Algunos
lectores y la mayoría de los críticos suelen adoptar una postura de tolerancia
condescendiente al opinar sobre la literatura que podríamos llamar “de
evasión” o “de entretenimiento”. Si además el libro en cuestión se lanza al
mercado con una buena campaña de marketing y alcanza la categoría
de “best seller”, esta opinión
puede derivar hacia el desprecio y en
seguida se le coloca la etiqueta de
“comercial”. Pero en esta cuestión, como en casi todo, no es bueno
generalizar ni rasgarse las vestiduras. Por poner algunos ejemplos; la mayoría
consideramos las telenovelas como “TV basura”, pero más de una vez nos hemos
enganchado con una de ellas. En otro sentido, reconocemos el interés de los
documentales de naturaleza pero a
menudo nos dormimos con la
grave y monótona voz en off del comentarista. Como admito haber cometido
alguno de estos pecados, no quiero ser puritano ni fariseo al opinar sobre esta clase de literatura en la que bien se puede encuadrar la obra que comento hoy. A fin de
cuentas aprendí a leer con los tebeos
del Capitán Trueno, y una de mis
primeras lecturas de juventud fue
“Los tres mosqueteros”, pura literatura
de evasión del siglo XIX convertida en un clásico del XX.
“El puente de los asesinos” es, como
aquella de Alejandro Dumas, una novela de aventuras de las de “capa y espada”.
La séptima y de momento última entrega
de una saga dedicada por Arturo Pérez-Reverte al capitán Alatriste, un personaje a medio camino entre héroe y villano, de dudosa
reputación y probado valor, de rectos principios éticos en un mundo de truhanes. Esta, como las demás de la serie se lee por separado aunque el escritor entrevera a lo
largo del relato alusiones y pequeños resúmenes que remiten a lo sucedido en otros títulos, con una
técnica que recuerda en algo a aquellos “viene
de” y “continuará” de los
antiguos tebeos por entregas, una clara concesión a lo comercial que no merma
la calidad de la obra.
El
capitán Alatriste y su fiel discípulo el joven Iñigo Balboa viven sus aventuras durante el decadente imperio
español de Felipe IV y su valido el conde-duque de Olivares, en pleno siglo
XVII. Unas veces como soldados y otras como
sicarios a sueldo recorren
distintos escenarios de la Europa de aquel siglo y se ven envueltos en
batallas, conspiraciones políticas y
todo tipo de asuntos más o menos turbios. El alter ego de
Alatriste, el personaje siniestro que a
menudo se le enfrenta, es el malvado Gualterio
Malatesta. En esta entrega
el escenario es la ciudad de
Venecia y el asunto una supuesta conjuración para asesinar al dogo inspirada en otra, esta
si real, que ocurrió en 1618 y motivó un grave incidente diplomático entre
España y la república veneciana que provocó la caída en desgracia y posterior
prisión del duque de Osuna, virrey de Nápoles y amigo de Francisco de Quevedo.
Aunque no se puede exigir rigor
histórico a este tipo de novela, esta, y toda la serie de Alatriste, goza de
una perfecta ambientación de época que describe costumbres, vestidos, lugares e incluso pretende, en lo posible, imitar el
lenguaje de aquellos tiempos. Esto no impide el disfrute de la aventura
en si misma pero lo aumenta en aquellos lectores con cierta perspectiva histórica del tiempo
en el que se desarrolla la narración.
Podemos destacar por último algún otro
aspecto negativo como la presentación y lanzamiento de la novela en Madrid en
plan espectáculo, espadachines incluidos, y colocarle las etiquetas de marketing
que queramos, pero en mi opinión se
trata de buena literatura de evasión y de aventuras, tan amena que engancha a
lector hasta intentar leerla de un
tirón.
Las editoriales son un negocio y, aunque tienen el valor añadido de difundir la cultura, han de generar productos rentables desde el punto de vista económico.
ResponderEliminarEn la entrada haces alusión a Alejandro Dumas que se forró, rodeado de “negros”, cuando en el siglo XIX el folletín se convirtió en un negocio editorial destinado a las clases más humildes. Pero también se publicaron en folletines periódicos grandes novelas de Dickens y Balzac.
La literatura popular se ha considerado siempre como mala o simplona pero a veces, tienen un encanto literario del que carecen los libros más serios. Por otro lado, la buena literatura, de la que a veces solo puede decirse que está bien escrita, termina siendo aburrida o no vale la pena leerla.
¿Dónde está el límite entre la buena y la mala literatura?
Pienso que la literatura que para unos es mala puede ser suficiente o buena para otros.
En cualquier caso, este tipo de novela viene muy bien para “desintoxicarse”.
Saludos.
El apunte sobre los "Negros" de Dumas no lo conocía. En cuanto a los límites entre buena y mala literatura es verdad que hay datos objetivos pero el límite también está en nosotros mismos, en nuestros gustos, en el grado de comprensión de lo que leemos. En suma en nuestro nivel cultural, un concepto por lo demás relativo y amplio que incluye formación, información, costumbres, tradiciones etc. Hasta tal punto resulta ambiguo que resulta presuntuoso decir que alguien es culto y pedante postularse uno mismo como tal. Todo lo más que podemos decir es que "fulano" es más o menos culto que "mengano" y eso con riesgo de equivocarnos.
ResponderEliminarSaludos
Parece ser que Dumas, para atender a la demanda del púbico, tuvo que acudir a la ayuda de "colaboradores". Quizás, el más conocido fue Auguste Maquet que intervino en la serie completa de "Los tres mosqueteros" y en el "Conde de Montecristo".
EliminarEstoy totalmente de acuerdo con tus apreciaciones sobre los límites entre la buena y mala literatura.