El
gaditano Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1465-
1560) fue, como otros muchos, un hidalgo empobrecido que viajó a las
Indias en busca de oro y riquezas. No
las encontró pero formó parte de aquel
primer grupo de exploradores y conquistadores de las nuevas tierras descubiertas
por Colón, vivió aventuras y peligros en los que otros muchos dejaron la vida,
y mereció pasar a la historia entre los
grandes como Cortés, Pizarro, Almagro, y Orellana, lo cual no le evitó terminar
sus días, también como otros muchos, en el anonimato o en la pobreza. Y es que estos
hidalgos aventureros abrieron rutas
terrestres y marítimas, descubrieron
nuevas tierras y conquistaron imperios, pero después de ellos
llegaron gobernadores y virreyes,
funcionarios reales, frailes y encomenderos, encargados de gobernar, administrar
y explotar los nuevos y extensos territorios; éstos fueron los auténticos
beneficiarios de la conquista y el núcleo de la posterior nobleza criolla.
Cabeza de Vaca era uno de los oficiales
de la expedición que, al mando de
Pánfilo de Narváez, fue comisionada por
Carlos V para descubrir y
conquistar las tierras comprendidas
entre el río de las Palmas (río Grande)
y la península de Florida, es decir toda la costa norte del golfo de México que
comprende los territorios del sur de los Estados Unidos, desde Florida en el
este a baja California en el oeste, y los del norte de México. Una flota de 5
naves salió de Sanlúcar de Barrameda en
1527, hicieron escala en Santo Domingo y Cuba, y en 1528 llegaron a la costa
oeste de Florida. El grueso de la expedición abandonó las naves y siguió por
tierra, siempre hacia el oeste,
mientras eran diezmados por el hambre,
las enfermedades y los indios que los acosaban desde la espesura de la selva y
los manglares. Finalmente quedaron Cabeza de Vaca y cuatro supervivientes más.
A partir de ese momento pasaron todo
tipo de aventuras y calamidades, hicieron de comerciantes entre las tribus indígenas,
sufrieron esclavitud, y finalmente ganaron fama como curanderos mediante rezos de oraciones en latín. Vagaron por los manglares de la costa este y por la desembocadura del Mississipi hasta el río Grande, después subieron por la
ribera del mismo, hacia el noroeste y llegan a la costa de la baja California
donde retornaron hacia el sur hasta encontrarse de nuevo con los españoles en
la ciudad mexicana de Culiacán, ocho años después de iniciado el viaje.
Cuando retorna a España, Álvar Núñez escribe este relato que tiene la
estructura de un informe dirigido al
rey Carlos I en el que describe las nuevas tierras y por
primera vez se recogen observaciones
etnográficas sobre las tribus indias del norte del golfo de México, costumbres, fiestas etc, así como datos
geográficos referentes a ríos, fauna, flora y potencial agrícola de las tierras
recorridas. También por vez primera
aparecen en castellano algunas palabras tomadas de las lenguas indígenas
americanas. Se trata pues de un
documento histórico, el primero en que se habla de los territorios del sur de
Estados Unidos. La primera parte del
informe es minucioso, abunda en detalles y nombres de los miembros de la expedición
y está perfectamente datado. Cuando al
final quedan sólo los cinco supervivientes, la narración pierde su carácter de informe oficial para
convertirse en un relato de aventuras en el que se mezclan realidad y fantasía,
quizás con la intención de impresionar al rey
y aumentar el mérito de los expedicionarios a fin de conseguir prebendas y nuevos mandatos de exploración y conquista. Está claro que
este propósito se vio satisfecho cuando Álvar Núñez fue
nombrado Adelantado del Río de la
Plata antes de iniciar su segundo viaje a América en 1540.
El
informe con el título de “Naufragios”
fue publicado en 1542. Un curioso libro a medio camino entre lo histórico y el relato de aventuras y viajes.
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