martes, 10 de enero de 2012

EL PUENTE DE LOS ASESINOS. Arturo Pérez-Reverte


Algunos lectores y la mayoría de los críticos suelen adoptar una postura de tolerancia condescendiente al opinar sobre  la literatura que podríamos llamar “de evasión” o “de entretenimiento”. Si además el libro en cuestión se lanza al mercado con una buena campaña de marketing y alcanza la categoría de  “best seller”, esta opinión puede  derivar hacia el desprecio y en seguida se le coloca la etiqueta de  “comercial”. Pero en esta cuestión, como en casi todo, no es bueno generalizar ni rasgarse las vestiduras. Por poner algunos ejemplos; la mayoría consideramos las telenovelas como “TV basura”, pero más de una vez nos hemos enganchado con una de ellas. En otro sentido, reconocemos el interés de los documentales de naturaleza  pero a menudo  nos dormimos con  la   grave  y monótona  voz en off  del comentarista. Como admito haber cometido alguno de estos  pecados, no quiero ser  puritano ni fariseo  al opinar sobre esta clase de literatura en la que bien se puede  encuadrar la obra que comento hoy. A fin de cuentas  aprendí a leer con los tebeos del  Capitán Trueno, y una de mis primeras lecturas  de juventud  fue  “Los tres mosqueteros”, pura literatura  de evasión del siglo XIX convertida en un clásico del XX.
“El puente de los asesinos” es, como aquella de Alejandro Dumas, una novela de aventuras de las de “capa y espada”. La séptima y de momento  última entrega de una saga dedicada  por  Arturo  Pérez-Reverte  al capitán Alatriste, un personaje  a medio camino entre héroe y villano, de dudosa reputación y probado valor, de rectos principios éticos en un mundo de truhanes.  Esta, como las demás de la serie se lee por  separado aunque el escritor entrevera a lo largo del relato alusiones y pequeños resúmenes que remiten  a lo sucedido en otros títulos, con una técnica que recuerda en algo a aquellos  “viene de”“continuará”  de los  antiguos tebeos por entregas, una clara concesión a lo comercial  que no merma  la calidad de la obra.
El capitán  Alatriste  y su fiel discípulo  el joven Iñigo Balboa  viven sus aventuras durante el decadente imperio español de Felipe IV y su valido el conde-duque de Olivares, en pleno siglo XVII. Unas veces como soldados y otras como  sicarios a sueldo recorren  distintos escenarios de la Europa de aquel siglo y se ven envueltos en batallas, conspiraciones políticas y  todo tipo de asuntos más o menos turbios. El alter ego de Alatriste, el personaje siniestro que  a menudo se le enfrenta, es el malvado Gualterio  Malatesta. En esta entrega  el  escenario es la ciudad de Venecia y el asunto una  supuesta conjuración para  asesinar al dogo inspirada en otra, esta si  real, que ocurrió en 1618  y motivó un grave incidente diplomático entre España y la república veneciana que provocó la caída en desgracia y posterior prisión del duque de Osuna, virrey de Nápoles y amigo de Francisco de Quevedo.
          Aunque no se puede exigir rigor histórico a este tipo de novela, esta, y toda la serie de Alatriste, goza de una perfecta ambientación de época que describe costumbres, vestidos, lugares  e incluso pretende, en lo posible, imitar el lenguaje de aquellos tiempos. Esto no impide el disfrute de la  aventura  en si misma  pero  lo aumenta en aquellos lectores  con cierta perspectiva histórica del tiempo en el que se desarrolla la narración.
          Podemos destacar por último algún otro aspecto negativo como la presentación y lanzamiento de la novela en Madrid en plan espectáculo, espadachines incluidos, y colocarle las etiquetas de marketing que queramos, pero  en mi opinión se trata de buena literatura de evasión y de aventuras, tan amena que engancha a lector  hasta intentar leerla de un tirón.

3 comentarios:

  1. Las editoriales son un negocio y, aunque tienen el valor añadido de difundir la cultura, han de generar productos rentables desde el punto de vista económico.

    En la entrada haces alusión a Alejandro Dumas que se forró, rodeado de “negros”, cuando en el siglo XIX el folletín se convirtió en un negocio editorial destinado a las clases más humildes. Pero también se publicaron en folletines periódicos grandes novelas de Dickens y Balzac.

    La literatura popular se ha considerado siempre como mala o simplona pero a veces, tienen un encanto literario del que carecen los libros más serios. Por otro lado, la buena literatura, de la que a veces solo puede decirse que está bien escrita, termina siendo aburrida o no vale la pena leerla.

    ¿Dónde está el límite entre la buena y la mala literatura?

    Pienso que la literatura que para unos es mala puede ser suficiente o buena para otros.

    En cualquier caso, este tipo de novela viene muy bien para “desintoxicarse”.

    Saludos.

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  2. El apunte sobre los "Negros" de Dumas no lo conocía. En cuanto a los límites entre buena y mala literatura es verdad que hay datos objetivos pero el límite también está en nosotros mismos, en nuestros gustos, en el grado de comprensión de lo que leemos. En suma en nuestro nivel cultural, un concepto por lo demás relativo y amplio que incluye formación, información, costumbres, tradiciones etc. Hasta tal punto resulta ambiguo que resulta presuntuoso decir que alguien es culto y pedante postularse uno mismo como tal. Todo lo más que podemos decir es que "fulano" es más o menos culto que "mengano" y eso con riesgo de equivocarnos.

    Saludos

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    1. Parece ser que Dumas, para atender a la demanda del púbico, tuvo que acudir a la ayuda de "colaboradores". Quizás, el más conocido fue Auguste Maquet que intervino en la serie completa de "Los tres mosqueteros" y en el "Conde de Montecristo".

      Estoy totalmente de acuerdo con tus apreciaciones sobre los límites entre la buena y mala literatura.

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