Antonio Muñoz Molina (1956) es
uno de mis autores favoritos. Lo descubrí, hace ya bastantes años, en una de
sus primeras novelas “El invierno en Lisboa”, y desde entonces he
seguido gran parte de su producción, incluidos ensayos y artículos de prensa. Después
de leer “Sefard”(2001) pienso que el escritor se nos muestra aquí en
plena madurez al introducir nuevas formas
narrativas que amplían el ámbito
de la novela como género literario en el que tienen cabida lo autobiográfico
junto a la ficción, en una mezcla que puede parecer heterogénea a la que la maestría del autor consigue dar
un sentido unitario.
Cuando iniciamos el libro, la primera impresión que tenemos es que se trata de una colección
de relatos cortos ya que cada capítulo es una historia en sí misma. Pero al
avanzar en la lectura pronto nos damos cuenta que todas están entrelazadas
tanto en la temática como en su estructura, y esto último por medio de frases
que, a modo de ideas directrices, se repiten con frecuencia en los relatos o
mediante los personajes que siendo protagonistas en unos aparecen de forma
marginal o por alusiones en otros. Por estas razones los críticos han calificado la obra de “tejido de relatos” o “novela
coral”, aludiendo así a la
multiplicidad de voces dentro de una
narración armónica y unitaria.
La estructura narrativa es desde luego
algo complicada. En primer lugar por la multiplicidad de personajes, en una
mezcla de ficticios con otros reales
como Franz Kafka, Primo Levi, Walter
Benjamin y muchos otros. En segundo lugar por
la multiplicidad de narradores
que cuentan las historias en primera persona, cuando lo identificamos con el
propio escritor, en tercer persona cuando el protagonista es ficticio, e
incluso en una segunda persona que en ocasiones utiliza el autor para dirigirse
al lector buscando su complicidad y en otras parece que es él quien se dirige a
si mismo dando esta forma a sus reflexiones.
En cuanto a la temática se pueden
distinguir claramente dos bloque de relatos bien diferenciados. El primero viene implícito en el titulo de la
novela, Sefarad, que alude a la expulsión de los judíos españoles en el
siglo XV, paradigma de todos los exilios y persecuciones entre las que se destacan
el genocidio de los nazis y las purgas estalinistas, pero también el exilio de
los republicanos españoles en México, los niños de la guerra civil española en
Rusia, el exilio voluntario de la emigración andaluza en Madrid, Cataluña, o
Alemania en los 60, el actual de los subsaharianos de las pateras, y otros
muchos, incluso el autoexilio de los marginados en el ambiente degradado y
degradante de algunos barrios del centro de Madrid. Los relatos nos muestran en
una visión caleidoscópica el miedo de los perseguidos, su agónica esperanza de
salvación, la angustia de la espera previa a la detención, el sentimiento de
culpa de los supervivientes del holocausto o la cobardía de aquellos que
miraron para otro lado y no quisieron ver. Y por encima de todo destaca
la solidaridad y la dignidad de los marginados y los perseguidos frente a la pobreza y la intolerancia, en
unos personajes llenos de humanidad. En cuanto al segundo bloque, es de clara
inspiración autobiográfica y en el mismo el narrador, que de forma implícita se
identifica con el escritor, nos cuenta algunas de sus experiencias, la
necesidad de abrirse al mundo pero al mismo tiempo la nostalgia de su tierra
natal y la sensación de desarraigo, y es
esta última la que lo hace identificarse con los exiliados y sus vivencias,
relacionando e integrando de esta forma los dos bloques temáticos.
El lenguaje es depurado, profundo, y
elegante. Desde el principio nos cautiva y nos hace identificarnos con los relatos y compartir sentimientos y
emociones comunes a todos. El
estilo narrativo se aleja un tanto del
creador de ficción y se aproxima al antiguo cuentacuentos, el narrador que nos cuenta historias que ha
leído o le han contado otros. No quiero
terminar sin destacar en el autor una clara intención al
reivindicar la memoria histórica como forma
de configurar nuestra
identidad social y comprometernos con
los valores éticos esenciales en el ser humano.
En resumen, una novela notable, original
en sus planteamientos estilísticos y estructurales. Merece la pena esforzarse
en su lectura porque sin duda tras la misma seremos algo mejores.
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