El
historiador inglés E.A. Thompson es
reconocido como una autoridad en la
historia de los bárbaros, y en particular de los visigodos en Hispania. Esta es
además una de las obras más destacada en su bibliografía.
La
dificultad de estudiar este periodo de casi dos siglos de dominación goda en la
península radica en la escasez de fuentes fidedignas, ya que casi ningún
historiador de la época escribió sobre el mismo. Se les suele dar valor de
fuente a los escritos de San Isidoro de
Sevilla que sólo son, como es conocido, de carácter teológico y doctrinal. También
pueden considerase como tales, algunas cartas entre obispos, las actas de los
Concilios de Toledo y los códigos de leyes de Alarico, Leovigildo y Recesvinto.
Estas últimas suponen una abundante información jurídica pero aportan poca
información sobre las costumbres y forma de vida de los visigodos o el grado de
integración con la población hispano-romana. De algunos reyes se conoce apenas
el nombre, de ahí que la lista de los mismos fue lo único que pudimos estudiar
en el bachiller.
Con este escaso material Thompson
desarrolla una amplia panorámica de la historia de los visigodos en España,
aunque reconoce y especifica claramente las limitaciones del estudio. Las conclusiones pueden resumirse en
las siguientes: Los visigodos entran en Hispania a finales del siglo V como
aliados o federados de algunos generales, usurpadores del poder imperial ante
el derrumbe del mismo en Roma; también debe considerarse la presión que sobre ellos
ejercieron los francos en las Galias. Aprovechan las estructuras
administrativas romanas, sobre todo en lo tocante a la recaudación de
impuestos. A nivel jurídico siempre existió una separación entre godos e
hispano-romanos aunque parece que nunca hubo rechazo entre ambas poblaciones o
al menos entre las oligarquías nobiliarias respectivas. Los godos conservaron
el poder político y militar mientras que los cargos eclesiásticos se reservaron
para los romanos. Inicialmente arrianos, se convirtieron al catolicismo sin
grandes traumas quizás para aprovechar la influencia de la Iglesia sobre la
población. Las actas de los Concilios demuestran que dicha Iglesia siempre
estuvo subordinada al poder real lo que en algunas ocasiones la llevó a
enfrentarse al Papa de Roma. La monarquía visigoda tenía en su carácter
electivo un punto flaco que propició frecuentes rebeliones e intentos de
usurpación. A finales del siglo VII el poder militar visigodo se fue
debilitando, entre otros factores porque el grueso de sus tropas estaban
integradas, en ese tiempo, por esclavos. No se conocen con claridad las causas del
derrumbe del poder visigodo pero, en cualquier caso, la leyenda en torno a Don
Rodrigo, la Cava y el conde Julián carece de cualquier realidad histórica.
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