Algunas instituciones ciudadanas, académicas,
políticas y eclesiales, han decidido
patrocinar este famoso drama litúrgico como brillante colofón a las
pasadas fiestas del Corpus. Nada más apropiado que esta pieza teatral si
consideramos tiempo y lugar ya que los autos sacramentales, en el siglo XVII,
la época de su máximo esplendor, tenían un marcado carácter eucarístico y se
solían representar en la plaza pública ante la fachada de catedrales o
iglesias. Nuestra representación fue el 12 de junio, algunos días después de la
mencionada festividad, y en la plaza de Santa María con la portada catedralicia
como telón de fondo.
El gran teatro del mundo es
quizás el auto más famoso de Pedro
Calderón de la Barca (1600-1681) y también el más representado. Trata
el tópico de la vida humana como un teatro donde cada persona representa un
papel desde el nacimiento hasta la muerte. No es un tema original porque fue
motivo de reflexión para filósofos de la antigüedad clásica, Platón y Séneca
entre otros, pero el genial dramaturgo español consiguió llevarlo a su
máxima expresión literaria. Muchos de los personajes de la obra son alegóricos
y los dos principales son el Autor de Comedias (Dios) y el Mundo
como director que reparte papeles a los distintos personajes, unos simbólicos
como la Discreción, la Ley o la Hermosura, y otros más
reales como el Rey, el Rico, el Pobre o el Labrador, siendo este último el contrapunto cómico de los primeros, capaz en cierto sentido de aligerar el drama. Acorde con el espíritu
contrarreformista que inspira toda la
obra, se llega al desenlace con el
reparto de premios o castigos a los protagonistas por parte del Autor, bien
sean goces celestiales, purgatorios o penas infernales, para terminar en un himno
de alabanza a la Eucaristía, el Tamtum ergo.
Es una pieza teatral
escrita en verso pero, estando destinada al pueblo llano, no abunda en los recursos
estilísticos propios del Barroco español tan propenso a metáforas, alusiones
mitológicas y cultismos. Por esa razón los diálogos cortos y los extensos
monólogos de los personajes, que me parecieron respetuosos con el texto
original, fueron fácilmente entendibles por los espectadores, a lo que también
ayudó la brillante declamación de los actores basada en una
dicción limpia y clara. Respecto de
estos últimos, señalar que mostraron una
gran profesionalidad pese a ser
aficionados. Y es que la compañía teatral Mira de Amescua cuenta
ya con una dilatada experiencia en su labor de revitalizar los autos
sacramentales y éste en particular.
El público en general
quedó muy satisfecho con la obra, más aún si consideramos que no es de
frecuente representación. El único aspecto negativo fue un gélido viento
primaveral que pilló desprevenido a un público con ropa veraniega e impuso
limitaciones en los decorados, restringidos a unos pocos elementos
esenciales.Muchos espectadores aguantamos hasta el final aunque estuvimos
tentados de abandonar el Gran Teatro del Mundo haciendo mutis por las
salidas naturales del pequeño teatro de la plaza. Nuestra estoica resistencia
mereció la pena.
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