martes, 5 de junio de 2012

EL LECTOR DE JULIO VERNE. Almudena Grandes


Almudena Grandes irrumpió en el panorama literario español, hace ya más de 20 años, con un best seller, “Las edades de Lulú” (1989); una novela erótica que ganó el Premio “La Sonrisa Vertical”, traducida a 19 idiomas y adaptada al cine por Bigas Luna un año después de su publicación. En aquel momento me extrañó su inclusión entre los superventas porque este subgénero literario, salvo contadas excepciones,  suele adolecer de escasa calidad literaria. Además los límites entre lo erótico y lo pornográfico son a menudo difusos y en este tipo de literatura predominan los escritores, como mayoritarios son también los lectores masculinos. Todos estos prejuicios míos de entonces se  esfumaron cuando leí la novela y comprendí el secreto de su éxito basado en un lenguaje esmerado de gran calidad  y la profundidad psicológica de los personajes. Descubrí a una gran escritora que se ha consolidado durante estos años  con una obra no demasiado extensa en la que destacan títulos como “Malena es un nombre de tango” (1994) y “El corazón helado” (2007). En los últimos tiempos Almudena Grandes se ha empeñado en un ambicioso proyecto inspirado claramente en los “Episodios Nacionales” de Benito Pérez Galdós; se trata de novelar la postguerra española y la etapa más dura del franquismo en seis libros que recogen episodios poco conocidos de este periodo histórico. Fruto de este empeño ha sido su  primera novela de esta serie, “Inés y la alegría” (2010) que ha tenido una gran aceptación, y narra un hecho insólito, la aventura de un grupo de soldados republicanos, guerrilleros durante la ocupación alemana de Francia, que intentaron invadir el valle de Arán en 1944 aprovechando el desconcierto causado por la retirada de los alemanes y la entrada de los aliados en ese país.
          “El lector de Julio Verne”(2012) es la segunda y última entrega de esta serie de novela histórica que lleva el título genérico de “Episodios de una guerra interminable”. En esta ocasión la novela está ambientado en los pueblos de la Sierra Sur de Jaén, y en la lucha de los guerrilleros republicanos, los maquis, en el llamado “trienio del terror” entre 1947-1949. La narración cuenta una serie de historias  reales que a modo de retales de tela quedan hilvanados mediante una trama novelesca  formando un todo homogéneo en el que, según la autora, la historia con mayúscula interactúa con la historia en minúscula, la de personajes ficticios aunque verosímiles que sufrieron aquella guerra no declarada e interminable que tuvo lugar cuando ya había “estallado la paz”. En  resumen, la novela cuenta la historia de Nino, un niño de once años cuyo padre es guardia civil destinado en Fuensanta de Martos. Su visión parcialmente ingenua contrasta con el drama soterrado que se está viviendo entre los habitantes del llano y el monte. La afición a los libros de Julio Verne y el contacto con algunos adultos le hacen cambiar totalmente su perspectiva vital y su pensamiento, al tiempo que  entre la ficción de las aventuras novelescas percibe retazos de una aventura real que se desarrolla a su alrededor.
          La historia está narrada por el protagonista en primera persona y he leído algunas críticas que señalan  que el relato no corresponde a un niño entre nueve y once años (su edad en ese periodo) sino a un adulto, lo cual lo hace poco verosímil. Los que indican este supuesto fallo no han percibido lo que, a lo largo de la narración, resulta manifiesto; que el narrador cuenta sus recuerdos de infancia  pero desde la edad adulta y esto se confirma en el último capítulo cuando nos sigue hablando de su nueva  etapa de estudiante en Granada. Este último capítulo que parece sobrar por estar fuera de la historia es el recurso de la escritora para justificar  lo que digo, que son los pensamientos y percepciones de un niño pero interpretadas, mediante el recuerdo, en la edad adulta.
          Los personajes  de la novela que viven en un ambiente de  miseria y represión, están descritos de forma realista mediante un lenguaje conciso y preciso al mismo tiempo. Sus historias reflejan la ambivalencia del ser humano en sus pasiones; la lealtad y la traición, la dignidad ante la humillación, la bondad en un ambiente de odio y venganza.  Por otra parte, y a pesar de que la escritora ha reconocido siempre su simpatía por la izquierda política, la novela no peca de maniqueísmo, no es  una historia de buenos y malos porque el miedo era idéntico y común a vencedores y vencidos, porque la adscripción a uno u otro bando fue en muchas ocasiones casual o coyuntural, y porque en los dos bandos hubo gente buena que supo  estar del lado de la razón y de la humanidad frente al odio y la sinrazón.
          “El  lector de Julio Verne” me parece una gran novela que consagra una vez más a una gran escritora.  Pero para mí es algo más que todo eso. Es memoria histórica y también mi propia memoria  porque  nací  en Jaén muy pocos años después de los hechos narrados, porque en mi infancia oí, en la más estricta privacidad, esas historias de guerrilleros  delatados por traidores o víctimas circunstanciales e imprevistas del amor o el sexo, que mi imaginación infantil, o quizás  por la transmisión popular, recubría de un cierto aura de misterio que los hacía parecer auténticos Robin Hood. En conclusión, leer este libro me ha transportado a mi propia infancia, tan parecida en muchos aspectos a la del protagonista aunque bastante menos, o nada novelesca.

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