De la
vida y obra de Manuel Vázquez Montalbán
(1936-2003) se pueden resaltar muchos
aspectos. En primer lugar su gran erudición y el carácter polifacético que le llevó a cultivar
como escritor diversos géneros
literarios, poesía, novela, cuento, y ensayo; pero también a destacar en periodismo como articulista y crítico
literario. Una de sus pasiones fue la gastronomía y toda su obra está salpicada
de referencias a recetas culinarias
además de dedicar a este tema alguna monografía.
Pero en mi opinión, lo más
destacable de la obra de este autor es
su dimensión política y sociológica. Son muy conocidos sus orígenes humildes y
republicanos y su militancia juvenil
comunista y antifranquista que le llevó a pasar tres años en la cárcel. Después
le llegó el desencanto, con el fracaso de los ideales del mayo francés del 68, y
la progresiva renuncia ideológica de la izquierda española en aras del “posibilismo” y de la “modernidad”. Aunque
finalmente escéptico, nunca renunció a una cierta coherencia ideológica a la
hora de denunciar y criticar las deficiencias
de nuestro sistema democrático. En los ensayos y narraciones de los años
60 y 70 utilizó lo que él llamaba “escritura subnormal”, una especie de
subterfugio o recurso al surrealismo para poner de manifiesto las
contradicciones entre una sociedad ansiosa de libertad y un régimen franquista agotado
y sólo sustentado en la caduca supervivencia del dictador; una situación muy
similar a la de Cuba en la actualidad.
A finales de los 70 le llegó el
éxito editorial y la fama cuando inició la serie de novela negra que tiene como
protagonista principal al detective Pepe
Carvalho, un personaje con algo de autobiográfico, de origen izquierdista, buen
gastrónomo, que a pesar de estar “de vuelta de todo” en política, intenta mantener unos mínimos
éticos que le aportan una cierta
dignidad. El recuso al género policiaco,
de lectura entretenida y amena, sirvió a Vázquez Montalbán como instrumento y
excusa para realizar un profundo análisis sociológico y una crónica de la
transición española a la democracia, con todos sus claroscuros. A partir de los años 90 el escritor se plantea nuevos retos en la expresión
literaria, con obras de tipo experimental
mezcla de periodismo o ensayo con
novela. En algunas de sus obras reflexiona sobre el sentido de la historia y el
compromiso en la sociedad actual que es esencialmente ahistoricista, y propugna
el retorno a la memoria histórica.
Los
“Cuentos blancos” son una antología
de relatos cortos editados en diversos medios
entre los años 1982 y 2000. El interés de los mismos es variable y siempre
en función de los gustos de cada lector.
En general son bastante buenos y su temática variada. Algunos tienen un marcado
tinte surrealista, como “Bestiario” donde se ridiculiza a las autoridades deportivas y políticas del año 82,
presentándolos como una banda mafiosa en
torno al pastel de los Mundiales de Futbol. De este mismo estilo es “El festín
de Pierre Ebuka” donde el juicio a un caníbal da pie a reflexionar sobre la
decadencia europea. En “La piedad
peligrosa” se critica el posibilismo progresista del “felipismo” que supuso el
abandono de los ideales de izquierda. En
“El niño y el perro”, uno de los mejores, se pone de manifiesto la
contradicción entre el discurso político y económico progresista y la dura
realidad de los marginados por el sistema. “… y en invierno viajar hacia el
sur” refleja a la perfección la mentalidad de los hijos de emigrantes en
Cataluña, su dicotomía económica y cultural, su conflictiva añoranza del sur.
En unos relatos se critica la televisión basura o la trasnochada
dialéctica marxista; en otros se reflexiona sobre la memoria histórica, el
sentido de la vida, los ideales perdidos y otros muchos temas.
En
resumen podemos decir que estos cuentos son un compendio de las ideas y
obsesiones recurrentes a lo largo de toda la obra literaria de Manuel Vázquez
Montalbán. Pequeños relatos que aúnan la capacidad crítica y satírica del
escritor con un estilo siempre emotivo que puede llegar a ser tierno y hasta
poético. Por cierto, y para terminar, la portada elegida por la editorial "Círculo de lectores" me parece, como poco, desafortunada.
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