sábado, 6 de diciembre de 2014

LOS SURCOS DEL AZAR. Paco Roca

En los últimos años el cómic español ha mostrado cierta tendencia a  rememorar la Guerra Civil y sus consecuencias, en lo que parece el compromiso de la narrativa gráfica con la memoria histórica y su particular contribución al esfuerzo de recordar nuestro pasado. Se pueden citar una decena de títulos que ilustran esta nueva orientación y en lo que atañe al autor que nos ocupa, el historietista valenciano Paco Roca (1969), esta es la tercera de sus novelas gráficas que aborda el tema.
Los surcos del azar (2013) ha cosechado ya hasta cuatro premios desde su reciente edición. Su título cita unos versos de Antonio Machado en su obra Campos de Castilla: ¿Para qué  llamar caminos a los surcos del azar?, y alude a los distintos caminos que tomaron los republicanos al final de la guerra. Es también un homenaje al escritor que mejor representó el sentimiento de los exiliados; la tristeza y el cansancio tras la derrota, las ilusiones frustradas y el hogar perdido. En esta ocasión los protagonistas son aquellos que iniciaron su exilio tras una dramática huida  del asediado puerto de Alicante en 1939, se refugiaron en la Argelia francesa donde trabajaron, casi como esclavos en la construcción del ferrocarril transahariano, y terminaron alistados en ejército francés que combatió a Rommel en la campaña de Túnez. Desde allí pasaron a Inglaterra, desembarcaron en Normandía, y liberaron París de la ocupación alemana. La narración se centra en un grupo de esos exiliados españoles que lucharon en la Nueve, una compañía integrada en la segunda división blindada del general Leclerc, que en la noche del  24 de agosto de 1944 entraron en París montados en carros de combate con nombres como Madrid, Guadalajara, Ebro o Guernica, y dos días más tarde encabezaron,  junto a De Gaulle, el desfile de la victoria en los Campos Elíseos. Una historia y una contribución después olvidada y tan solo reconocida por el gobierno francés en 1998. La de unos españoles, luchadores antifascistas, que ganaron batallas pero volvieron a perder la guerra cuando las potencias aliadas vencedoras en la Segunda Guerra Mundial terminaron reconociendo al régimen de Franco.
         Paco Roca conoció, en París y en 2008, esta sorprendente historia de boca de varios de los supervivientes. A continuación inició un largo proceso de documentación que duró varios años antes de dibujar esta aventura gráfica. El autor, en alguna entrevista, ha reconocido  que estuvo tentado de  utilizar un tono épico tipo Hazañas bélicas, pero terminó por elegir un formato parecido al  documental y, para aproximarla al lector y darle un tono más emotivo, optó por introducirse a sí mismo en el relato como personaje. Con este fin adoptó la estructura narrativa conocida como discurso testimonio o novela reportaje, dividida en dos planos temporales. En el primero de ellos, localizado en la actualidad, el historietista entrevista a  Miguel Ruiz, un miembro real de aquella división que desapareció en una misión de comando, convertido en esta ficción en un anciano octogenario, solitario y desabrido, que nos cuenta su personal visión de los hechos. El segundo y principal es la historia en sí misma que se desarrolla entre 1939 y 19945. Los saltos temporales son continuos pero ambos planos argumentales están muy bien diferenciados gráficamente. En el relato bélico, el dibujo es en color, muy detallado y bien sombreado, con un estilo que recuerda vagamente a Las aventuras de Tintín del belga Hergé, un dibujante que Paco Roca reconoce como inspirador de sus comienzos en el cómic. Para el plano de la actualidad se ha reservado el blanco y negro, con predominio de fondos blancos y ligeros sombreados sepia, que mantiene el mismo estilo pero con un dibujo de trazo más esquemático y sobrio. Se trata así de enfocar directamente el relato del pasado sin olvidar por ello el lado humano de los protagonistas y su evolución personal posterior. En las escenas de guerra se  renuncia al fácil efectismo violento, tipo gore, y está más centrado en las emociones de los personajes. Se pretende mostrar la visión subjetiva de la guerra que tiene el soldado, ajeno a estrategias y tácticas militares, que se centra en la misiones concretas y en ellas nos muestra su miedo ante el peligro, también la incertidumbre que provocan las confusas noticias del frente, la euforia de la victoria  y el posterior desánimo por las expectativas malogradas. 
         Para terminar, pienso que relatos gráficos como éste demuestran que  se puede conjugar perfectamente el rigor histórico con la amenidad del cómic sin que la aparente trivialidad del formato menoscabe la veracidad y la finalidad última, en este caso la recuperación de nuestro pasado.     


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