Cuando
hablamos de libros es frecuente diferenciar entre dos tipos de literatura, la
seria y la divertida. Una división quizás demasiado simple pero fácil de
entender y asumir por su rotundidad. Aunque no fue siempre así, ahora prefiero
los libros que enseñan algo o dan que pensar frente a los que sólo entretienen,
por más que aquellos precisen de un
mayor esfuerzo o puedan parecer aburridos. Y aún así pienso que ambas
categorías no son excluyentes sino complementarias,
y en muchas ocasiones pueden ser amenas y relajantes esas obras cuya única
pretensión es la de distraer al lector, justamente calificadas por ello como
literatura de evasión.
En este tema comparto la
opinión de nuestro escritor de hoy que, en una entrevista de prensa en el
pasado año, se declaraba partidario de “una dieta literaria equilibrada”
que combine libros serios y divertidos. Por eso, después de varias lecturas, complejas
por su dificultad, he aceptado con agrado esta propuesta cuyo título y portada sugieren un
contenido humorístico confirmado por la breve sinopsis promocional.
Eduardo Mendoza (1943) sin duda ha sido fiel a ese
equilibrio que recomienda a los lectores, porque casi la mitad de su producción
narrativa son novelas en clave de humor. En efecto, sí bien es cierto que se
dio a conocer y se consagró como escritor con títulos como La verdad sobre
el caso Savolta (1975) y La ciudad de los prodigios (1986),
ficciones históricas con toques de realismo social, entre estas dos escribió, a
modo de divertimento, El misterio de la cripta embrujada (1978) (entrada
de 9/7/2012), mezcla de novela gótica y policiaca cuyo protagonista es un
detective anónimo que vive en un manicomio. El éxito de esta novela le indujo a
seguir esa línea de humor y a escribir otras tres más que formaron una
tetralogía dedicada al mismo personaje. En todos esos títulos, y en otros como
el que hoy comentamos, el escritor catalán se ha revelado un maestro de la parodia
y la sátira humorística utilizando como instrumento la mezcla de géneros
narrativos.
A este mismo patrón se
ajusta El asombroso viaje de Pomponio
Flato (2008). En la sinopsis antes mencionada se califica de: “Cruce
de novela histórica, novela policíaca, hagiografía y parodia de todas
ellas” y ciertamente participa de todos esos elementos este relato corto
ambientado en Nazaret, a principios de nuestra era, que tiene como eje
argumental un crimen del que se acusa a José el carpintero, padre del niño Jesús.
El protagonista, implicado en la investigación del mismo, es una especie de
filósofo, o fisiólogo, de cómico nombre alusivo a una dispepsia que le aqueja y
a sus desagradables consecuencias.
En la primera parte de la
novela, que se corresponde con la exposición de la trama, percibimos ya toda
una serie de recursos humorísticos que van desde lo fácil y escatológico –en su
acepción peyorativa- hasta la más fina ironía. Entre los primeros, la comicidad
implícita en los nombres de personajes, tanto romanos como judíos, a menudo
relacionados con la tipología de los mismos; o la parodia del latín en frases
originales aplicadas a contextos cómicos, o simplemente inventadas, en la línea y estilo de Golfus de Roma,
aquella antigua comedia interpretada por Buster Keaton. El protagonista,
Pomponio Flato, cuenta la historia en presente histórico, es
decir, utilizando el presente al narrar hechos pasados, para reforzar y
enfatizar la misma. Utiliza un lenguaje retórico plagado de cultismos y alusiones
mitológicas que denotan pedantería. Tanto
él como el resto de personajes, usan en los diálogos frecuentes paráfrasis,
tanto evangélicas como clásicas grecolatinas, muy evidentes las primeras por
nuestra educación cristiana, y algo menos las segundas que parodian el estilo
de los antiguos himnos homéricos o epopeyas griegas, todo con pretensión satírica que afecta tanto
a parábolas (el rico Epulón y el pobre Lázaro) como a mitos o fábulas esópicas
(la zorra y el cuervo). El relato está dirigido a Fabio, paródica alusión al
interlocutor de Rodrigo Caro en
su Elegía a las ruinas de Itálica, y también una clara sátira del género
epistolar.
En la segunda mitad de la
obra, el nudo y desenlace de las comedias, el humor deriva de la propia
investigación que se torna disparatada
hasta el esperpento en una trama que va sumando personajes hasta llegar incluso
a los marginales de ficción como Ben-Hur, y termina con la feliz
resolución del caso, la epifanía mitológica apolínea -la pedantería es
contagiosa- y la despedida del protagonista que prosigue su viaje por los
confines del Mare Nostrum.
Se ha dicho que El asombroso
viaje de Pomponio Flato es una parodia de las novelas pseudo-históricas al
estilo de El código Da Vinci de Dan Brown. En mi modesta opinión
lo es del mundo clásico grecolatino, pero más aún del judaísmo mesiánico y de
la historia evangélica sin que esto deba interpretarse como burla rayana en lo
blasfemo sino más bien como un ejercicio de irónico escepticismo que recuerda
en mucho aquella película de los años 70, La vida de Brian del grupo
inglés Monty Python. En resumen, un libro ameno y muy divertido.
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