domingo, 5 de diciembre de 2010

ESPAÑA, SUEÑO Y VERDAD. María Zambrano


María Zambrano (1904-1991) fue una figura destacada de la intelectualidad española del pasado siglo y no obstante la gran desconocida para una amplia mayoría de lectores, debido en parte a un prolongado exilio de nuestro país (1937-1984) y a su filiación política republicana, algo decisivo en su biografía pero poco importante en el contenido de su obra literaria esencialmente dedicada a la filosofía.

Fue discípula de Ortega y Gasset y durante su formación mantuvo contacto y amistad con intelectuales de las generaciones del 98 y del 27, entre otros con los poetas Antonio Machado, Luis Cernuda y Miguel Hernández. En su juventud vivió en Segovia, Madrid, Valencia y Barcelona y en su exilio viajó y residió en Chile, México, La Habana, París, Roma y otros lugares de Francia e Italia. Era pues una mujer cosmopolita lo cual sin duda enriqueció su pensamiento que partiendo de la filosofía de Ortega, ecléctica entre racionalismo e idealismo (“razón vital”, “perspectivismo”), evolucionó hacia otro eclecticismo que podría definirse como “racionalismo poético” una filosofía con fuerte tendencia mística.
Para Zambrano la razón, que es duda y pregunta a un tiempo, es  el método para explicar parte de la realidad, la de las cosas (verdad científica). Pero el racionalismo es insuficiente cuando buscamos la esencia de lo humano porque en el hombre subyace un fondo oculto y misterioso, caótico, primigenio y no revelado, algo que ella llama “sagrado” o “poético”.  La “razón poética” es el método a seguir en la búsqueda de dicha esencia. Un método pasivo, basado en el ensimismamiento que conduce a una especie de revelación.

La presente obra está integrada por una serie de ensayos en los que la autora analiza algunos de los temas y personajes más sobresalientes de la cultura española. Mitos muy nuestros como Don Juan o el Quijote,  personajes legendarios como el Cid; otros sobre la “mujer literaria” de Galdós, las ideas contrapuestas sobre la vida en Ortega (filosofía vital) y Unamuno (sentimiento trágico), y algunos  dedicados a pintores como Picasso o  a la ciudad de Segovia. En todos estos ensayos aparecen algunas de las ideas directrices de su filosofía que antes he intentado resumir, expresadas en un lenguaje muy parecido a la prosa poética.
Tengo que reconocer que es una obra interesante por su contenido e incluso por su estética, pero de difícil lectura, al menos para mí. Y es que me resulta complicado profundizar en la densa complejidad conceptual del lenguaje metafísico y más aún en el poético, tan dado a la introspección, tan intimista y, por tanto, tan personal del autor. Tengo pues que suponer que no estoy especialmente bien dotado para penetrar en el fondo de la especulación filosófica ni en la poesía, por más que pueda disfrutar de los aspectos formales y estéticos de esta última.

Repito, un libro interesante que obliga a una lectura detenida y profunda. Muy adecuado para aquellos aficionados a “la funesta manía de pensar”.


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