En estos días, en el marco del
programa cultural Noches de Palacio, ya en las postrimerías del verano, he asistido a la representación teatral de Las Bacantes, en
el patio de los Baños Árabes de nuestra ciudad.
Sé
que no abundan los amantes de la tragedia griega, demasiado alejada de nuestra
sensibilidad actual. Pero se trataba de una versión libre de la tragedia de Eurípides, y puedo asegurar que la
fidelidad al texto original se reduce a unos pocos fragmentos. En cambio
resultó ser un espectáculo total con predominio de la coreografía acompañada de
música, canto y declamación. Los actores desarrollaron la trama con un ritmo
trepidante, físico y agresivo hasta recordar la gimnasia circense, y
consiguieron transmitir esa tensión dramática al espectador hasta el punto de
dejarnos extenuados en nuestros asientos. Los cantos y bailes rituales de las bacantes,
la música, el atrezo y vestuario, los juegos de luces, todo contribuyó a crear
esa atmósfera fantasmagórica y esotérica de los misterios y ritos dionisíacos.
La
trama argumental representa el enfrentamiento entre Dionisos que
simboliza la parte instintiva del ser humano, sus pasiones, el subconsciente,
la fantasía y hasta la locura, y el rey Penteo que representa la
racionalidad, la lógica, el poder y las leyes. En resumen, el conflicto que
provoca esa dualidad de la naturaleza humana.
La
actuación de los actores del grupo sevillano Sennsa Teatro Laboratorio fue magnífica. Creo que dejó
satisfechos a los amantes de la tragedia clásica, pero incluso los que no lo
son quedaron impresionados.
La obra tiene muchos aspectos destacables que analizar, y la representación merece un comentario más amplio, pero una cierta sobrecarga de eventos culturales en corto periodo de tiempo me obliga a ser sucinto.
La obra tiene muchos aspectos destacables que analizar, y la representación merece un comentario más amplio, pero una cierta sobrecarga de eventos culturales en corto periodo de tiempo me obliga a ser sucinto.
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