Comentario escrito en 2009 y publicado ahora de forma anacrónica. Dedicado a Antal, que publicó el suyo sobre este mismo libro en el blog Dementes Literarias y parece compartir mi admiración por esta ciudad.
Estambul es una obra de difícil encuadre en un género concreto, pero en ella se puede considerar en cualquier caso una doble vertiente íntimamente relacionada; es una autobiografía de la infancia y juventud del autor al tiempo que un retrato de Estambul en la segunda mitad del siglo XX, o más bien las sensaciones que la ciudad provoca en el escritor de clara mentalidad occidental, y en último extremo, la ambivalencia y el conflicto cultural entre Oriente y Occidente.
Orahn Pamuk vivió su infancia en los barrios próximos al Palacio de Dolmabahçe en las orillas del Bósforo, la zona noroeste de Estambul, al otro lado del Cuerno de Oro, que tradicionalmente había sido el barrio occidental de la ciudad y que, a partir de finales del siglo XVIII con el traslado del sultán desde Topkapi al nuevo palacio, se convirtió en residencia de la corte otomana y posteriormente de la alta burguesía turca. Desde su barrio siente las consecuencias tardías del derrumbe otomano, los incendios y desaparición de los hermosos palacios de madera a orillas del Bósforo. Ya en su juventud extiende su observación a los barrios pobres de la otra orilla del Cuerno de Oro, los que se extienden desde el Puente de Gálata hasta más allá de las antiguas murallas bizantinas hasta el místico barrio de Eyup. La sensación más intensa que el Estambul de los años 50 y 60 despierta en Pamuk es la de amargura y melancolía por la caída, a principios de siglo, del Imperio y las consecuencias de pobreza y pesimismo que afectó a la ciudad y sus habitantes, que aún persisten en cierta medida en la actualidad.
En los distintos capítulos se repasan los contrastes y ambivalencias de la sociedad estambulí. El difícil equilibrio entre la alta burguesía laica occidentalizada y las masas populares de inmigrantes anatólicos, de cultura islámica. El contraste entre el nacionalismo laico y militarista, fundado por Ataturk, que reclama su incorporación a Europa y otro nacionalismo asiático que simpatiza con el integrismo islámico.
Pamuk fue aficionado a la pintura así que describe los barrios de la ciudad con un detalle que podríamos llamar pictórico. En algunos capítulos se refiere a pintores occidentales como Melling que realizaron los únicos grabados y pinturas de la ciudad, ya que los pintores otomanos estaban limitados por el rechazo coránico a la representación de figuras humanas. Frente a su propia visión e impresiones sobre Estambul, el autor nos remite a otras visiones, las de los viajeros franceses e ingleses del siglo XIX, como Gerard de Nerval, Teophile Gautier o Gustave Flaubert.
El pesimismo de Pamuk se hace literario, se traduce en la melancolía que impregna su visión de la relación con su familia y se extiende a otros aspectos de la sociedad estambulí hasta constituir el auténtico espíritu de la ciudad. Existe un cierto paralelismo entre el progresivo hundimiento económico familiar, el deterioro de las relaciones entre sus miembros de una parte y una cierta sensación de fracaso de los valores de la burguesía laica y occidentalizante que su misma familia representa.
En fin, es un libro rico en matices y muy interesante. Se trata de un retrato profundo de Estambul que puede ayudar al visitante occidental a penetrar en la mentalidad y forma de ser de sus habitantes, más allá de los aspectos turísticos. Aunque no es una obra histórica resulta fundamental para comprender algunos hechos de la historia reciente de Turquía y de contradicciones tales como la cuestión Oriente-Occidente. Entre los europeos occidentales, el “miedo al turco” es ancestral, desde Lepanto, pasando por los piratas berberiscos, hasta las actuales reticencias a la admisión de Turquía en Europa. Pamuk nos ofrece la opinión y el sentimiento de los turcos y contribuye a derribar tópicos sobre su pueblo.
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