sábado, 29 de diciembre de 2012

ANTOLOGÍA DE TEXTOS JURÍDICOS DE ROMA. Xavier d'Ors


Se trata de un libro interesante, a medio camino entre el tratado  y el ensayo. Del primero tiene la voluntad didáctica y analítica, del segundo  la estructura  poco sistemática y por ello más libre y flexible. El autor, Xavier  d’Ors, es catedrático  de Derecho Romano  y resulta obvio decir que conoce el tema en profundidad, pero no hay que asustarse, ya desde la introducción insiste en aclararnos que no se trata de un libro para  especialistas, juristas en este caso, sino divulgativo, destinado a un público poco conocedor del Derecho pero necesariamente  interesado  por la historia  y la cultura grecolatina. Y son precisamente los textos latinos recogidos en la antología los que dan  a este trabajo  la flexibilidad que antes mencionaba. Pertenecen a  distintos momentos de la historia de Roma, desde los orígenes de la república hasta  finales del imperio y su  epílogo en el bizantino Justiniano. Esta selección es la auténtica columna  que vertebra  e ilustra la evolución histórica del derecho romano, uno de los mayores logros  de aquella civilización  y una construcción casi perfecta, tan sólida que aún sigue cimentando  el Derecho  en el mundo occidental.
         En cada capítulo se  traduce un texto latino precedido de una introducción sobre su contenido que nos informa también sobre la datación cronológica y su carácter de fuente. Los fragmentos se acompañan además de abundantes notas aclaratorias, sobre términos y conceptos jurídicos o históricos, que facilitan la comprensión de los  profanos en la materia. Aunque las introducciones y anotaciones del autor resultan  decisivas, son los textos de los escritores clásicos los que nos instruyen directamente  sobre los conceptos jurídicos  del derecho  y su evolución.  En esto radica lo novedoso de la obra, concebida como un mosaico de textos  que tomados en su conjunto constituyen un tratado didáctico  sobre historia del derecho romano contado por  los propios juristas  o historiadores que lo generaron  o divulgaron. El autor de la antología nos propone de esta forma  que nos informemos o aprendamos bebiendo en las fuentes originales.
         Entre los textos escogidos se incluye  la ley de las XII tablas,  verdadera fuente del derecho civil republicano, origen  de la jurisprudencia y de las actio legis  que fundamentaron el primitivo derecho procesal. Un fragmento del Enchiridión de Pomponio constituye un auténtico tratado que resume en pocas líneas la evolución jurídica  desde las primitivas leyes curiadas hasta las constituciones imperiales, y entre ambos polos cronológicos, las leyes sociales que fueron resultado de la lucha entre patricios y plebeyos, los orígenes de las distintas magistraturas políticas,  y los conceptos básicos del derecho. Los libros de respuestas jurisprudenciales de Gayo y Justiniano  ilustran distintas acciones del derecho civil tales como las deudas y obligaciones en general, herencias, y otras. Las Res gestae divo Augusto, además de auténtico testamento político  de este emperador sirven para documentar la evolución de la república al principado. Otros textos nos muestran las distintas fuentes del derecho o inciden en  el derecho imperial.
A través de  los textos  y su análisis  podemos llegar a ciertas conclusiones. La primera de ellas es que el primitivo derecho romano  se basaba principalmente en la jurisprudencia, es decir, en la interpretación de unas pocas disposiciones legales contenidas en las famosas XII tablas  por parte de expertos revestidos de reconocida autoridad en la materia. Era también un derecho rígido en su aspecto procesal porque estaba basado en unas fórmulas determinadas que debían ser pronunciadas oral y literalmente  antes de iniciar el juicio, o en sus distintas fases. A partir Adriano los jurisprudentes dejaron de ser independientes para estar bajo la autoridad  del emperador y de esta forma el derecho se tornó burocrático, las fórmulas procesales se fijaron por escrito y se inició su enseñanza como cuerpo doctrinal; el sistema se tornó legalista, con predominio de las leyes imperiales sobre la jurisprudencia. Se deduce también que las fuentes activas de producción jurídica se prolongaron hasta el emperador  Constantino y a partir de ese momento se inicia una labor de recopilación del derecho  ya existente en diferentes códigos que culminan con el Digesto de Justiniano. El libro contiene además bastantes curiosidades  y  algunas cosas novedosas para mí, tales como la diferenciación entre las figuras del pretor y el iudex como conductores de los juicios, encargado el primero de  establecer las normas procesales y el segundo de dictar sentencia una vez oídas las partes y las opiniones de los jurisprudentes.
En suma, un libro muy interesante pero destinado a un público minoritario. La edición de bolsillo de la editorial Akal es además muy cuidada, con una relación calidad-precio muy favorable a la primera.

sábado, 22 de diciembre de 2012

LA GUERRA DE LOS MUNDOS. H.G. Wells


La guerra de los mundos es un libro, tradicionalmente catalogado como literatura juvenil, que no leí en su momento.  Ahora, con el predominio de los medios audiovisuales y tras varias adaptaciones al cine, su argumento sigue siendo popular pero es poco probable que sea muy leído por nuestra juventud. En mi caso, encontrarme de nuevo con esta novela  ha supuesto un nostálgico retorno al pasado, y me propuse leerla como si fuera una anacrónica asignatura pendiente que debía aprobar. 
H.G. Wells (1866-1946) escribió sobre historia, ciencia, filosofía, y  novelas de tema social, pero  la fama le llegó con ésta que comentamos, y por ella, y algunas más de este género, ha sido considerado como uno de los pioneros de la ciencia-ficción. Fue escrita en 1898, una época en la que el progreso científico y los nuevos inventos acaparaban la atención del público. Julio Verne, otro precursor de este género, había publicado ya la mayor parte de su obra y con su proverbial y desbordante imaginación científica anticipaba  de forma profética la mayor parte de los avances tecnológicos que disfrutamos en la actualidad. En este ambiente histórico, la fantasía de Wells ofrecíó una respuesta positiva a la inquietante cuestión que ya por entonces se planteaba en torno a la posibilidad de vida extraterrestre. El ataque de los marcianos a nuestro planeta, el argumento de La guerra de los mundos, inauguró y favoreció la posterior eclosión de  multitud de libros  y películas en torno  al tema de la invasión alienígena, uno de los preferidos de la ciencia ficción. Ahora puede parecernos ingenua una novela sobre marcianos  pero nos sigue inquietando esta pregunta aún sin respuesta y seguimos mandando a Marte  sondas espaciales que han descubierto la existencia de agua en dicho planeta y por consiguiente la remota posibilidad de vida en el mismo.  Y a fin de cuentas, la aparente ingenuidad  radica no tanto en la fantasía novelesca sino en los principios y conocimientos científicos que menciona el protagonista del relato, que desde la óptica actual  nos parecen básicos y limitados.  Por eso es importante mantener  la narración encuadrada en  sus coordenadas históricas y así comprender y disfrutar del carácter premonitorio del  “rayo calórico” de los marcianos, no muy distinto a los poderes  del rayo láser, o del  “gas negro”  muy similar al gas mostaza  o cualquiera de las armas químicas actuales.
          El relato está narrado por el protagonista principal, que se describe a sí mismo como escritor sobre temas filosóficos, probablemente el alter ego del propio escritor, que nos cuenta la historia en primera persona cuando  se trata de su propia visión y experiencia de los hechos  pasando a la tercera persona cuando relata la de otros personajes secundarios. El estilo literario  es muy característico de los escritores de finales  del XIX, que no sabría definir bien pero muy reconocible, quizás retórico y algo grandilocuente, descriptivo en exceso, y en este caso particular no demasiado cuidado. A pesar de lo dicho, la narración resulta interesante hasta el desenlace final.
           Al margen de la trama argumental, el personaje narrador nos muestra sus reflexiones en torno a  los hechos. Así  los efectos psicológicos  que la llegada de los marcianos produce en la población (incredulidad inicial ante lo evidente, terror posterior etc); también el  caos ocasionado por la invasión con el colapso progresivo y hundimiento final de los cimientos de lo que consideramos sociedad civilizada, y las posibles formas de resistencia y supervivencia posterior del ser humano en un medio hostil. El autor  muestra una cierta e incipiente  sensibilidad ecológica cuando compara la destrucción ocasionada por los alienígenas con la que el hombre ha causado en el reino animal que ha llevado a la extinción a muchas especies.  El contacto del protagonista con un sacerdote, que huye como él, ofrece la oportunidad de confrontar  el racionalismo científico y el sentido práctico del primero con la visión apocalíptica, oscurantista, y supersticiosa del segundo. Hay aquí una velada crítica  de la mentalidad religiosa, aunque al final el racional y razonable científico reza una oración a modo de acción de gracias por la derrota de los marcianos. Particularmente curiosa por su fantasía es la descripción de la anatomía y fisiología de los  organismos extraterrestres, también de las máquinas robots que manejan.
          Terminaré con una anécdota real.  El 30 de octubre de 1938  se emitió por radio  una adaptación de la novela, hecha para este medio por Orson Welles, que logró aterrorizar a los oyentes cuando creyeron realmente que la invasión de la Tierra había comenzado. De nuevo una ingenuidad explicable por el escaso desarrollo de los medios audiovisuales  que actualmente nos mantienen saturados de información y han desbordado ya  nuestra capacidad de asombro.
Muchos de los que hayan leído esta novela puede que la consideren desfasada y superada  por la evolución actual de la  ciencia ficción. Yo pienso que para valorarla en su justa medida no ha de olvidarse que se trata de un clásico, de un auténtico precursor de este subgénero literario.

sábado, 15 de diciembre de 2012

NAVIDAD EN LA CATEDRAL. Concierto navideño



La Navidad  vuelve  cada año con su carga  nostálgica  de infancias pasadas y añoranza de lo que perdimos y  de aquellos que perdimos en este viaje que es la existencia. Un retorno que cierra un ciclo y abre otro nuevo, un símbolo más del sentido cíclico de la vida que también tiene su traducción  periódica  y anual en la música coral.  Así noviembre, el mes dedicado a nuestros difuntos, está representado por la Misa de Réquiem  con su carga dramática y sus resonancias de expiación y juicio final (Dies irae, tuba mirum). A este ocaso fúnebre le sigue la aurora vital de diciembre, la natividad cristiana y también el solsticio de invierno con la promesa de renacimiento primaveral de la vida que traerá el nuevo año, y su representación musical más conocida es el villancico y los cantos navideños que pretenden transmitir paz y esa esperanza de renovación.
 Nos hemos sumado a este nuevo ciclo asistiendo una vez más al concierto navideño, ya tradicional, ofrecido por las agrupaciones  Cantoría de Jaén  y la Escolanía de la Catedral en el Coro de este templo. Las canciones navideñas fueron las de toda la vida, las que nos traen recuerdos, comenzando por el clásico “Adeste fideles”, las típicas  de la cultura anglosajona como “White Christmas” o los villancicos populares españoles como “Campana sobre  campana”, entre muchas otras. La interpretación fue buena, como ya nos tienen acostumbrados. En alguna canción participó como solista la soprano Alfonsi Marín, tan brillante como siempre. Casi al final del concierto coral la directora, Cristina García de la Torre, nos hizo entrar en calor, emocional al menos, incitando al público a participar en algún villancico, compensando de esta forma la gélida temperatura de la Catedral. 
          Para este concierto no se han repartido folletos con el programa  y pienso que habrá que cargar esta carencia en la cuenta de la consabida crisis económica, pero aún así debemos de congratularnos de poder seguir disfrutando de este tipo de eventos musicales gratuitos.



domingo, 9 de diciembre de 2012

LA MARCA DEL MERIDIANO. Lorenzo Silva


No recuerdo si en alguna entrada anterior he hablado de mi particular recelo hacia el Premio Planeta  y su tendencia a valorar más lo comercial que la calidad literaria. El de este año 2012 es para mí una agradable excepción porque La marca del meridiano consigue aunar ambos aspectos y  seguramente será, si no lo es ya, un éxito de ventas.
                     Lorenzo Silva (1966) comenzó a escribir a mediados de los noventa y cuenta ya con una abundante producción, pero es sobre todo conocido por sus novelas policíacas protagonizadas por una pareja de guardias civiles, el sargento Bevilacqua y la cabo Chamorro. Hace años leí  “El alquimista impaciente” (2000), la segunda  entrega de esta serie premiada aquel año con el Premio Nadal, y tengo que decir que si ésta era bastante buena, la que hoy nos ocupa  es por lo pronto igual de entretenida y de mayor calidad en muchos aspectos, posiblemente debida a la madurez alcanzada por el escritor. Los protagonistas desde luego han madurado y progresado en su profesión, y en esta séptima parte han ascendido en la jerarquía militar que rige en la benemérita, a brigada y sargento respectivamente.
          No voy a entrar a comentar  el argumento para no arruinarlo a futuros lectores. Sí diré que contiene, bien dosificados y equilibrados, todos los ingredientes propios del género capaces de mantener la tensión y el suspense hasta el final. El protagonista es un investigador de tipo analítico, al estilo de la novela inglesa, pero se desenvuelve en un ambiente con  elementos violentos e incluso macabros más propios de la serie negra norteamericana. El personaje principal  narra la historia en primera persona lo cual refuerza  su visión subjetiva de los hechos y establece una especie de complicidad con el lector que consigue el efecto de aproximación al mismo. De esta forma el policía experimentado, endurecido, y un poco escéptico, de vuelta de todo, nos muestra también su lado humano y emotivo. La estructura narrativa está integrada por dos elementos diferenciados. De una parte la investigación policial, abundante en diálogos,  con un estilo directo a base de frases breves no exentas de ironía y sobrentendidos, que nos dosifica progresivamente la información del caso  hasta desembocar en el desenlace final. De la otra, los frecuentes monólogos interiores del protagonista, y es en estos donde la novela trasciende lo policiaco para convertirse a través de sus propias reflexiones  en un auténtico retrato psicológico del mismo; el de un hombre enfrentado a la duda moral y aferrado a la disciplina militar y el cumplimiento del deber como tabla de salvación frente a las contradicciones de su pasado. El estilo se torna entonces más elaborado y profundo, de frases más largas, alcanzando un tono personal e intimista. 
          El título de la novela se refiere a una especie de arco que en la autovía A-2, de Zaragoza a Barcelona, señala el meridiano de Greenwich que separa el oeste del este y que simboliza aquí esa línea ética que  sobrepasada nos hace caer en el lado oscuro sin posibilidad de retorno, y esto viene a cuento  de la corrupción policial que  está en el trasfondo de la  trama argumental, pero también de la política y de la pérdida de valores morales de nuestra sociedad. Porque la acción se desarrolla en la actualidad y ello da pie al personaje narrador para reflexionar también sobre la crisis económica, la falta de futuro de nuestros jóvenes, y en general sobre la decadencia social, económica, y cultural de Occidente.  No se profundiza en el análisis de estos problemas porque no es esa la intención  sino más bien reforzar la sintonia con el lector y buscar su identificación con los personajes. La novela pone de manifiesto además otras cuestiones  como  las modernas técnicas de seguimiento policial basadas en las redes sociales y los móviles, también las tensiones y conflictos de competencia entre los distintos cuerpos policiales.
          La  Guardia Civil ha reconocido en Lorenzo Silva su contribución a la mejoría de la imagen de este cuerpo policial gracias a sus novelas y en ésta muestra una vez más un no disimulado tono laudatorio que es la única objeción que le encuentro a la misma. Y digo esto sin  negarme a reconocer los indiscutibles valores de la institución ni su contribución en vidas a la lucha anti-terrorista, que el escritor asimila al concepto religioso de martirio, pero creo que los valores humanos y profesionales  son predicables de las personas, porque la ética apela directamente al individuo y centrarlos en un colectivo profesional, en el llamado “espíritu de cuerpo”, contribuye a su mitificación y a fomentar un corporativismo no deseable. Y si nos referimos al cumplimiento del deber habría que aludir a la consabida frase de la antigua cartilla militar del soldado: “valor, se le supone”, o como al propio escritor le gusta decir: “va de suyo”, porque en general es una virtud exigible a cualquier gremio profesional.
          En fin, divagaciones aparte, se trata de una buena novela policiaca, interesante y con muchas facetas o matices adicionales que la enriquecen  y ponen a la altura de  las mejores de este género.  


sábado, 1 de diciembre de 2012

HIMNOS HOMÉRICOS


Los Himnos  homéricos se titulan así porque en la antigüedad fueron atribuidos a Homero, personaje casi mítico al que se consideraba creador de la poesía épica grecolatina. Actualmente los historiadores han demostrado que fueron compuestos en época arcaica y posterior al mismo, entre los siglos  VII y VI a.C, pero en general se admite que los autores anónimos eran continuadores de la tradición homérica. Son cantos en honor de los dioses que no formaban parte del culto ni se  cantaban en los templos  sino en el ágora, la plaza  principal de las ciudades griegas, en las festividades de los mismos. Pertenecen a la tradición oral y fueron compuestos por los aedos, palabra que significa cantor, que los recitaban acompañados por una lira. En tiempos posteriores fueron fijados por escrito y en época clásica reunidos en recopilaciones o antologías. Estas a su vez fueron parcialmente alteradas por sucesivas copias y en el devenir de la historia se han perdido muchas de ellas; al final lo que nos ha llegado han sido unos pocos himnos completos y algunos fragmentos de otros. Por todo lo dicho, los estudios filológicos son casi el único recurso para  su datación cronológica.
          La poesía grecolatina no se basaba, como la actual, en la rima  de los versos  sino en su ritmo, y éste en la sucesión y alternancia de sílabas largas y breves en cada verso según una combinación determinada. Los himnos homéricos, igual que la Ilíada y la Odisea, están compuestos en hexámetros dactílicos una estructura rítmica que aportaba al verso unas pausas y sonoridades que reforzaban la solemnidad propia del género épico. Así pues, la datación filológica y estos hexámetros  son los dos pilares que permiten entroncar los himnos con la antigua tradición homérica.  
          En la estructura de estos cantos se aprecian tres partes bien definidas. Comienzan con un proemio o introducción en el que se cita al dios  y se destacan sus ancestros y sus virtudes.  Se sigue de la narración épica, verdadero núcleo del poema, que casi siempre relata algunos de los mitos propios de la deidad  o los detalles de su culto en determinados templos y ciudades. Terminan con una salutación o especie de súplica al dios en demanda de sus favores. Tanto la introducción como el final están repletos de frases o fórmulas que se repiten en casi todos los himnos, tales como:  “comienzo a cantar…” o los  finales como: “ y yo me acordaré de ti y de otro canto”. Si en la primera el aedo nos indica el comienzo de un himno, en la segunda manifiesta una clara intención de enlazar con otro.
          La recopilación de los Himnos homéricos incluye 34 poemas o cantos. El grupo más importante  lo integran los llamados himnos largos o completos, como los dedicados a Dioniso, Deméter, Apolo, Afrodita o Hermes. Los himnos cortos son los fragmentarios. Algunos incluyen sólo el proemio o la salutación final  como los de Hera, Asclepio, o Ares. En otras ocasiones son ambos los que aparecen con ausencia del bloque central narrativo. Algunos estudiosos han sugerido que estos últimos pueden ser una especie de bocadillo prefabricado apto para servir de cobertura a cualquier relato.
          En cuanto al contenido destacan mitos como los del rapto de Perséfone, el robo de las vacas de Apolo por Hermes, los amores de Afrodita con el troyano Anquises, la aventura de Dionisos y los piratas, y también detalles alusivos a los misterios de Eleusis, la fundación del oráculo de Delfos , los rituales del culto a Apolo delio y otros.
          Quiero destacar la  importancia de estos himnos como fuente histórica para la mitología grecolatina, junto a las epopeyas antes citadas y algunas obras más como  “Las metamorfosis” del romano Ovidio. Este es su principal valor y  por eso mismo su lectura puede ser desalentadora para quién no esté interesado o relativamente iniciado en los mitos clásicos.  Los cantos están precedidos por un estudio introductorio interesante pero que incide demasiado en aspectos filológicos  de cierto nivel. Al final  se detalla una amplia bibliografía para ampliar el tema, pero en cambio carece de anotaciones al texto, y esto resulta un grave inconveniente porque los antiguos aedos casi nunca citaban  a los dioses  por sus nombres más conocidos actualmente sino mediante epítetos alusivos a su genealogía, virtudes, o lugares de culto, bien conocidos por el auditorio al que estaban destinados los cantos pero que obligan al lector actual a un trabajo extra de  documentación que se hubiera podido ahorrar con las notas aclaratorias al respecto.
          La  civilización griega fue original en muchos aspectos, y entre ellos uno de los más destacados es su mitología. En las culturas politeístas que la precedieron, los dioses  simbolizaban casi siempre  fuerzas telúricas  o de la naturaleza, y en las religiones monoteístas anteriores y posteriores  a la misma, Dios  crea al hombre  a su imagen y semejanza aunque imperfecto. Los griegos fueron los primeros en crear  dioses a imagen y semejanza del hombre, con virtudes y hasta vicios humanos. Y esta especie de antropocentrismo  mítico-religioso, junto con la filosofía, fue el germen que fecundó el humanismo renacentista y las corrientes de pensamiento racionalista posteriores  que son la base de nuestra cultura occidental. Por esto, frente a las mitologías orientales o precolombinas, por poner ejemplos exóticos, sentimos la mitología grecolatina como propia y enraizada en nuestra cultura. 
          En resumen, un libro interesante y enriquecedor a pesar de los inconvenientes citados, pero sólo para lectores muy aficionados y algo conocedores del tema.     


sábado, 24 de noviembre de 2012

EL TIEMPO ENTRE COSTURAS. María Dueñas


Con esta novela se inició en la literatura María Dueñas, una profesora universitaria que previamente había sido autora sólo de trabajos de tipo académico.  Editada en el año 2009, se dice que no tuvo inicialmente una excesiva campaña de promoción y pese a eso pronto se convirtió en superventas, ha sido traducida a otros idiomas, galardonada con varios premios, y parece que se ha realizado sobre la misma una serie de televisión que  aún no se ha estrenado. En fin, para la escritora manchega  ha sido, como reza el dicho español, “llegar y besar el santo”. No obstante, el éxito de El tiempo entre costuras no ha sido sólo cuestión de suerte  sino producto de  una conjunción de aspectos favorables, y entre ellos no es de menor importancia el hecho de ser una novela escrita por y para la mujer, con una protagonista femenina; y no quiero con esto expresar ninguna crítica o demérito sino  constatar un hecho conocido, que el público  lector femenino es actualmente mayoritario en el potencial mercado  español. Por otra parte, la autora ha sabido integrar  sabiamente en la trama novelesca elementos propios de varios subgéneros tales como la novela histórica, el thriller de espionaje y hasta la novela rosa. De esta última hay que destacar que el componente sentimental es abundante en la primera parte y esto no presagiaba nada bueno sino una más de este tipo al más puro estilo Danielle Steel, repleta de personajes y situaciones convencionales. Afortunadamente la escritora se encarga de dejarnos claves que nos hacen intuir cambios de enfoque y  progresivamente la acción gana en interés, generando tensión y suspense para terminar enganchando al lector. La protagonista es una modesta costurera, pobre y de escasa formación, que tras sufrir un grave desengaño amoroso se ve abandonada a su suerte y a base de tenacidad y cierto grado de osadía consigue  introducirse en el mundo de la alta costura para acabar envuelta en una trama de intrigas políticas y espionaje. La heroína nos cuenta su historia en primera persona y consigue  de esta forma  la mayor proximidad del lector  y reforzar los aspectos emotivos del relato. Entre los personajes ficticios se mezclan otros reales como Juan Luis Beigbeder, alto comisario en Marruecos y ministro del primer gobierno de Franco en la postguerra, también Ramón Serrano Súñer llamado el “cuñadísimo” del dictador, igualmente ministro de la primera etapa, falangista y filonazi, gran organizador del régimen en sus primeros años y después caído en desgracia y postergado como el anterior. Los rasgos biográficos de ambos personajes  se tratan de forma superficial e integran el ambiente de la novela que se desarrolla en un marco histórico muy determinado que va desde el final de la república y comienzo de la guerra civil española hasta los primeros años tras la misma en plena guerra mundial. La acción se desarrolla en distintas ciudades, el Madrid de antes y después de la guerra, el exotismo y el ambiente colonial de Tánger y Tetuán, capital ésta del Protectorado Español de Marruecos, y Lisboa con su corte de exiliados en tránsito y espías. La protagonista carece en principio de conciencia  social y no toma partido ante el drama  de la guerra, se mantiene alejada de la misma inmersa en el mundo de moda y glamour de la alta sociedad, son finalmente otros personajes los que la  inducen a una cierto grado de  implicación.  
          Entre los aspectos negativos a destacar sobre la trama argumental cabe decir que en algunos momentos es bastante previsible y  en otros las situaciones generadas son poco creíbles.  Pero lo peor de todo en mi opinión es el final que la escritora deja a la opción del lector bosquejando varios posibles sin optar por ninguno. La intención puede ser la de estimular la imaginación, prolongar la intriga, o evitar las críticas a una resolución feliz y edulcorada o, por el contrario, la frialdad de un final desgraciado. Sea cual sea la intención, la sensación que provoca es la frustración de un desenlace precipitado o indefinido que arruina parcialmente una buena historia aunque tiene el buen sentido de cerrarla  y evitar la tentación de prolongarla en segundas partes.
          En resumen, bajo  la perspectiva de la literatura de evasión y sin demasiadas exigencias de estilo se trata de una buena novela, de lectura fácil, que atrapa al lector y mantiene su interés hasta el final lo cual  justifica el éxito de ventas y disculpa  su mediana calidad literaria.

sábado, 17 de noviembre de 2012

SEFARAD. Antonio Muñoz Molina


Antonio Muñoz Molina (1956) es uno de mis autores favoritos. Lo descubrí, hace ya bastantes años, en una de sus primeras novelas “El invierno en Lisboa”, y desde entonces he seguido gran parte de su producción, incluidos ensayos y artículos de prensa. Después de leer “Sefard”(2001) pienso que el escritor se nos muestra  aquí en  plena madurez al  introducir  nuevas formas  narrativas  que amplían el ámbito de la novela como género literario en el que tienen cabida lo autobiográfico junto a la ficción, en una mezcla que puede parecer heterogénea  a la que la maestría del autor consigue dar un sentido unitario.
          Cuando iniciamos  el libro, la primera impresión  que tenemos es que se trata de una colección de relatos cortos ya que cada capítulo es una historia en sí misma. Pero al avanzar en la lectura pronto nos damos cuenta que todas están entrelazadas tanto en la temática como en su estructura, y esto último por medio de frases que, a modo de ideas directrices, se repiten con frecuencia en los relatos o mediante los personajes que siendo protagonistas en unos aparecen de forma marginal o por alusiones en otros. Por estas razones los críticos  han calificado  la obra de “tejido de relatos” o “novela coral”, aludiendo así  a la multiplicidad de voces  dentro de una narración armónica y unitaria.
          La estructura narrativa es desde luego algo complicada. En primer lugar por la multiplicidad de personajes, en una mezcla de ficticios  con otros reales como  Franz Kafka, Primo Levi, Walter Benjamin y muchos otros. En segundo lugar por  la  multiplicidad de narradores que cuentan las historias en primera persona, cuando lo identificamos con el propio escritor, en tercer persona cuando el protagonista es ficticio, e incluso en una segunda persona que en ocasiones utiliza el autor para dirigirse al lector buscando su complicidad y en otras parece que es él quien se dirige a si mismo dando esta forma a sus reflexiones. 
          En cuanto a la temática se pueden distinguir claramente dos bloque de relatos bien diferenciados.  El primero viene implícito en el titulo de la novela, Sefarad, que alude a la expulsión de los judíos españoles en el siglo XV, paradigma de todos los exilios y persecuciones entre las que se destacan el genocidio de los nazis y las purgas estalinistas, pero también el exilio de los republicanos españoles en México, los niños de la guerra civil española en Rusia, el exilio voluntario de la emigración andaluza en Madrid, Cataluña, o Alemania en los 60, el actual de los subsaharianos de las pateras, y otros muchos, incluso el autoexilio de los marginados en el ambiente degradado y degradante de algunos barrios del centro de Madrid. Los relatos nos muestran en una visión caleidoscópica el miedo de los perseguidos, su agónica esperanza de salvación, la angustia de la espera previa a la detención, el sentimiento de culpa de los supervivientes del holocausto o la cobardía de aquellos que miraron para otro lado y no quisieron ver. Y por encima de todo  destaca  la solidaridad y la dignidad de los marginados y los perseguidos  frente a la pobreza y la intolerancia, en unos personajes llenos de humanidad. En cuanto al segundo bloque, es de clara inspiración autobiográfica y en el mismo el narrador, que de forma implícita se identifica con el escritor, nos cuenta algunas de sus experiencias, la necesidad de abrirse al mundo pero al mismo tiempo la nostalgia de su tierra natal  y la sensación de desarraigo, y es esta última la que lo hace identificarse con los exiliados y sus vivencias, relacionando e integrando de esta forma los dos bloques temáticos.
          El lenguaje es depurado, profundo, y elegante. Desde el principio nos cautiva y nos hace identificarnos  con los relatos y compartir sentimientos y emociones comunes a todos.  El estilo  narrativo se aleja un tanto del creador de ficción y se aproxima al antiguo cuentacuentos, el  narrador que nos cuenta historias que ha leído o le han contado otros. No quiero  terminar sin destacar en el autor una clara intención al reivindicar  la memoria histórica  como forma  de configurar  nuestra identidad  social y comprometernos con los valores éticos esenciales en el ser humano.
          En resumen, una novela notable, original en sus planteamientos estilísticos y estructurales. Merece la pena esforzarse en su lectura porque sin duda tras la misma seremos algo mejores. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

TERMÓPILAS. Paul Cartledge


Termópilas es un estudio histórico que rebasa el marco concreto de la famosa batalla y se complementa con un análisis a fondo de las dos  Guerras Médicas como enfrentamiento de Europa y Asia, entre dos formas de entender la civilización. Se profundiza además en fenómenos como el panhelenismo, la cultura griega en general y en particular la de los espartanos. También se estudia la figura de Heródoto como fuente histórica indispensable, casi única para este periodo, aún reconociendo su poca fiabilidad en muchos aspectos, al menos según los criterios exigibles a la concepción actual de los estudios históricos.
El autor, Paul Cartledge, es un profesor de Cambridge, experto en historia griega que parece ampliamente avalado como investigador histórico y como docente. El ensayo histórico viene complementado por una abundante bibliografía, glosario de términos y apéndices. Dicho esto, se le pueden hacer también bastantes objeciones. La primera es su tendencia filoespartana, reconocida por el propio autor, que le lleva a ciertos abusos como menospreciar la importancia de la victoria naval de Atenas en Salamina, o a utilizar términos como “dictadura del proletariado” al enjuiciar la democracia ateniense. Por otra parte al encarar los aspectos más  oscuros del régimen oligárquico de Esparta llega a análisis abusivos como el sugerir que los espartanos eran en el fondo partidarios de la liberación de los ilotas. El carácter divulgativo de la obra induce al autor británico a trazar paralelismos entre las costumbres e instituciones políticas griegas y las actuales, no siempre acertados. Por último hay que reprocharle un análisis poco afortunado de la monarquía espartana, de carácter hereditario y dual, pero con muchos menos poder político del que pretende el autor, que llega a calificar de súbditos a los que no eran sino ciudadanos o espartiatas. Cuando analiza las causas de la colonización griega del Mediterráneo en el siglo VIII a.C. olvida la fundamental, la presión demográfica y la pobreza de la tierra en Grecia. Hay que decir también que la traducción es pésima, con frecuentes errores cronológicos y algunos en localización geográfica. En varias ocasiones se traduce como “soldadesca” al conjunto de soldados del ejército, olvidando el matiz despectivo que esta palabra tiene en castellano. Tampoco ha sido muy afortunada la elección de portada de la edición de bolsillo, un fotograma de la película “300” del director norteamericano  Zack Snyder basada en un cómic del mismo nombre, épica de acción pero totalmente carente de rigor histórico.
En resumen, un ensayo histórico asequible y divulgativo pero bastante decepcionante en muchos sentidos. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

L'ARTE BAROCCA. Concierto lírico


Hace una semana asistimos a un concierto ofrecido por el grupo Xauen Lírica, una formación de cámara, vocal e instrumental, que comenzó su andadura en el 2003 y está integrada por una soprano y en la parte instrumental piano, violín, violonchelo, trompeta y percusión. El repertorio, agrupado bajo el título L’Arte Barocca, incluía piezas de este periodo, mayoritariamente de Haendel y Vivaldi  aunque también estuvieron representados otros autores como Pachelbel, Caccini, Monteverdi y Boccherini. El orden del programa quedaba resumido en el subtítulo del mismo: “come  in celo… cosí in terra”,  una inversión de la conocida frase de la oración del Padre Nuestro que quizás pretende aquí expresar por analogía el ansia humana de perfección a semejanza de la divina, y en la música barroca, la búsqueda de la exuberancia y el virtuosismo para ofrecernos una representación atractiva de lo divino y humano. Acorde con este dualismo celeste y terrenal, la primera parte estuvo integrada por piezas de música sacra y la segunda por otras de carácter profano. Algo más de la mitad de las piezas eran vocales con acompañamiento e intercaladas entre ellas algunas exclusivamente instrumentales, estas últimas muy conocidas como el  Canon de Pachelbel, o  la Cantata 147 y el Aria de la suite nº3 de Bach. Lástima que se haya abusado hasta la saciedad de estas composiciones interpretadas incansablemente en bodas y bautizos por lo que me producen cierto hastío a pesar de su belleza. Los instrumentistas, a excepción del pianista, eran estudiantes del conservatorio y su actuación fue correcta. El piano no pudo lucirse y quedó limitado al acompañamiento. Para mi gusto el más destacado fue el trompetista que sobresalió en algunos solos y ofreció un buen contrapunto a la voz de la cantante en muchas piezas. El violinista tuvo una actuación más discreta y en el famoso  “Canon en re mayor” de Pachelbel, música progresiva y de variaciones sobre una misma melodía, le faltó brío y se dejó apagar por el violonchelo que le arrebató el protagonismo que le correspondía. Por el contrario la violonchelista destacó en el Pasacalle del quinteto para cuerda “Música nocturna de las calles de Madrid” de Boccherini, esa pieza inspirada en el folklore popular español que casi todos hemos oído alguna vez y que se popularizó aún más cuando fue interpretada en la escena final de la película “Master and Commander” de Peter Weir.  A mí me gustó bastante la Zarabanda del Salmo HWV.67 “La llegada de la Reina de Saba” de Haendel, una pieza muy conocida que evoca una procesión real con todo su boato y solemnidad.
          El papel más destacado correspondió a la cantante, una soprano bastante experimentada y con un programa especialmente diseñado para su actuación. Pienso que se trata de una soprano lírica, es  decir, aquella que dentro de su registro agudo tiene un menor timbre para los agudos que la soprano ligera pero en cambio su voz es más fuerte y  brillante en las notas centrales. En alguna ocasión presentó capacidades propias de soprano de coloratura con facilidad  para ejecutar sucesiones de notas rápidas, ornamentando y dando colorido (de ahí el nombre) a la melodía. Esto que digo se evidenció bien en la pieza final  “Agitata da due venti” un aria de la ópera “Griselda” de Vivaldi que me recuerda  mucho a otro pasaje muy conocido  que ilustra  igualmente el concepto de coloratura  musical, la famosa aria de la Reina de la Noche en  “La Flauta Mágica”  de Mozart. Me gustó particularmente su interpretación de los oratorios de “El Mesias” y “Sansón” de Haendel, y del “Ave María” de Caccini, que nunca antes había oído, preciosa aunque no sea tan conocida como la de  Schubert.
          Por último quiero destacar el escenario del recital, la Sacristía de la Catedral de Jaén. No insistiré en aquel tópico del marco incomparable, y tampoco su acústica es la mejor del mundo, pero  si quiero resaltar una vez más que la música es una llamada a los sentidos y un acumulo de sensaciones  y el escenario también puede formar parte de las  mismas. El canto de la soprano acompañada de la trompeta en las piezas de música sacra; la pureza de líneas de la ornamentación renacentista, austera y elegante a un tiempo; la ingenuidad devocional de los relicarios que adornan el pequeño altar en contraste con la vanidad mundana de los escudos episcopales  pintados sobre el mismo; los ángeles músicos que nos observan desde los tímpanos de ambos lados de la sala. Todo parecía reforzar esa sensación de espiritualidad y armonía entre lo terrenal y lo celestial simbolizada por la voz humana ascendiendo hacia la bóveda. “Cosi in terra come in celo”.

viernes, 26 de octubre de 2012

CAMPOS DE NÍJAR. Juan Goytisolo


Campos de Níjar (1954) es ante todo un libro de viajes, o con más precisión un cuaderno  de viaje, si bien contiene también algunos elementos propios de la narrativa, de forma que está entre el reportaje y la novela, más próximo al primero que a la segunda. Su autor fue el ahora octogenario Juan Goytisolo (1931) considerado el escritor más importante de la llamada generación del 50 o generación del medio siglo, formada por autores que vivieron su infancia en la guerra civil y comenzaron a publicar sus obras a partir de los años cincuenta y sesenta coincidiendo con una incipiente apertura del régimen que se nos impuso tras la misma. Con estos antecedentes se entiende que una de las características definitorias de este grupo fuera la denuncia de la miseria y de la injusticia, integrando un estilo o género que se ha calificado como neorrealismo o realismo social. Un buen ejemplo de lo dicho es esta obra  que el escritor elaboró  a partir de las notas tomadas durante un viaje por Andalucía, estas en concreto recopiladas y referidas a su paso por Almería. Escrita en un lenguaje sencillo y directo y sin embargo no exento de belleza con fragmentos y descripciones que evocan la prosa poética. Está narrada principalmente en primera persona pero con frecuencia  pasa a  la tercera persona sin motivo aparente por lo que desconozco si se debe a un intento de objetividad que impulsa al narrador a distanciarse, o bien atribuirlo a la relativa inexperiencia del escritor que por aquel entonces sólo tenía 23 años. En cualquier caso, las descripciones del paisaje son muy precisas en cuanto a los colores y tonalidades  del mismo, su textura mineral  con predominio de los tonos ocres en contraste con el azul marino de las costas, también en cuanto a la aridez  y avidez de agua de sus tierras  desoladas. Se citan las especies de la escasa flora autóctona y el relato abunda en términos específicos, muchos de ellos ya anacrónicos o  locales, de uso campesino sobre los sistemas de cultivo, riego, aperos de labranza, y edificaciones rurales. En fin, queda claro que el viajero quedó impresionado por este paisaje de fuertes contrastes sobre todo en la zona del cabo de Gata, anunciado de forma premonitoria el futuro éxito turístico de este parque natural. A medida que Goytisolo recorre las comarcas almerienses partiendo de la capital, toma contacto con distintos personajes, taxistas, peones campesinos, alfareros, terratenientes, viajantes, con los que dialoga o más bien deja que nos cuenten sus vivencias reproduciendo el acento andaluz de la zona con ánimo de veracidad exenta de toda intención de recurrir a un tipismo tópico y fácil.  Lo que ve el joven viajero catalán son  gente pobre e inculta pero honrada, servicial, hospitalaria, y con un especial sentido de la dignidad. Refleja también la desesperanza resignada ante la miseria y el  ansia de mejoría de unos pocos esperanzada en el paraíso de la emigración a Cataluña. Al principio de la narración el escritor nos cuenta todo esto en un tono que pretende ser distante y objetivo pero al final  queda abrumado por la tremenda injusticia del ambiente social que le rodea y toma partido, siente rabia y es evidente el tono de denuncia. Quizás  por esto y por su carácter testimonial, el libro fue silenciado durante largo tiempo hasta ser recuperado con la llegada de la democracia.
          Se trata en definitiva de un relato corto que se lee rápido y que constituye un estupendo retrato social de unas gentes y una época.  Con la perspectiva del tiempo se puede considerar un ejercicio de memoria histórica que nos sirve para contrastar aquella realidad de provincia deprimida y pobre  con su actual pujanza económica basada precisamente en la agricultura. Por cierto que en la narración aparecen ya los primeros intentos  de agricultura experimental que terminarían por hacer de Almería la que ahora llaman  huerta de Europa.            

viernes, 19 de octubre de 2012

LA CIVILIZACIÓN ROMANA. Pierre Grimal


Parece un hecho cierto que los españoles leemos poco y tengo la impresión que sobre historia aún menos. No me refiero  sólo a las obras consideradas como fuente histórica o a los ensayos de análisis histórico, más o menos destinados a los círculos académicos; incluso las obras meramente divulgativas parecen poco atractivas para el público lector. Y no creo que esto sea producto de una desafección hacia la historia porque entonces no se podría entender el éxito actual de la novela histórica. Creo que esta aparente paradoja se debe a varios factores y entre ellos no son de menor importancia las deficiencias de los sucesivos sistemas educativos que hemos padecido. Es verdad que ya no se enseña aquella historia de fechas y batallas solo apta para “memoriones”, propia del periodo pre-democrático, pero  no parece que la enseñanza actual haya mejorado la valoración de la asignatura que en gran medida sigue siendo considerada tediosa por los alumnos. Y es que la amenidad en la explicación y en el discurso textual es fundamental para despertar el interés tanto en el alumno como en el lector. Una forma de  amenizar  la historia es desde luego mezclarla con la ficción pero esto se hace a costa de desvirtuarla y falsearla. Se puede escribir historia amena y la obra que comento hoy es un clara ejemplo. 
          Pierre Grimal (1912-1996) fue un historiador y latinista francés enamorado de la civilización romana y su herencia cultural. Docente en varias universidades francesas dejó una importante producción literaria, generalmente ensayos históricos muy especializados destinados al ámbito académico, pero su entusiasmo por la cultura  romana  le motivó también a su divulgación y difusión entre el público en general y fruto de esa inquietud es este libro, “La civilización romana” (1999). Para empezar está escrita con un lenguaje sencillo y claro que renuncia voluntariamente  a las notas y citas bibliográficas a pie de página que, a menudo, desvían la atención del lector, sin renunciar por ello al rigor histórico y a la documentación que reúne al final del libro en una muy extensa bibliografía estructurada y organizada en múltiples apartados que cubren todos los aspectos de la historia y cultura romana. La estructura  de la obra  organizada en capítulos no es rígida sino que un mismo tema se toca en apartados diferentes resultando así flexible e informal descartando en apariencia una posible intención didáctica.
          El contenido del libro, después de un primer capítulo que repasa la evolución política de Roma, se puede resumir en el subtítulo del mismo, “vida, costumbres, leyes, artes”. Se analiza así la evolución política desde la monarquía, pasando por la república hasta el imperio; la estructura social (gens, patriciado, plebe); se profundiza en la religión con su carga primitiva de animismo y superstición, su formalismo al tiempo que tolerancia; el derecho y la constitución política como creaciones originales romanas; la organización militar y la evolución del ejército; la lengua y literatura; el problema de la tierra y la evolución hacia un sistema económico capitalista en el imperio; el urbanismo y las creaciones propias de la arquitectura; las costumbres y formas de ocio etc.  En todos estos aspectos  el autor se propone destacar  la originalidad del genio romano  y desmontar el tópico tradicional de Roma como heredera cultural de Grecia sin menospreciar, desde luego, la influencia del pensamiento y la filosofía griega. Su tesis, que expone a modo de conclusión final, es que el espíritu romano  basado en una serie de virtudes ciudadanas propias, produjo una civilización  original  que se enriqueció con los aportes del helenismo.  Sólo en el Bajo Imperio con lo que hoy llamaríamos globalización cultural y la influencia de las religiones foráneas, entre ellas el cristianismo, se abandonaron dichas  virtudes  propiamente romanas. Para Grimal el fin real de la civilización romana no se produjo con la caída del último emperador Rómulo Augústulo (476) sino con el Edicto de Milán de Constantino (313).
          A destacar por último el estupendo análisis etimológico de alguno términos que profundizan y aclaran el sentido de muchos conceptos. También me han llamado la atención algunas opiniones  aportadas por el autor, algunas de ellas quizás cuestionables como la referente al tratado del Ebro con los cartagineses al considerar que la frontera no traspasable era la del río Júcar por una confusión en el nombre de estos ríos, o el significado  de pontifex no como constructor de puentes sino constructor de caminos (religión, camino hacia los dioses). Es interesante también la división procesal  y jurídica entre las figuras del pretor y el iudex.
          En resumen, se trata de una importante obra de divulgación histórica, clara, profunda y amena al mismo tiempo, cualidades no siempre fáciles de aunar. Recomendable para todo aquel que quiera profundizar en los verdaderos orígenes de nuestra civilización occidental, deudora en tantos aspectos de la romana.  

jueves, 11 de octubre de 2012

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY. E.L. James


A menudo en las entradas he mostrado mi reticencia hacia los best seller, pero también mi opiniones sobre la elección de una lectura, que muchas veces está determinada por impulsos hasta cierto punto arbitrarios. Algo de esto último me ha ocurrido con la novela Cincuenta sombras de Grey, de la escritora británica Erika L. James, cuya campaña promocional ha llegado hasta la televisión.  Se ha dicho de ella que ha vendido más copias que la serie de Harry Potter, que es un claro ejemplo de marketing viral, es decir, de difusión boca a boca a través de las redes sociales. Se ha calificado de novela erótica que aborda el tema de las fantasías de sumisión y se destaca su gran éxito entre mujeres norteamericanas de mediana edad al tiempo que los psicólogos tratan de explicar su aceptación por un público mayoritariamente femenino en base a su edición inicial como libro electrónico (privacidad), o las teorías más peregrinas como el peso de la responsabilidad que supone la asunción del poder  por parte de las mujeres emancipadas,  y que la libertad podría ser para ellas una carga.  En fin, me parece absurdo entrar en esas cuestiones pero lo cierto es que el entorno mediático aportaba cierto morbo y me dejé arrastrar por la curiosidad. Ahora me arrepiento de mi elección, pero la lectura es como la propia vida, no siempre se elige bien.
          En mi opinión la obra es una mezcla de novela rosa o sentimental con novela erótica, y en ambos aspectos fracasa estrepitosamente. De la primera, mal llamada también novela romántica ( no confundir con el estilo literario), porque es una historia de amor que reproduce el  tradicional mito de Cenicienta y el príncipe, personificados en una joven e inexperta estudiante pobre que se enamora a primera vista de un rico empresario algo mayor que ella, enérgico, culto, de gustos refinados y algo perverso. Si la historia es de lo más convencional, en su desarrollo aparecen todos los tópicos posibles relacionados con el éxito considerado desde la óptica de la sociedad de consumo;ropa y coches de lujo, helicóptero y avión privado, deportes caros, mujeres accesibles etc. Como es natural, con estos condicionantes la chica queda deslumbrada por la personalidad del galán. 
          En cuanto al carácter erótico de la novela conviene destacar que el erotismo y el porno  son dos aspectos de la sensualidad y la sexualidad a menudo separados por una fina línea fácil de traspasar. El erotismo sugiere, oculta parcialmente y crea así expectación y tensión sensual, mientras que lo porno muestra claramente y apela al sexo. En  las artes audiovisuales es más fácil  distinguir  entre estas dos facetas, pero en literatura es ciertamente más difícil expresar mediante el lenguaje las sutilezas que diferencian ambos  aspectos o puntos de vista.  Desde luego  esta novela no consigue ser erótica. Las escenas de  sexo están narradas de forma demasiado explícita hasta el punto que algún crítico la ha calificado como “porno blando”. Además, el protagonista exhibe en la cama un lenguaje chulesco y crudo que pretende reforzar la impresión de dominación pero que en realidad resulta bastante vulgar.
Con todo  la obra podría ser aceptable y entretenida, aunque bastante previsible,  si no fuera  por  la calidad literaria que es francamente deplorable. El lenguaje abunda en frases hechas que se repiten con insistencia, del tipo de “se me eriza el vello” , “me tiemblan las piernas”“siento mariposas en el vientre”, también  en onomatopeyas como “¡Uau¡” y frases admirativas como ¡¡ menudo cochazo¡¡ y cosas por el estilo. La protagonista femenina narra la historia en primera persona  que en este caso no consigue una mayor proximidad del lector sino que pone de manifiesto lo pueril de los pensamientos de la misma. En los frecuentes monólogos interiores dialoga con su subconsciente  y con su propio deseo sexual a los que personifica. A este último  lo llama de forma cursi y repetitiva “la diosa que llevo dentro”. Los personajes se comunican y dialogan a menudo mediante email  carentes de interés  que parecen más bien un recurso  de la autora  para  rellenar páginas.
          La trama argumental recuerda en bastantes puntos al film  “Nueve semanas y media” (1986) de Adrian Lyne, pero ambas están a años luz de distancia. Esta si era una buena película erótica y la escena del striptease de Kim Basinger bailando una canción de Joe Cocker, ingenuo y sensual al mismo tiempo, es ya antológica en la historia del cine.
          En fin, no dejo de maravillarme del éxito de esta novela. Ante el mismo la autora declaró en su momento la intención, después cumplida, de ampliarla con otras dos que formaron una trilogía, pero ante el final de ésta que deja en suspenso la historia en una especie de “continuará”, resulta claro que la intención de editarla por entregas fue previa al éxito comercial.
          Yo por mi parte aplicaré el dicho de: “como muestra bien vale un botón”. Con este ya he tenido bastante y pienso ahorrarme los otros dos libros que forman la trilogía.

viernes, 5 de octubre de 2012

LÁZARO EN EL LABERINTO. Antonio Buero Vallejo


Respecto al teatro, entendido no como arte escénico sino como  género literario, siempre  tuve una duda y es  si merece la pena leer un texto esencialmente ligado a su representación sin la cual resulta incompleto. Planteada la cuestión como interrogante parecería tener a  priori una respuesta fácil ya que un libro resulta muy accesible en tanto que el teatro representado no lo es tanto. Opino que la respuesta debería ser doble, según la obra que consideremos. En el caso del teatro clásico, más o menos hasta Shakespeare y nuestros autores del Siglo de Oro, se da un predominio del texto sobre la escenificación, con largos monólogos que pretenden reflejar las ideas y las pasiones de los personajes junto a  frecuentes metáforas, alegorías, y alusiones mitológicas. En este tipo de teatro una lectura pausada nos puede ayudar a comprender mejor la riqueza en matices del texto que, a menudo, pueden quedar ocultas en la representación. Un caso extremo de este grupo son las tragedias de Séneca, de tal densidad conceptual en monólogos y diálogos que se dice de ellas que eran leídas en público pero nunca fueron representadas por su dificultad y sin embargo  forman parte importante de  la producción del filósofo estoico. En cuanto al teatro contemporáneo y actual, la cuestión es bien distinta. Frente a la interpretación declamatoria que enfatiza las emociones, propia del teatro clásico, se tiende ahora a una actuación natural, con diálogos sencillos  de frases cortas que el actor refuerza con técnicas corporales y el estudio de la psicología del personaje para recrearlo en la escena. Al mismo tiempo los avances  en escenificación  en cuanto a decorados, tramoya, iluminación, y sonido, complementan eficazmente  la actuación y nos sugieren  de forma intuitiva aspectos y matices no explícitos en unos textos que se han simplificado. Este segundo tipo de teatro es el que pierde mucho con la lectura y un buen ejemplo es la obra que comento hoy, “Lázaro en el laberinto”, tan abundante en acotaciones sobre decorado y efectos especiales de luz y sonido que suponen  más de la mitad del texto. Es aquí  donde la obra literaria se nos queda corta y echamos de menos la representación.
          Antonio Buero Vallejo (1916-2000) es probablemente el dramaturgo español más destacado del pasado siglo. Intelectual comprometido en su juventud con posiciones políticas republicanas, por ello  al terminar la guerra civil fue condenado a  pena de muerte aunque se le conmutó in extremis por la de cárcel. Cumplida  la misma no se exilió y obtuvo  su primer éxito teatral  en 1949 con “Historia de una escalera”. A partir de entonces  desarrolló una abundante producción en su mayor parte  durante la dictadura franquista. Sufrió el acoso de la censura que prohibió varias de sus obras  y quizás por esto escondió  en las mismas la crítica social y política  tras una  cortina de simbolismos y toda clase de sutilezas. Uno de sus recursos fue el drama histórico que le aportaba modelos y contextos históricos llenos de significaciones y fácilmente extrapolables al presente de aquella época. Recuerdo en particular  uno de estos dramas, “El sueño de la razón”, ambientada en 1823 durante el terror represivo decretado por Fernando VII contra los liberales. Asistí a la representación de esta obra en mi ciudad a finales de los 60 y aún recuerdo los  acalorados y emotivos  aplausos del público que percibía claramente el paralelismo y alusión velada a los excesos de la dictadura.
          Buero Vallejo trata en sus obras los dramas sociales y éticos que afectan al individuo y sus personajes son con frecuencia seres  angustiados por sus limitaciones y carencias. En  Lázaro en el laberinto el personaje central  está  atormentado por los remordimientos relativos a un hecho dramático de su pasado y esto da pie para reflexionar sobre la hipocresía, el dolor y  la alteración de la memoria como forma de soslayarlo. El tema central  es la verdad, el miedo a la misma y la necesidad de que ésta prevalezca  como forma de redención final. 
          En resumen,  una obra teatral a cuya representación asistiría con gusto pero de menor interés como lectura por las razones mencionadas al comienzo. Fue estrenada en Madrid el  18 de diciembre de 1986.

miércoles, 29 de agosto de 2012

EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS. Dino Buzzati

    Dino Buzzati (1906-1972), periodista y escritor italiano, entró en la historia de la literatura con esta novela considerada como su obra maestra entre las pocas que constituyen su producción literaria, escrita en su mayor parte durante la primera mitad del siglo XX. Los estudiosos de la misma han destacado su inspiración en corrientes filosóficas y literarias como el existencialismo y el surrealismo, además de la influencia decisiva de Kafka. Sobre esto último poco puedo opinar, apenas conozco la obra del autor checo, pero sí encuentro coincidencias con su novela El proceso. En ambos casos se destacan la los absurdos de la burocracia.

    El desierto de los tártaros (1940) es en mi opinión una fábula existencialista. La trama narrativa es en realidad bastante simple. Un narrador omnisciente cuenta en tercera persona la vida del teniente Giovanni Drogo, destinado a una fortaleza fronteriza frente a un desierto.  También sus sueños y el anhelo de gloria que un improbable ataque de los tártaros le pudiera propiciar, una especie de destino heroico al que consagra su vida.

    La acción se sitúa en una época y lugar imprecisos, aunque los datos que se aportan (transporte a caballo, lámparas de petróleo) sugieren el siglo XIX y otros datos recuerdan mucho al imperio austro-húngaro. Hay que recordar que Dino Buzzati era milanés.

    No conviene profundizar en los avatares de la historia, pero sí destacar lo que el lector comprende conforme avanza en la lectura; que toda la narración es una alegoría en la que los lugares, principalmente la fortaleza, el desierto, y los personajes, tienen una segunda lectura simbólica. En ocasiones la analogía y el símbolo es claramente manifiesto y en otras muchas puede ser objeto de diversas interpretaciones, y creo que es precisamente esta posibilidad de lecturas múltiples la que ha favorecido el éxito de la novela.  Para empezar, se ha supuesto que la historia es una crítica velada al militarismo fascista ya que fue escrita en 1940 justo cuando Mussolini envió al ejército italiano al desierto africano a ocupar Abisinia, en una guerra colonial en la que Buzzati fue reportero. Aunque no se puede rechazar esta suposición, la carga alegórica va mucho más allá, al terreno de las vivencias, y podemos destacar aspectos como el inexorable paso del tiempo, la angustia vital y la soledad esencial del ser humano,  la existencia que nos cambia y conforma nuestro destino y no al contrario, la rueda de la vida o ciclo vital que se repite, el tiempo concebido como presente continuo, el ansia de libertad contrapuesta a la cobardía que nos hace acogernos a la seguridad, la imposibilidad de retorno al pasado, etc.

    Por otra parte, la novela tiene también un cierto componente surrealista que se manifiesta claramente en los sueños del protagonista igualmente cargados de simbolismo. La descripción de paisajes misteriosos, de ruinas, de brumas y de visiones irreales impregnan el relato de un cierto tono gótico que lo aproxima a criterios propios del romanticismo. En el desenlace, el protagonista se redime a sí mismo con un cierto tono épico, aceptando lo inevitable en una actitud muy próxima a la ataraxia de los antiguos estoicos.

    Para terminar, diré que esta lectura me ha provocado una cierta sensación de vacío y de desasosiego, pero al mismo tiempo no puedes dejar de leer porque te hace pensar y de alguna forma te incita a profundizar en las ideas filosóficas que trascienden lo puramente argumental.

    Se trata pues de una buena novela, pero difícil en cuanto que exige mucho del lector 



     

lunes, 20 de agosto de 2012

REBELIÓN EN LA GRANJA. George Orwell


Parece claro que  la experiencia  vital del escritor  siempre influye de alguna forma en su producción literaria. El espíritu viajero de Jack London  o Joseph Conrad, por  citar algunos  ejemplos, quedó plasmado en  sus novelas de aventuras. Pero si hay un escritor en el que tal supuesto  se cumple con exactitud ese es George Orwell (1903-1950), un hombre profundamente  marcado por sus vivencias personales. En su juventud militó en la policía imperial india lo que le hizo desarrollar un fuerte sentimiento anticolonial que expresó en su novela  “Los días de Birmania”. Después sobrevivió haciendo trabajos variados rozando en ocasiones la indigencia, lo cual recuerda en su novela  “Sin blanca en París y Londres”. El contacto con las clases sociales más desfavorecidas  lo reflejó en su obra “El camino a Wigan Pier” y su compromiso con la justicia social lo llevó a  posiciones políticas de izquierda y a alistarse voluntario  para luchar como miliciano en la guerra civil española, experiencia que plasmó en “Homenaje a Cataluña”. Durante la  Segunda Guerra Mundial  trabajó como periodista y pudo comprobar los excesos del nazismo pero también se le hicieron patentes los abusos del estalinismo. Fruto de su aversión hacia los totalitarismos fueron sus dos mejores novelas, “1984”  y ésta que comentamos hoy, ambas convertidas en auténticos clásicos de la literatura moderna.
          Rebelión en la granja (1945) es una novela corta que fue concebida por el autor como una fábula satírica contra el estalinismo. Cuenta la historia  de los animales de una granja que se rebelan contra sus dueños y establecen un sistema de convivencia que termina degenerando en una nueva tiranía. Para los que conocen la historia es fácil identificar  en cada uno  de los animales el correspondiente  personaje histórico o grupo social del periodo en que Stalin dominó el régimen comunista en la Unión Soviética. Pero la novela tiene una segunda lectura  que trasciende la crítica  del estalinismo para profundizar en la corrupción que a todos los niveles engendra el poder político, que a falta de control tiende hacia el totalitarismo. En esta segunda lectura el mensaje es claro y puede ser captado por cualquiera con independencia de sus conocimientos históricos, por tal motivo la novela ha sido utilizada a menudo como herramienta educativa para  escolares en asignaturas de  formación democrática  ya que su lenguaje además es sencillo y bastante asequible.
          George Orwell fue siempre un escritor políticamente incorrecto. Ahora sabemos que durante años fue vigilado  por la policía inglesa por su militancia izquierdista y que, justo cuando terminó  “Rebelión en la granja” la novela tuvo problemas para encontrar editor porque en 1945, a finales de la guerra mundial, la URSS era aliada  de Gran Bretaña  y la fábula era tan clara en sus alusiones que podía ofender a Stalin. Lo cierto es que el escritor y periodista británico, además de inoportuno y molesto para el poder político en aquellos años, es reconocido hoy como ejemplo de intelectual comprometido  con sus ideales.
          En cuanto a la novela, mejor que comentarla es leerla directamente. Es de fácil  y breve lectura, nos  hará pensar  y nos divertirá  al  mismo tiempo. 

lunes, 13 de agosto de 2012

UNA MISMA NOCHE. Leopoldo Brizuela


El joven escritor argentino Leopoldo Brizuela ha ganado el premio Alfaguara 2012 con esta novela que ha sido definida por la crítica de promoción como un “thriller existencialista” intentando quizás llamar la atención de un público adicto a este tipo de literatura de suspense; una calificación con la que no estoy de acuerdo en absoluto. Porque es cierto  que  la historia  comienza con un hecho inquietante, un robo  en casa de los vecinos del protagonista, que  parece contar con una cierta complicidad de la policía, y le hace evocar otro allanamiento policial de esa misma casa ocurrido treinta años antes, en 1976 durante la dictadura militar argentina. También es verdad que la trama se intenta presentar como una investigación del pasado y que se van desvelando sucesivamente elementos del mismo pero, en mi opinión, carece de la necesaria tensión dramática  capaz de mantener en vilo al lector y en suma generar verdadero suspense.
           La novela tiene para mí otros valores.  No es un relato sobre  la violencia  estatal  y los excesos de la dictadura argentina, como puede parecer a primera vista. Se trata más bien de una indagación sobre la memoria individual y colectiva, de cómo el miedo y la culpa pueden  alterarla  e inducir  a la confusión y  al olvido. El miedo común  a victimarios y víctimas que prefieren olvidar, que produce una especie de amnesia parcial que no distingue bien entre  verdad y recuerdo. Es también una estupenda reflexión sobre  la cobardía, la colaboración con el terror, el sentimiento de culpa y su expiación.
La trama argumental está dividida en dos tiempos, el pasado de 1976 y el presente de 2010, que se suceden y alternan en capítulos titulados con las letras del abecedario, terminando en la Z con un angustioso cuadro negro  que nos  hace evocar  el agujero  negro  de la memoria  y aquella frase final de Marlon Brando en  Apocalypse   Now, “¡ el horror…el horror¡”.  La historia va de menos a más a pesar de la escasa tensión que antes destacábamos. El narrador-protagonista, Leonardo Bazán, tiene notables similitudes  con el escritor, incluso  las iniciales de su nombre, por lo que, aunque éste lo niega en el epílogo, cabe suponer un marcado poso autobiográfico en una historia  narrada en primera persona  con la finalidad reconocida de utilizar la literatura como forma de  confesión y expiación de la culpa además de conjurar lo que el protagonista define como “miedo al miedo”. Entremezclada en la narración encontramos además  la descripción de cómo se gestó  la novela en la mente del escritor de forma paralela a la evocación del pasado, las notas, y la investigación. El título de las partes en que se divide la obra: novela, memoria, historia, sueño, parecen aludir a las distintas fases de esa  gestación.
          Una misma noche es en mi opinión una novela interesante  en base a los aspectos que se han destacado, siempre que no se pretenda hacerla pasar por lo que no es. No sé si por “existencial” se entiende la complejidad de  la existencia, o los conflictos íntimos del ser humano, pero  no creo que cumpla los criterios  que definen un thriller. Entre sus aspectos negativos, solo en cuanto al lector español, destacaré el abuso de términos argentinos, particularmente del lunfardo, la jerga local porteña. Nada insalvable actualmente  gracias a la ayuda de Internet