes temas que preocupan al hombre; el sentido de la vida, la muerte, la religión. Todo ello tratado con piadosa tolerancia y humildad resumida en una frase interrogativa que fue su lema: Que sais-je? (¡Qué sé yo?) de indudable resonancia socrática.
El Giro (2012) es un ensayo que ilustra bien esa intención de hacer compatible un estudio serio y preciso con una exposición que lo haga atractivo para el lector. Su autor, el estadounidense Stephen Greenblatt (1943), es un historiador literario especialista en el Renacimiento y Shakespeare. Es también uno de los fundadores del neohistoricismo, una corriente que enfoca la teoría y crítica literaria a la luz de una premisa: rechazar el exclusivo análisis formal de la obra literaria y considerarla como el producto de una época y un contexto histórico. Y a la inversa, comprender la historia cultural e intelectual a través de la literatura. En resumen, una idea que supera, amplía y humaniza el tradicional y técnico comentario de texto.
El subtítulo de El Giro es muy sugerente en cuanto a la original estructura narrativa que Greenblatt introduce en su ensayo: “De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno”. El manuscrito es el De rerum natura escrito en el siglo I a.C por Tito Lucrecio Caro. Una poema, ya subversivo en su propia época, en el que aúna la física del materialismo atomista de Demócrito con la ética del epicureísmo tan denostada por los estoicos que dominaban la moral pública romana.
Los dos primeros tercios del libro son los que atrapan al lector. Es el relato de una auténtica aventura; el descubrimiento del deteriorado manuscrito en la oscura y lóbrega biblioteca de un remoto monasterio alemán. El descubridor fue el humanista y calígrafo italiano Gian Francesco Poggio Bracciolini (1380-1459), un bibliófilo que alternó su trabajo, como secretario apostólico de varios Papas, con su auténtica pasión, la búsqueda de manuscritos de la antigüedad  grecolatina. Esa búsqueda, que tiene mucho de odisea, es tan fantástica que impresiona como una entretenida novela histórica cuando no es más que historia que supera a veces a la ficción. En el devenir de la trama encontramos, junto a la azarosa vida de Bracciolini, toda una ambientación que nos introduce en los comienzos del Renacimiento italiano. Una época de grandes convulsiones políticas que coinciden con un momento de esplendor de la literatura y el arte. El cisma de Occidente, el hereje bohemio Jan Huss y el fanatismo de Savonarola, ambos ejecutados en la hoguera, junto a Petrarca y Dante como precursores del humanismo que tuvo su foco radiante en las ciudades de Florencia y Roma.
Toda la historia está entreverada de multitud de digresiones sobre literatura romana, conservación de los manuscritos antiguos, el comercio de libros antes de la difusión de la imprenta, las grandes bibliotecas desaparecidas, el papel de los monasterios y de los árabes en la transmisión de la cultura grecolatina, y muchos otros. Temas aparentemente dispares pero perfectamente integrados en el relato sin romper la armonía del discurso narrativo.
Al tiempo que nuestra curiosidad queda atrapada en la intriga de la historia, Greemblatt desarrolla un completo análisis de la obra de Lucrecio en cuanto a corriente heterodoxa de la filosofía clásica. Y es en el último tercio del libro cuando examina las consecuencias del descubrimiento del poema y el giro que supuso en el pensamiento renacentista. De ahí el título, porque el giro, o la declinación en la trayectoria rectilínea de los átomos, es lo que según Lucrecio determinaba la evolución y creación de nuevos cuerpos y seres. El giro que influye en distintos pensadores posteriores. Al principio, algunos de ellos se enfrentaron a la ortodoxia católica. Al panteísta Giordano Bruno, la libertad de pensamiento le costó la muerte en la hoguera, y el heliocentrista Galileo Galilei se salvó de ella por poco. Pero el giro a la modernidad fue inevitable y muchos intelectuales recogieron parte de esas ideas epicúreas tan atacadas por la Iglesia, tachadas interesadamente de hedonismo para su desprestigio. Porque en el fondo, la búsqueda de la felicidad en los pequeños placeres de la vida, el evitar el dolor y la tolerancia ideológica, son ideas que atacaban directamente el concepto de pecado y la expiación del mismo mediante el dolor y el sufrimiento. Esas ideas calaron en figuras de la talla de Erasmo de Rotterdam o el mismo Michel de Montaigne antes citado, junto a otros muchos. Todos nos impulsaron a lo que hoy somos y a ellos debemos los conceptos y los aires de libertad de pensamiento que hoy disfrutamos.
Para terminar. Estamos ante un ensayo de historia literaria, avalado por una impresionante bibliografía y anotaciones, pero con la aparente estructura de novela histórica que lo transforma en una obra amena y divulgativa de muy agradable lectura. 

martes, 4 de febrero de 2020

EL COMPAÑERO DE VIAJE. Curzio Malaparte


La azarosa biografía de Curzio Malaparte (1898-1957) estuvo saturada de contradicciones. Italiano de padre alemán, su nombre de pila era Kurt Erich Suckert, fue un personaje original y polifacético; diplomático, periodista y corresponsal de guerra, novelista, dramaturgo y cineasta. En política pasó de ser fascista convencido, íntimo del conde Ciano, al exilio por sus críticas a Hitler. Fue más tarde agente de enlace de los norteamericanos, durante la  invasión de Italia en la Segunda Guerra Mundial, para terminar simpatizando con el partido comunista al final de la contienda. Hasta su nombre literario refleja una clara oposición entre leyenda épica (Curcio) y cínica parodia imperial (Malaparte).
Esa vida de aparente contradicción no le desacredita como escritor, porque nadie como él supo describir, con descarnado realismo no exento de cierta lírica, el ambiente social en la Italia de posguerra. En el plano narrativo se le puede considerar el pionero del movimiento cinematográfico conocido como neorrealismo italiano.
El título de este relato corto, El compañero de viaje, está literalmente copiado de un cuento infantil de Hans Christian Andersen y esto implica cierto simbolismo antagónico. En ambos el compañero es un muerto, pero les separa la enorme distancia que media entre la fantasía de final feliz con la cruda y trágica realidad. En el prólogo se indica que estamos ante una obra inédita, no publicada hasta el año 2007, y que fue escrita en 1946 como guion de una película que no se llegó a realizar. Esa intención cinematográfica se aprecia claramente porque en algo más de treinta páginas se desarrolla, con la necesaria economía y precisión de lenguaje, escena a escena, una historia y el esbozo de unos personajes que emocionan al lector a pesar de intuir que en la pantalla ganarían en intensidad dramática.
Es la historia de Calusio un soldado alpino que, tras la derrota de su batallón en el desembarco aliado en Calabria, emprende el viaje de retorno a su tierra. Lleva un asno en el que carga el cadáver de su teniente, al que prometió en vida devolverlo a su madre en Nápoles. El relato tiene resonancias homéricas, de ahí la alusión a Scila y Caribdis y la descripción del desembarco: “El mar está negro de naves, el cielo está estriado de alas” que recuerda aquel otro de las naves aqueas ante las playas de Troya, en ese ambiente épico donde unos pocos soldados, que se saben ya derrotados, defienden un baluarte sólo por dignidad.  A partir de ahí, el superviviente Calusio inicia el viaje. Una odisea en la que se le unen otros personajes como la huérfana Concetta o Mariaguilia “la bergamasca”. El retorno al hogar y como objetivo el cumplimiento de una promesa. En el camino se cruzan con todo tipo de personajes, ladrones, estraperlistas, soldados americanos, alcahuetas y prostitutas, en escenas que ponen de manifiesto el caos de los desplazados, la miseria y el hambre, la supervivencia a toda costa, pero más aún, la humillación y la degradación de los vencidos ante unos vencedores americanos benévolos pero ingenuos e ignorantes del hundimiento moral de la población. La historia muestra además la contraposición de valores éticos, como la generosidad, la valentía y la dignidad encarnados en el protagonista, frente al miedo y desánimo general que se supera en algunas escenas especialmente emotivas. Y por fin el desenlace triste e inesperado, aunque con atisbo de esperanza futura, muy congruente con el ambiente que el escritor pretende reflejar. Pocos años después describiría con mayor amplitud ese mismo ambiente en La piel (1949) su novela más famosa.