lunes, 9 de julio de 2012

EL MISTERIO DE LA CRIPTA EMBRUJADA. Eduardo Mendoza


Estamos de nuevo en verano, y este año el estío climático  se nos  ha adelantado al solsticio astronómico porque ya en junio hemos sufrido una agobiante primera ola de calor africano. No sé si a los lectores en general  les pasa lo mismo pero a mí en esta estación se me embotan las entendederas e instintivamente rechazo los tratados de historia y los ensayos de cualquier tipo, y me acomodo en la literatura fácil, la de entretenimiento, también llamada “de  evasión” y nunca mejor que ahora  que nos viene al pelo para evadirnos de la dura realidad que nos rodea y amenaza. Y cuando hablo de lecturas fáciles no me refiero a las novelas de  Marcial Lafuente Estefanía, tan populares en su tiempo, sino a literatura amena pero de calidad, y esta que comentamos hoy cumple esos criterios.  Se trata de la segunda novela del barcelonés Eduardo Mendoza, autor de moda en el actual panorama literario español, de vocación tardía y producción abundante en este género, que se dio a conocer con  “La verdad sobre el caso Savolta” (1975) y se consolidó con “La ciudad de los prodigios” (1986) que ha sido considerada por la crítica su obra cumbre.
          “El misterio de la cripta embrujada” (1979) tuvo un éxito tan rotundo que dio lugar a una tetralogía de novelas protagonizadas por el mismo personaje. El título resulta engañoso porque sugiere una narración de misterio y si bien es verdad que contiene algunos elementos  góticos  es más bien una novela  policíaca, o para ser más exactos una parodia de este subgénero novelesco, plena de ironía y humor que en muchos momentos provoca la hilaridad del lector.
          El relato está protagonizado por un personaje anónimo y  marginal, de pasado delictivo, ingresado en un manicomio. Un loco muy cuerdo que es obligado por las circunstancias a iniciar una investigación referente a un caso que afecta a miembros de la burguesía industrial catalana, con el incentivo de la libertad si lo resuelve.  Se inicia de esta forma una aventura con tintes de picaresca cervantina en la que el improvisado investigador se mueve en el terreno de la ilegalidad, suplanta personalidades, viola domicilios, engaña, se disfraza, todo justificado por la  buena finalidad. Unas peripecias con frecuentes desenlaces cómicos propios de un antihéroe de esperpento. La historia la narra el propio protagonista en primera persona en un lenguaje elaborado, cuidado, y hasta encopetado, más propio de un  abogado o político que de un marginal educado en la calle. Este contraste  lo justifica  el propio personaje cuando  afirma que  el lenguaje culto es el instrumento que los poderes públicos utilizan para engañar al pueblo, y él, con su capacidad histriónica devuelve el engaño.
          La  novela está ambientada, como casi todas las del autor, en Barcelona y es además una sátira moral de la burguesía catalana, la Iglesia y el poder judicial en la época de la transición española, cuando las instituciones del postfranquismo aún convivían con las nuevas de la democracia. Al fondo de la trama  de ficción  se destaca el plano real en el que aparecen políticos como Adolfo Suarez o Felipe  González, la incipiente corrupción, el destape y la liberalización de las costumbres sexuales etc. También quedan  bien retratadas las  aspiraciones de las distintas clases sociales de la época.
          En resumen se trata de una farsa burlesca y satírica, una novela divertida  que nos hace reír y nos anima. Muy buena.


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