A propósito de estas lecturas diré que estamos ante un autor escasamente conocido en España. Su producción literaria ha sido poco traducida y editada en nuestro país y tampoco suele aparecer en los listados de clásicos franceses. Yo tuve la suerte de encontrar hace años, por casualidad, una de sus colecciones de cuentos, la titulada El rey de la máscara de oro (1892) y me gustó tanto que me interesé por su obra y leí a continuación Vidas imaginarias (1896) otra estupenda colección de relatos cortos basados en personajes históricos cuyas biografías, tratadas por la desbordante imaginación del escritor, resultan una mezcla de fantasía y realidad tan sabiamente administrada que el personaje literario recreado es tan verosímil como el real.
Marcel Schwob (1867-1905) fue un escritor francés, de origen judío, que en su corta vida tuvo tiempo suficiente para consolidar una obra singular y difícil de clasificar aunque la crítica lo considera próximo al movimiento simbolista que inició una serie de vanguardias literarias surgidas en Francia a finales del XIX como reacción al realismo. Escribió obras muy dispares pero destaca claramente como escritor de relatos breves y en este género no tiene nada que envidiar al gran maestro Edgar A. Poe. En sus cuentos combina erudición, experiencias propias, y una gran sensibilidad literaria. Escritos en una prosa casi poética, la estética simbolista es fácilmente detectable en ellos por el frecuente recurso a la metáfora y al mito como medios para la representación analógica de la realidad. También es patente en sus relatos una clara intención estética y el gusto por lo exotérico y las experiencias sensitivas extremas que inducen las drogas (el opio por aquél entonces), además de otros aspectos que definen a varios movimientos integrados en aquellas vanguardias literarias, parnasianismo, decadentismo, o modernismo, por citar algunos.
La cruzada de los niños (1896) es
un relato que por su duración puede ser
clasificado como novela corta. Narra una leyenda medieval que se configuró como tal a partir de
hechos reales, parciales, y no
totalmente coincidentes en el tiempo. Parece que a principios del siglo XIII dos niños, uno alemán y otro
francés, tuvieron visiones divinas que
les incitaban a un viaje a Tierra Santa
para recuperarla de forma pacífica y convertir a los musulmanes. Consiguieron reunir a una multitud de niños peregrinos que
viajaron de forma separada. La columna francesa llegó a Niza donde consiguieron
embarcar aunque muchos barcos naufragaron y los supervivientes fueron vendidos
como esclavos en El Cairo. La columna alemana fue mermada por la peste durante
el camino y terminó desecha. Según se
dice parte de esta leyenda sobrevive en
el conocido cuento infantil El flautista de Hamelin. Schwob nos cuenta esta historia legendaria recogiendo el testimonio de supuestos
testigos de la misma; un goliardo, un leproso, un clérigo, un musulmán, el
papa, tres de los niños, que en sus respectivos monólogos, y con su propio argot
o forma particular de hablar, nos
ofrecen su visión personal de la historia.
Corazón doble (1891) es una colección
de algo más de treinta relatos que por su estética recuerdan bastante a
los Cuentos crueles de Villiers
de L'Isle-Adam, otro genuino representante del simbolismo. Marcel Schwob
despliega en ellos toda su
riqueza narrativa. Están ambientados en
distintas épocas y la temática es muy
variada pero en base a estos dos
parámetros podemos distinguir distintos grupos; cuentos de ambiente grecolatino
como Las estrigas o Cosecha
sabina; relatos relacionados con espiritismo, visiones espectrales y
extraños fenómenos de desdoblamiento; los basados en personajes literarios
reales como Dante Gabriel Rossetti, Thomas de Quincey o Mark Twain;
los ambientados en la guerra
fraco-prusiana y en el mundo rural
bretón; los cuentos cómicos; y
una serie que podemos definir como el bandolerismo francés a lo largo de los
siglos.
El
amor y la muerte es el tema que subyace en muchos de estos relatos en los que
hasta el realismo más crudo de algunas historias es matizado por alucinaciones,
fantasmagorías apenas insinuadas, y fenómenos paranormales, que las sumergen en
un mundo onírico y fabuloso, quedando
así envueltas en un halo de misterio que las transforma hasta hacer especial lo
vulgar y cotidiano. Puedo destacar entre
los cuentos algunos como Las estrigas, El zueco, Aracné
o Los sin cara, pero casi todos
son de una gran calidad.
Terminaré señalando la influencia de Marcel
Schwob en escritores posteriores como André Gide o William Faulkner,
reconocida por la crítica. Jorge Luis Borges escribió que Vidas
imaginarias fue el punto de partida
de su narrativa ya que lo tomó como
modelo para su Historia universal de la infamia. Creo que son razones
suficientes para intentar rescatar del olvido al escritor francés con esta
modesta reseña.
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