Cuando disfrutamos de una película de Woody
Allen, o lo muestran en los
noticieros interpretando jazz, lo solemos asociar de inmediato con la ciudad de
Nueva York. Algo parecido me ocurre con el
mucho menos mediático escritor Paul Auster. Ambos personajes son de
origen judío y los dos nacieron y vivieron en Nueva York o sus cercanías (Brooklyn, Nueva Jersey). No
es casual por tanto que sus respectivas obras estén saturadas de ambiente
neoyorquino.
En
el caso de Auster, muchas de sus novelas se desarrollan en esta ciudad. Por
citar algunas mencionaremos esta que hoy nos ocupa, y otras como “ El palacio
de la luna” o “Trilogía de Nueva York”, ambas publicadas a principios de los
años 90 en España, que lo dieron a conocer en nuestro país y lo consagraron
como autor de éxito.
Paul Auster está
considerado como uno de los máximos
representantes de la narrativa norteamericana actual. Además de su clara
sensibilidad neoyorquina, su obra tiene otras señas de identidad. Sus relatos
suelen contener facetas autobiográficas y
están impregnados de matices
existencialistas. Describen la desposesión, los conflictos en las relaciones
interpersonales, o la incomunicación. Con frecuencia sus personajes son seres fracasados, que quedaron marginados en
el camino de esa “moral del triunfador” que tan bien define a la sociedad
norteamericana. El triunfo, según Auster, es el premio de los ambiciosos y amorales, a los cuales uno de
sus personajes llama “granujas con temple”. Estos rasgos distintivos dan a sus
novelas un cierto tinte de pesimismo vital, aunque el autor suele redimir
a sus personajes y les concede una segunda oportunidad rematando la historia, por lo general, en un final "feliz".
Otras de las obsesiones del escritor norteamericano es el
azar y su influencia en la existencia
del ser humano. En sus narraciones se destacan los errores o los
acontecimientos aparentemente anodinos que conducen a bifurcaciones vitales y terminan por dar un giro total a la vida de
sus personajes. En “Brooklyn Follies”
se relata una anécdota que ilustra lo ilustra bien, la del judío alemán que
sobrevive al exterminio nazi y muere, poco antes de reunirse con su hijo, en un
estúpido accidente de tráfico.
El estilo literario de Auster es sencillo y directo, con toques de sarcasmo e ironía y, cuando la ocasión lo requiere, no renuncia
incluso al lenguaje procaz para reforzar una apelación directa a la complicidad
del lector. No obstante, esta aparente
sencillez esconde una estructura narrativa compleja, con frecuentes cambios de
narrador, digresiones, e historias dentro de la historia.
Todos los aspectos mencionados hasta el momento los podemos
encontrar, en mayor o menor grado, en “Brookly
Follies” (2005), una de sus últimas novelas. El título hace referencia
a los relatos que para distraerse escribe ( en folios sueltos) un recién jubilado con problemas, que
retorna a sus orígenes y se instala de nuevo en dicho barrio neoyorquino. Este
es el personaje principal que a su vez contacta con otros de su entorno
familiar y vecinal estableciendo así relaciones y vínculos de amistad que dan
un nuevo sentido a su vida e influye decisivamente en la de los demás.
No tiene objeto ampliar más la sinopsis de la novela, pero
si cabe destacar las situaciones inesperadas y las
coincidencias (azar) que dan a la narración un tono optimista en medio de los problemas existenciales de los
personajes. En resumen, una historia con sabor agridulce muy típico del
escritor. Destacaré también, como curiosidad, las alusiones críticas a la
política y la sociedad norteamericana que entreveran el relato.
Aún en el terreno de lo anecdótico quiero resaltar, por último, dos párrafos que, a
modo de disquisición, aparecen al final de la novela. En el primero se hace una breve alusión a la fisiopatología
del infarto de miocardio bastante curiosa porque el autor, con sencillez,
renuncia a una descripción documentada, por otra parte nada difícil de
conseguir, para explicarlo como lo haría un paciente, profano en la materia,
que acaba de ser informado superficialmente
por su médico. En el segundo se reflexiona sobre la muerte y sobre la
inmortalidad, no trascendente sino basada en la fama perdurable en el tiempo.
Unas reflexiones que comparto y a las que
el autor termina dando una salida en clave de humor.
Se trata pues de una novela interesante, de obligada lectura
para los seguidores de Auster.
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