martes, 8 de mayo de 2012

TARÁNTULA. Thierry Jonquet


La novela negra y el thriller en general, por sus especiales características narrativas, el suspense y el ritmo rápido de la acción entre otras, son géneros literarios que se adaptan fácilmente a otros medios como cine o televisión. Tal es el caso de esta novela que comentamos hoy, “Tarántula” (1995) que inspiró la película de Pedro Almodóvar “La piel que habito” (2011). Inspirar es la palabra justa porque, aunque no he visto la película, he comparado  la sinopsis de la misma con la trama novelesca y presentan notables diferencias por lo que no se trata de una adaptación literal. En todo caso, si se pretenden comparaciones, siempre será mejor la lectura previa al visionado, una preferencia que casi todos admitimos así como las razones que la justifican, en las que no entraremos por haber sido ya bastante debatidas.
          Thierry Jonquet (1954-2009) fue un novelista parisino de vocación tardía que,  tras su  prematura y reciente muerte, ha dejado una producción corta en la que predomina la novela negra. Como seguidor de este género se definía así en una autobiografía: "Escribo novelas negras. Intrigas donde el odio y la desesperación se llevan la mejor parte y no paran de machacar a pobres personajes a los que no concedo ninguna oportunidad de salud“.  Su trabajo relacionado con la terapia ocupacional lo puso en contacto con la muerte, la vejez, y la enfermedad y lo llevó a profundas depresiones de las que se liberó escribiendo sus libros en los que  se muestra entre fascinado y horrorizado por la maldad y la brutalidad de nuestro mundo actual, sin olvidar un fuerte componente de crítica social.
          “Tarántula” es una novela corta que se puede clasificar como de serie negra aunque falta en ella el componente policiaco, es decir, existe el crimen pero no  está presente el punto de vista investigador del policía o el detective.  Lo importante aquí es la explicación, implícita en la acción, de la motivación moral del crimen. El desarrollo de la acción es rápido, con un lenguaje directo con pocas concesiones a lo descriptivo. La historia es de una perversidad que nos inquieta y nos atrapa en la lectura. Se desarrolla en un ambiente agobiante de miedo e inseguridad, con una violencia en la que predomina lo sutil sobre la brutalidad y de una aparente irracionalidad cuya lógica se desvela de forma progresiva hacia el final. El sufrimiento, la humillación, la venganza, la aceptación, la redención, y la ambivalencia sentimental  entre amor y odio son sentimientos que se nos muestran en la trama.
          La historia contiene dos planos narrativos  que alterna al narrador externo que nos la cuenta en tercera persona, con uno de los personajes que desarrolla su monólogo interior en segunda persona, dirigiéndose a sí mismo, una persona verbal poco utilizada, casi  reservada en exclusiva para el género epistolar. Al margen de esta originalidad, se le puede criticar  que  el relato resulta en ocasiones algo irreal, poco creíble.
          Hasta aquí puedo comentar sin entrar en más detalles del argumento que arruinaría la lectura de los que  quieran disfrutar de esta novela  que atrapa y se lee de un tirón en pocas horas.

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