martes, 24 de abril de 2012

UN ÁNGEL IMPURO. Henning Mankell


Henning  Mankel es un novelista y dramaturgo sueco que se dio a conocer en el mundo literario a principios de los 90 con una colección de  novelas de serie negra protagonizadas por el inspector Kurt Wallander, un personaje que no está en la línea habitual del policía duro y frio, o el investigador metódico y deductivo, sino más bien  destaca por su humanidad, siempre afectado por sus propios problemas personales. En ciertos aspectos recuerda a otro personaje, el detective Pepe Carvalho, de la serie de novelas de este mismo género escrita por el ya desaparecido Manuel Vázquez Montalbán, eso sí  salvando la diferencia de mentalidad entre un nórdico y un latino. Hace un tiempo tuve ocasión de leer uno de los títulos de la mencionada serie, en concreto “La quinta mujer” (1996), y puedo asegurar que  satisface todas las expectativas deseables en una buena novela policiaca, algo que no siempre se da en un género explotado en exceso que  pretende ser lectura de evasión y entretenimiento y  a menudo sacrifica a este fin  la calidad literaria.
          Hace poco me llamó la atención esta última novela del escritor sueco. En primer lugar por el título sugerente a la vez que contradictorio, y por su portada (en la edición de Tusquets) que reproduce una de esas pinturas  de estilo orientalista  tan de moda a finales del XIX  del tipo  “odalisca en el baño”. Título y portada  son acordes con la trama argumental. Pero mi curiosidad aumentó cuando descubrí, leyendo la sinopsis  de contraportada, que no era un título más de la serie negra. “Un ángel impuro” parte de un hecho simple y real constatado por el autor y aclarado en el epílogo; en los archivos de Maputo, capital de Mozambique, la antigua Lourenço Marques de los tiempos coloniales, consta que una mujer sueca regentó  allí un burdel  a principios del siglo XX y pasaba por ser la mayor contribuyente al  fisco  de la ciudad, desapareciendo sin dejar rastro pocos años después. Sobre este hecho, el escritor desarrolla una trama novelesca sobre las aventuras de una joven sueca que emigra a Australia empujada por la pobreza y recala accidentalmente en la colonia portuguesa. La protagonista consigue mantener su pureza, al menos espiritual, en medio de un ambiente que la mancha, que la hace impura socialmente. En realidad es el marco ambiental el verdadero protagonista de la novela. Una ambiente opresivo que refleja los estragos del régimen colonial europeo en África a finales del XIX y principios del XX, que disfrazado de paternalismo y misión civilizadora y  evangelizadora  encubría la simple y llana explotación de los recursos naturales del continente y de sus habitantes. En este contexto, el racismo y la consideración de los negros como seres inferiores, algo menos que humanos, no era sólo una justificación ética de la superioridad europea sobre los africanos sino también una necesidad  para mantener  el dominio sobre los mismos mediante el miedo, la brutalidad y la humillación. Un miedo que funcionaba también a la inversa, el de la minoría de blancos a una posible la rebelión de los negros. Por la novela desfila toda una galería de personajes que representan distintos grados de racismo y formas de adaptación a la vida en las colonias. La protagonista, en contacto con este mundo va modificando progresivamente su actitud en medio de una sociedad hipócrita y cómplice del abuso sobre los negros. 
          Como críticas se puede decir que la trama argumental peca  en ocasiones de previsible y que se echa en falta una mayor profundización en el carácter y la psicología del personaje principal. También se comenten contados errores en el lenguaje quizás atribuibles a una mala traducción. Un ejemplo: “oyó pasar un camión cargado de bananas”. Dos posibilidades; o la protagonista vio el camión además de oírlo, o el narrador  omnisciente, que lo sabe todo, recurre a la carga bananera del vehículo para hacernos ver que estamos en el trópico, lo cual, tratándose de Mozambique es una obviedad.
          La novela es creíble en sus planteamientos y en mi opinión derriba un mito muy afianzado entre nosotros; que los latinos somos menos racistas que los anglosajones y que por tanto el colonialismo español y portugués fue en conjunto más humano que el de ingleses, holandeses y alemanes. Henning Mankell es desde luego un buen conocedor de la realidad de la antigua colonia portuguesa porque desde hace años reside en Maputo. Es además un enamorado de África y en la temática de sus últimas obras es reiterativo el interés por los problemas africanos, en concreto por las dificultades vitales y sociales de las mujeres y por el impacto del sida en el continente.
En resumen, una novela interesante sin llegar a excelente. 

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