miércoles, 17 de febrero de 2016

HOY CAVIAR, MAÑANA SARDINAS. Carmen y Gervasio Posadas

En muchas ocasiones el título de una novela te hace desconfiar de entrada. A menudo el que se pretende gracioso suele ser una elaboración de marketing que envuelve de forma agradable un producto comercial de contenido decepcionante. Reconozco que se trata de un prejuicio personal  y no pretendo establecer ningún principio, pero este libro  concreto hizo saltar todas mis alarmas preventivas. Un título ocurrente, firmado por dos hermanos, con una portada entre frívola y humorística, eran razones suficientes para pasar de largo si lo hubiera encontrado en los anaqueles de una librería. Pero fue una propuesta de mi club de lectura y me obligué a superar esos iniciales recelos.
          No quiero menospreciar la figura de la escritora Carmen Posadas (1953), uruguaya y nacionalizada española, autora de cuentos infantiles y relatos breves además de novelas, una de las cuales, Pequeñas infamias, fue ganadora del Planeta 1998. A pesar de una obra literaria relativamente abundante, parece ser más conocida como presentadora de un programa de TV, por sus colaboraciones en prensa y porque estuvo casada con Mariano Rubio, el que fuera gobernador del Banco de España. En cualquier caso se trata de una mujer de mundo, de educación cosmopolita, polifacética en sus actividades profesionales y con una dilatada experiencia vital que se refleja en sus escritos.  
Hoy caviar, mañana sardinas (2008) es un libro que puede calificarse de miscelánea; una mezcla de autobiografía, memoria familiar, literatura de viajes, anecdotario y recetario de cocina. Precisamente por este último aspecto recibió el Premio Sent Soví de Literatura Gastronómica, aunque en mi opinión es lo menos destacable en el relato. En esta especialidad mi preferido siempre fue Manuel Vázquez Montalbán, que en sus ensayos sobre el tema y en las recetas del detective Pepe Carvalho aunaba sensibilidad de buen gastrónomo con excelencia literaria.
          Volviendo a nuestro libro, cuenta el peregrinaje de la familia Posadas por diferentes capitales europeas  donde estuvo  destinado el padre como embajador de Uruguay. La narración está precedida de un prólogo en el que se intenta desmitificar el glamur de la vida diplomática  y la imagen de lujo y ostentación que ofrece ante la opinión pública que, según los autores, solo es aplicable a las grandes embajadas y no a las representaciones de pequeños países.  En este sentido, el título pretende evidenciar el manifiesto contraste entre apariencia social y vida cotidiana en una modesta legación. A continuación  se suceden,  en tres grandes capítulos, las vivencias personales de los dos autores en Madrid durante los años 60, en Moscú en la década de los 70 y finalmente Londres en los ochenta. En el relato se alternan los recuerdos de juventud de Carmen y Gervasio Posadas con las experiencias de su madre en el papel de embajadora, contadas también en primera persona, en una especie de diario en el que alternan abundantes anécdotas y recetas de cocina. Éstas últimas se justifican porque, según ella, la comida es la imagen de una embajada y en consecuencia fundamental para las relaciones diplomáticas.
          No negaré que el libro contiene relatos curiosos con cierta dosis de humor e ironía, y que los lectores de mi edad, que es la de la escritora, encontrarán aquí sucesos y ecos de sociedad con los que se sentirán familiarizados, sobre todo en el capítulo dedicado a la España del tardofranquismo.
          En fin, me cuesta avanzar en una crítica cuando no aprecio demasiados aspectos positivos a destacar.  En este libro encontraremos poca originalidad; historias que fueron muy difundidas por las revistas del corazón, o típicas de noticiarios como NODO. No está mal escrito pero carece de valores literarios reseñables. De forma paradójica su lectura produce un efecto posiblemente no deseado por la autora, porque termina ofreciendo un retrato muy realista del grupo social conocido como Jet set, aquella aristocracia de nuevo cuño, snob y superficial, que se estableció en Marbella a partir de los años sesenta y que ahora nos parece más decadente que glamurosa.

                  

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