Henning Mankel es un novelista y
dramaturgo sueco que se dio a conocer en el mundo literario a principios de los
90 con una colección de novelas de serie
negra protagonizadas por el inspector Kurt Wallander, un
personaje que no está en la línea habitual del policía duro y frio, o el investigador
metódico y deductivo, sino más bien
destaca por su humanidad, siempre afectado por sus propios problemas
personales. En ciertos aspectos recuerda a otro personaje, el detective Pepe
Carvalho, de la serie de novelas de este mismo género escrita por el ya desaparecido Manuel
Vázquez Montalbán, eso sí
salvando la diferencia de mentalidad entre un nórdico y un latino. Hace un
tiempo tuve ocasión de leer uno de los títulos de la mencionada serie, en concreto
“La quinta mujer” (1996), y puedo asegurar que
satisface todas las expectativas deseables en una buena novela
policiaca, algo que no siempre se da en un género explotado en exceso que pretende ser lectura de evasión y
entretenimiento y a menudo sacrifica a
este fin la calidad literaria.
Hace poco me llamó la atención esta
última novela del escritor sueco. En primer lugar por el título sugerente a la
vez que contradictorio, y por su portada (en la edición de Tusquets) que
reproduce una de esas pinturas de estilo
orientalista tan de moda a finales del
XIX del tipo “odalisca en el baño”. Título y portada son acordes con la trama argumental. Pero mi
curiosidad aumentó cuando descubrí, leyendo la sinopsis de contraportada, que no era un título más de
la serie negra. “Un ángel impuro” parte de un hecho simple
y real constatado por el autor y aclarado en el epílogo; en los archivos de
Maputo, capital de Mozambique, la antigua Lourenço Marques de los
tiempos coloniales, consta que una mujer sueca regentó allí un burdel a principios del siglo XX y pasaba por ser la
mayor contribuyente al fisco de la ciudad, desapareciendo sin dejar rastro
pocos años después. Sobre este hecho, el escritor desarrolla una trama
novelesca sobre las aventuras de una joven sueca que emigra a Australia
empujada por la pobreza y recala accidentalmente en la colonia portuguesa. La
protagonista consigue mantener su pureza, al menos espiritual, en medio de un
ambiente que la mancha, que la hace impura socialmente. En realidad es el marco
ambiental el verdadero protagonista de la novela. Una ambiente opresivo que
refleja los estragos del régimen colonial europeo en África a finales del XIX y
principios del XX, que disfrazado de paternalismo y misión civilizadora y evangelizadora encubría la simple y llana explotación de los
recursos naturales del continente y de sus habitantes. En este contexto, el
racismo y la consideración de los negros como seres inferiores, algo menos que
humanos, no era sólo una justificación ética de la superioridad europea sobre
los africanos sino también una necesidad
para mantener el dominio sobre
los mismos mediante el miedo, la brutalidad y la humillación. Un miedo que
funcionaba también a la inversa, el de la minoría de blancos a una posible la
rebelión de los negros. Por la novela desfila toda una galería de personajes
que representan distintos grados de racismo y formas de adaptación a la vida en
las colonias. La protagonista, en contacto con este mundo va modificando progresivamente
su actitud en medio de una sociedad hipócrita y cómplice del abuso sobre los
negros.
Como críticas se puede decir que la trama
argumental peca en ocasiones de
previsible y que se echa en falta una mayor profundización en el carácter y la
psicología del personaje principal. También se comenten contados errores en el
lenguaje quizás atribuibles a una mala traducción. Un ejemplo: “oyó pasar un
camión cargado de bananas”. Dos posibilidades; o la protagonista vio el
camión además de oírlo, o el narrador
omnisciente, que lo sabe todo, recurre a la carga bananera del vehículo
para hacernos ver que estamos en el trópico, lo cual, tratándose de Mozambique
es una obviedad.
La
novela es creíble en sus planteamientos y en mi opinión derriba un mito muy
afianzado entre nosotros; que los latinos somos menos racistas que los
anglosajones y que por tanto el colonialismo español y portugués fue en
conjunto más humano que el de ingleses, holandeses y alemanes. Henning
Mankell es desde luego un buen conocedor de la realidad de la antigua
colonia portuguesa porque desde hace años reside en Maputo. Es además un
enamorado de África y en la temática de sus últimas obras es reiterativo el
interés por los problemas africanos, en concreto por las dificultades vitales y
sociales de las mujeres y por el impacto del sida en el continente.
En resumen, una novela interesante sin llegar a excelente.
En resumen, una novela interesante sin llegar a excelente.
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