martes, 29 de mayo de 2012

VIDA Y DESTINO. Vasili Grossman


Las alternativas que el manuscrito de esta novela  sufrió antes de su publicación pueden ser consideradas en sí mismas como novelescas. Fue escrita en 1959 por Vasili Grossman (1905-1964), un ucraniano de origen judío aunque asimilado a la cultura rusa, bolchevique y periodista en su juventud. Estaba diseñada  como la segunda parte de una primera novela “ Por una causa justa” (1952) dedicada a exaltar el valor del pueblo ruso frente a los nazis durante la llamada Gran Guerra Patria, escrita en la ortodoxia del realismo socialista y con lealtad a los postulados políticos del momento. Pero entre las dos novelas el autor revaloró su origen judío y evolucionó hacia una crítica del periodo estalinista y esto fue determinante en su nueva novela “Vida y destino”. El manuscrito  se intentó publicar en 1962, en el periodo de “deshielo” y desestalinización del nuevo régimen comunista de Jruschov, pero fue confiscado junto a las copias en papel carbón, los cuadernos de notas, y hasta la máquina de escribir. Grossman se consumió en una inútil lucha con la censura para recuperarlo, y tras su muerte los disidentes  lograron fotografiar y sacar del país las páginas de un borrador que finalmente fue publicado en Suiza en 1980 y no fue editado en Rusia hasta  1988 durante la apertura de Gorbachov.
          En “Vida y destino” el objetivo no es  glorificar al heroico pueblo soviético en línea con las pautas del realismo socialista. Aquí el protagonista es la vida del ser humano, considerado en su individualidad y enfrentado al destino dramático  que le impone la guerra. Es el hombre, con sus miedos, miserias, y defectos, pero también con su generosidad y  dignidad, que lucha  para sobrevivir en medio de la catástrofe; una lucha entre el ansia de libertad, esencial en el ser humano, atrapada entre  nazismo y comunismo, dos sistemas totalitarios  que se enfrentaron en una guerra genocida. La trama argumental de la novela repite el esquema de “Guerra y paz” de Tolstoi, obra con la que ha sido insistentemente comparada por la crítica. Se trata de una novela extensa, con muchos personajes, casi todos miembros de la familia Sháposhnikov, cuyas vidas se desarrollan en el marco de la batalla de Stalingrado. En la ciudad arrasada por el asedio alemán y posterior cerco ruso, sobreviven agobiados por el miedo  y la miseria y encuentran a pesar de ello motivaciones para dar oportunidades al amor y la bondad. No es el único escenario sino que alterna  con otros como un campo de exterminio nazi, o los campos de trabajo ruso en las estepas siberianas. La crítica de los totalitarismos está presente en toda la narración. De una parte, el racismo y la fría racionalidad exterminadora de los nazis y de otra la rigidez, falta de autocritica, estéril burocracia, y la violencia estatal de la época de Stalin. En una escena, el diálogo entre un oficial de la SS alemán y un comisario político ruso prisionero, se  manifiesta claramente que ambos regímenes son dos caras de la misma  moneda. 
La novela es rica en matices y entremezclados en la acción se describen los desastres históricos del comunismo, la colectivización de Lenin y las hambrunas que provocó en el campesinado ruso, o las purgas de Stalin en 1937; se analiza el antisemitismo alemán y también el soviético. Las operaciones militares durante la batalla de Stalingrado se describen con fidelidad histórica. Entre las peripecias vitales de los personajes, el narrador  pone en boca de los mismos disertaciones sobre el bien, la libertad, los descubrimientos científicos y la singularidad del ser  humano,  o bien  frases  como esta: “el amor se parece al carbón: cuando está candente quema; cuando está frio ensucia”, o  esta otra “el tiempo, ese medio transparente en el que los hombres nacen, se mueven, y desaparecen sin dejar rastro”.
          En resumen, una estupenda novela para leer sin prisa que debe entenderse como un gran mosaico narrativo, un canto a la libertad  frente a la opresión totalitaria.

martes, 22 de mayo de 2012

LAS CRUZADAS VISTAS POR LOS ÁRABES. Amin Maalouf


El escritor franco-libanés Amin Maalouf (1949) resulta ser un buen ejemplo de mestizaje cultural  entre Oriente y Occidente que puede ilustrar ese ideal, tan bienintencionado como utópico, que una vez fue definido con un título que nos suena algo  rimbombante  la “Alianza de Civilizaciones”. Nacido en Beirut de padre libanés y madre francesa, de educación occidental pero conocedor a fondo de la realidad social y política de Oriente Medio y Egipto, ejerció inicialmente como periodista y abandonó Líbano a raíz de la guerra civil de 1975. Residente en París desde entonces, ha publicado en francés toda su obra literaria  en la que predomina la novela histórica. Triunfó con la primera de ellas, “León el Africano” (1986) y desde entonces ha sido muy premiado en Europa. Desconozco si su prestigio literario es equivalente en el mundo islámico pero lo cierto es que en su obra intenta conjugar  aspectos  de ambas culturas y resaltar los elementos que a lo largo de la historia se han transvasado  entre las mismas. En resumen, destacar lo que nos une más que lo que nos separa.
          “Las Cruzadas vistas por los árabes” (1983) es posiblemente su primer libro, en este caso un ensayo histórico  pero en ningún caso  un libro de historia,  tal y como se reconoce en el prólogo. Faltan aquí el afán de objetividad, la crítica y el análisis profundo de los hechos históricos. El objetivo, declarado por al autor, es superar una aparente injusticia. Las Cruzadas siempre fueron narradas desde la perspectiva de los historiadores occidentales, y el propósito de Maalouf es repararla  en el sentido que expresa fielmente el título;  relatar la misma historia  desde el punto de vista árabe. Para ello nos cuenta los acontecimientos de forma novelada, lo que él llama, no sé si con ironía o cierta presunción, le roman vrai. En la narración se intercalan los testimonios recogidos en escritos de historiadores  árabes contemporáneos a los hechos, que por lógica ni son ni pretenden ser imparciales.  La cronología histórica  es la que cualquier interesado por la historia conoce de sobra, de forma resumida: conquista  de Jerusalén por los cruzados (1099); creación de reino del mismo nombre y los principados latinos que dominarían parte de Siria  y Palestina durante casi dos siglos; derrota de los cruzados en Hattin (1183), reconquista de Jerusalén por Saladino (1187); saqueo  cruzado de  Constantinopla (1204); y el fin del dominio cruzado  en Palestina con la caída de Acre (1291).  Junto a personajes  cristianos tan conocidos como Godofredo de Bouillon, Raimundo de Tolosa, Bohemundo de Tarento, Balduino, Federico Barbarroja o Ricardo Corazón de León, aparecen otros  paladines del bando árabe como Kilij Arslan,  Zinki,  Nureddin o Baibar.  En cuanto al perfil histórico de Saladino, las fuentes árabes coinciden con las occidentales a la hora de resaltar su clemencia, caballerosidad, y respeto a la palabra dada, pero destacan también aspectos negativos entre otros la acusación de traición a la dinastía de su antecesor Nureddin, y el acceso al poder mediante un auténtico golpe de estado.
          En el relato se apunta a la desunión del mundo árabe  a principios del siglo XII como causa de los primeros triunfos cruzados y de la prolongación del dominio  cristiano. Bajo la óptica islámica se  narra la división y luchas entre los distintos sultanatos selyúcidas, sus interminables luchas sucesorias, el declive del califato abbasida de Bagdad tutelado por sultanes turcos, el ocaso de los califas fatimíes de Egipto, las luchas entre sumnitas y chiitas, la secta de los assasins, la efímera hegemonía del sultanato Ayyoubi, la orden de los templarios, y las invasiones mongolas.
          En el epílogo el autor analiza brevemente las consecuencias de las Cruzadas y reconoce que fueron más favorables para Occidente, tanto en aspectos económicos como, y sobre todo, en  el importante trasvase cultural  desde  Oriente que propició el tránsito hacia el Renacimiento  y el comienzo de la hegemonía europea. Por el contrario Maalouf opina que, a pesar de restablecerse el dominio musulmán de Jerusalén, fueron una  auténtica catástrofe para el  Islam que a partir de entonces se encerró sobre sí mismo y dejó de evolucionar.  El integrismo  actual tiene, según el escritor libanés, una de sus causas remotas en aquellas invasiones cruzadas.
          En resumen, se trata de una obra divulgativa, amena para los amantes de la historia, y un cambio de enfoque enriquecedor.

martes, 15 de mayo de 2012

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS. John Boyne


He comentado en muchas ocasiones mi recelo de base hacia los  superventas, así como la costumbre de dejar pasar tiempo, a veces años, y valorar la crítica antes de decidirme a leerlos. Con “El niño del pijama de rayas” (2006), del irlandés John Boyne, debo de reconocer que mi desconfianza era infundada porque en mi opinión se trata de una gran novela, quizás de las mejores que he leído en los últimos años. Sin duda merece  los premios recibidos y la venta millonaria de ejemplares. Es una preciosa historia, humana y emotiva, que me ha recordado una película, La vida es bella (1997) de Roberto Benigni, ganadora de varios Oscar. Una y otra comparten un enfoque diferente del genocidio nazi, que supera la dura y fría crudeza narrativa de los hechos históricos para incidir en los aspectos más humanos de la tragedia. Ambas son historias agridulces que nos impresionan por su dramatismo al tiempo que provocan algo que parece contradictorio, una sonrisa que nos devuelve en parte la fe en la condición humana capaz de lo peor pero también de lo mejor.
En el caso de nuestra novela, la acción  se enfoca desde la óptica de un niño de nueve años, Bruno, el hijo de un oficial de las SS que es nombrado comandante del campo de exterminio de Auschwitz. El relato está narrado por un tipo de narrador conocido en técnica literaria como narrador equisciente, que fija su atención en el protagonista y describe sólo aquello en lo que está involucrado, no es un personaje testigo, no tiene personalidad física dentro de la historia; en realidad es un tipo parecido al narrador omnisciente, narra los hechos en tercera persona  y conoce los pensamientos del protagonista pero no de los otros personajes, es como un alter ego de aquel.
       Si en mis comentarios insisto tanto en el tipo de narrador, y en la persona verbal en la que se dirige al lector, es porque suele tener una  importancia decisiva en la trama argumental y a menudo puede marcar la diferencia entre una historia bien contada, que interesa desde el principio, y otra vulgar y aburrida. Con frecuencia no percibimos claramente estos detalles pero sentimos que el relato nos cala más profundo cuando está bien narrado. En El niño del pijama de rayas el tipo de narrador resulta decisivo. Si el  protagonista, Bruno, fuera el narrador y nos contara sus vivencias en primera persona, la historia  se habría convertido en un relato infantil, pueril aunque dramático. En cambio el narrador equisciente nos relata la experiencia y los pensamientos de Bruno utilizando las palabras y la lógica de un niño de nueve años pero también conoce hechos y aspectos que el pequeño no reconoce con precisión, y al expresarlos de forma velada nos hace vislumbrar la cruda realidad como trasfondo de la ingenuidad infantil. Mediante esta técnica, el relato infantil se convierte en una novela para adultos.
 No voy a destacar detalles de la trama ni otros matices de la obra para no impedir su pleno disfrute a los que aún no hayan leído el libro. Terminaré diciendo que en 2008 se hizo la adaptación de la novela al cine. No he visto la película que supongo tan emotiva como el libro.

martes, 8 de mayo de 2012

TARÁNTULA. Thierry Jonquet


La novela negra y el thriller en general, por sus especiales características narrativas, el suspense y el ritmo rápido de la acción entre otras, son géneros literarios que se adaptan fácilmente a otros medios como cine o televisión. Tal es el caso de esta novela que comentamos hoy, “Tarántula” (1995) que inspiró la película de Pedro Almodóvar “La piel que habito” (2011). Inspirar es la palabra justa porque, aunque no he visto la película, he comparado  la sinopsis de la misma con la trama novelesca y presentan notables diferencias por lo que no se trata de una adaptación literal. En todo caso, si se pretenden comparaciones, siempre será mejor la lectura previa al visionado, una preferencia que casi todos admitimos así como las razones que la justifican, en las que no entraremos por haber sido ya bastante debatidas.
          Thierry Jonquet (1954-2009) fue un novelista parisino de vocación tardía que,  tras su  prematura y reciente muerte, ha dejado una producción corta en la que predomina la novela negra. Como seguidor de este género se definía así en una autobiografía: "Escribo novelas negras. Intrigas donde el odio y la desesperación se llevan la mejor parte y no paran de machacar a pobres personajes a los que no concedo ninguna oportunidad de salud“.  Su trabajo relacionado con la terapia ocupacional lo puso en contacto con la muerte, la vejez, y la enfermedad y lo llevó a profundas depresiones de las que se liberó escribiendo sus libros en los que  se muestra entre fascinado y horrorizado por la maldad y la brutalidad de nuestro mundo actual, sin olvidar un fuerte componente de crítica social.
          “Tarántula” es una novela corta que se puede clasificar como de serie negra aunque falta en ella el componente policiaco, es decir, existe el crimen pero no  está presente el punto de vista investigador del policía o el detective.  Lo importante aquí es la explicación, implícita en la acción, de la motivación moral del crimen. El desarrollo de la acción es rápido, con un lenguaje directo con pocas concesiones a lo descriptivo. La historia es de una perversidad que nos inquieta y nos atrapa en la lectura. Se desarrolla en un ambiente agobiante de miedo e inseguridad, con una violencia en la que predomina lo sutil sobre la brutalidad y de una aparente irracionalidad cuya lógica se desvela de forma progresiva hacia el final. El sufrimiento, la humillación, la venganza, la aceptación, la redención, y la ambivalencia sentimental  entre amor y odio son sentimientos que se nos muestran en la trama.
          La historia contiene dos planos narrativos  que alterna al narrador externo que nos la cuenta en tercera persona, con uno de los personajes que desarrolla su monólogo interior en segunda persona, dirigiéndose a sí mismo, una persona verbal poco utilizada, casi  reservada en exclusiva para el género epistolar. Al margen de esta originalidad, se le puede criticar  que  el relato resulta en ocasiones algo irreal, poco creíble.
          Hasta aquí puedo comentar sin entrar en más detalles del argumento que arruinaría la lectura de los que  quieran disfrutar de esta novela  que atrapa y se lee de un tirón en pocas horas.

martes, 1 de mayo de 2012

PARA LEER AL ANOCHECER. Charles Dickens


Es bastante difícil comentar algo nuevo sobre Charles Dickens  (1812-1870), su vida fue novelesca en muchos aspectos y su obra es de las más extensamente conocidas de la literatura universal. La mayoría de los personajes que inventó trascendieron sus novelas y actualmente los conocemos  a través de múltiples versiones  en comic, cine, y televisión; tal es el caso de Oliver Twist, David Copperfield, Mrs. Scrooge (Cuento de Navidad), o Charles Darnay (Historia de dos ciudades). Esta última novela es la única que he leído del genial escritor inglés y, no obstante, podría comentar el argumento de algunas otras tal es la popularidad y difusión que han alcanzado en los medios audiovisuales. La obra de Dickens  no se puede encuadrar fácilmente en uno de los dos grandes movimientos literarios del siglo XIX. Por su crítica de la rígida estratificación de la sociedad victoriana y la miseria de los marginados en las grandes urbes industriales se han calificado muchas de sus novelas como “realismo social”, pero sus personajes están impregnados de un fuerte idealismo y a menudo descritos con tintes melodramáticos, lo cual le aproxima a postulados románticos. La edición de sus novelas por entregas y su afición por los relatos góticos también lo posicionan en el romanticismo.
          Chales Dickens produjo además multitud de relatos cortos que fueron editados en distintos periódicos y alcanzaron gran popularidad en su momento. Es ésta una faceta menos conocida del escritor y  eso atrajo mi curiosidad hacia esta antología de cuentos góticos titulada, como es costumbre, con el primero de la serie, “Para leer al anochecer”, que tienen como nexo común el ser historias de fantasmas. De la afición del escritor por los mismos es un ejemplo su popular “Cuento de Navidad” en el que aparecen hasta cuatro de ellos. Su actitud  frente a lo que  llama “vida espiritual”, entendida aquí no como fe y práctica religiosa sino como  creencia en  la existencia de aparecidos y seres de ultratumba, es escéptica. A menudo nos lleva a dudar si se trata de apariciones fantasmales o hechos casuales (La visita del señor Testador),  y casi todos los relatos contienen una cierta dosis de ironía que en muchos casos llega a ser parodia (El letrado y el fantasma), y en ocasiones se describe a los aparecidos con rasgos grotescos y ridículos.
          Como suele ocurrir en estas recopilaciones, la calidad de los relatos es muy variable. Algunos tienen un lenguaje  confuso que nos hace pensar en defectos de traducción. Otros contienen errores quizás atribuibles a la formación autodidacta del escritor. Por citar uno en concreto; un personaje dice querer arrojar los viejos cuadros de un palacio genovés al cráter del Vesubio, algo más fácil de conseguir si el palacio fuera napolitano. En fin, entre cuentos aburridos también encontramos otros francamente buenos, por citar algunos mencionaremos “El guardavías” inspirado en un accidente que sufrió el propio autor, el choque ferroviario de Staplehurst (1865). También son reseñables  “La historia del retratista” y “Cuatro historias de fantasmas”. Todos los cuento participan de los elementos indispensables en todo buen relato gótico; edificios ruinosos, viejos palacios, sótanos oscuros, clima tormentoso y brumoso, vegetación exuberante y umbría etc. No obstante la distancia entre estos relatos y los de Edgar A. Poe, gran maestro y renovador del género, es amplia. Estos apenas entretienen mientras que los cuentos de terror del norteamericano mantienen en todo momento la tensión del lector.