Las
historias cortas objeto de este comentario pertenecen a una colección más
amplia titulada Relatos sobre la falta de sustancia (1977) de la que se
seleccionaron posteriormente estos cinco, siendo editados por separado a partir
de 1985. Fueron, según creo, la primera experiencia en narrativa de Álvaro Pombo (1939), un autor que se inició en la poesía y
dice sentirse poeta, pero alcanzó más reconocimiento como novelista y se consagró como tal con El metro de
platino iridiado (1990), considerada su obra maestra. No voy a bosquejar
los rasgos biográficos de este polifacético escritor y académico porque ya lo
hice en una entrada anterior (ver 6
de agosto de 2012). Solo quiero destacar su inclinación homosexual,
alejada de estridencias militantes y públicamente reconocida, porque me parece
uno de los ejes directrices que configuran su obra literaria. Así es que la
homosexualidad aparece con frecuencia en sus novelas, tratada de manera directa o tangencial, pero siempre de una forma sutil,elegante e implícita, más sentimental que carnal, en ocasiones tan intelectual que parece asexuada.
Los Cinco relatos… han supuesto
mi segunda incursión en la narrativa de Álvaro Pombo. La primera fue - como
he adelantado más arriba - hace dos años, con una de sus últimas novelas, El
temblor de héroe (2012) que fue Premio Nadal. Tengo pues una cierta
perspectiva de su obra, al menos, considerada en unas coordenadas temporales,
entre el comienzo y lo más actual de la misma. Y con base en tan reducida experiencia
mi impresión, lo que acierto a intuir, es la coherencia lógica y consecuente
con los principios del escritor, también lo homogéneo de su producción
literaria en cuanto a temáticas y estructura narrativa, dibujadas por unos
rasgos que la definen. Uno de ellos ha sido ya señalado. Destacaré además el
estilo realista veteado de reflexiones filosóficas, unas veces profundas y
otras algo crípticas. Su prosa elegante y culta, de rico vocabulario, en la que
introduce ocasionales neologismos. El gusto por lo metafórico y el humor
irónico son otros de esos rasgos esenciales.
En Cinco
relatos sobre la falta de sustancia, el escritor convierte este concepto -entendido en su acepción ontológica como esencia o naturaleza de algo o
alguien- en la idea unificadora de todas las historias. Un concepto que
complementa con otros derivados del mismo cuando
propone la ilusión y las vivencias como elementos de sustancialización,
o lo retuerce en su aspecto negativo al destacar lo insustancial de algunas vidas, hasta llegar en este
juego a excesos como poner de relieve la pirueta teológica de la transustanciación.
En efecto, los personajes principales
de los cinco relatos son seres apocados, saturados de complejos, con temor a
enfrentar la vida, en suma vacíos y sin sustancia, que se refugian en la
rutina como medio de superar sus carencias afectivas y alcanzar la necesaria estabilidad
emocional. En algún momento de esas vidas aparece alguien que aporta una
ilusión, que despierta en el protagonista pasiones escondidas, nuevas ganas de
vivir, en resumen, como una luz que le da sentido y sustancia. Y
después llega el abandono o la renuncia,
por capricho, traición, o cobardía, y la
vuelta al refugio de lo cotidiano, como una luz que se apaga y les hace
retornar al oscuro vacío.
Los relatos son muy ricos en
matices tanto en el perfil psicológico de los personajes como en las
descripciones de ambientes y época, que parecen remitirnos de forma
implícita a los años 60 del pasado
siglo. Los dos que más me han gustado han sido; Luzmila, quizás el más
tierno y emotivo por la bondad esencial de la protagonista, y Un relato corto,
porque me hace evocar mi propia infancia en un colegio privado y el opresivo
ambiente de aquellos internados, que afortunadamente solo percibí desde la cómoda lejanía de alumno externo.
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