viernes, 5 de abril de 2019

RESURRECCIÓN Y CORPUS - LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ. R. Garay - J. Haydn


Se acerca la Semana Santa y, como en años anteriores, las distintas agrupaciones musicales de nuestra ciudad se afanan en programar conciertos, amparados en el patrocinio de distintas instituciones culturales. Es una buena costumbre que esperemos se convierta en tradición. Menudean pues en esta época las audiciones de Misas de Réquiem, versiones del Stabat Mater y otras piezas de música sacra.
         En esta semana hemos asistido a uno de esos conciertos, organizado por la Universidad, que me ha sorprendido gratamente por un programa original en cuanto a las piezas interpretadas, bien diseñado en la oportuna selección de compositores y muy esmerado en la presentación del evento. En la parte coral ha sido interpretado por el Coro de la Universidad de Jaén apoyado por el Coro Santo Reino y en la parte instrumental por la Ensemble de la Orquesta de la misma universidad, un cuarteto de cuerda integrado por dos violines, viola y violonchelo.
         Un acierto ha sido el integrar a dos compositores, muy diferenciados en cuanto a notoriedad, pero coetáneos y unidos por un mismo estilo, el clasicismo. El primero es Joseph Haydn (1732-1809), máximo representante, junto a Mozart, del periodo clásico. Conocido como el padre de la sinfonía y del cuarteto de cuerda por sus aportaciones en ambos géneros. El segundo es uno de los compositores más desconocidos de la música española, el asturiano Ramón Garay (1761-1823) que fue durante 36 años maestro de capilla de la Catedral de Jaén y compuso aquí sus principales obras, principalmente música sacra, pero también diez sinfonías muy inspiradas por el compositor austriaco cuyas piezas musicales se habían difundido ampliamente por Europa, conocidas y admiradas por nuestro compositor local. Como otros músicos del XVIII, ha sido rescatado del olvido, en parte gracias a los trabajos de investigación de varios académicos de nuestra universidad. Fruto de ese esfuerzo son las dos piezas que se ejecutaron en la primera parte del programa, inéditas e interpretadas por vez primera en tiempos modernos.
         Eran dos secuencias de música sacra. La primera, Lauda Sion, compuesta para el domingo de Resurrección. La segunda, Victimae Paschali Laudes, para la fiesta del Corpus. La sequentia es un himno litúrgico que se cantaba entre el Gradual y el Evangelio. En principio precedía al Aleluya, que en la evolución de la composición musical terminó siendo recitado al final de la misma. Su estructura estaba basada en grupos de dos estrofas. En el caso de las secuencias de Garay, estuvieron cantadas por dos solistas, tenor y contratenor, a los que daban la réplica el coro y el acompañamiento instrumental del cuarteto de cuerda hasta finalizar con el Aleluya. La interpretación de los solistas y la agrupación coral fue notable. Me interesó sobre todo la del contratenor, la más aguda entre las voces masculinas, tanto que en el XVIII se encomendaba a los castrati porque se asimila a la de un niño o mujer. Actualmente no abundan los cantantes en esta tesitura y la interpretan habitualmente tenores. En fin, el contratenor tuvo una intervención destacada. A su lado la réplica del tenor en las estrofas sonaba por comparación como barítono.
         En la segunda parte se interpretó Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz (1787). Joseph Haydn era el músico de moda en esa época y su fama llegó hasta Cádiz. Es una obra de encargo hecho por el Oratorio de la Santa Cueva para ser interpretada en Viernes Santo. Fue compuesta originalmente para una pequeña orquesta, pero el autor hizo posteriormente otras dos versiones, una para coro y otra para cuarteto de cuerda, y esta última fue la interpretada en nuestro concierto.
La obra está precedida por una introducción y le siguen siete sonatas, correspondientes a las siete palabras interpretadas en un tempo lento (adagio, largo y grave) como corresponde al dramatismo y gravedad de las frases. Por contra, la composición termina con una pieza llamada El terremoto, expresión de la intervención divina del Padre tras la muerte de Cristo, que se interpreta de forma rápida e intensa (presto e con tutta la forza). La obra fue brillantemente interpretada por el primer violín, que representa la voz de las palabras, con el contrapunto y réplica del segundo violín y el refuerzo armónico de viola y violonchelo, en general todos con una destacada actuación. Cada una de las sonatas estuvo precedida por dos recitadores que, tras las palabras en latín, desde pater, dimite illis… hasta consummatum est…, recitaron poesías de poetas de nuestro Siglo de Oro, alusivas a las mismas. A esto me refería cuando hablaba de la esmerada presentación.
En resumen, un concierto original por ser obras inéditas o poco interpretadas, al menos en nuestra ciudad.

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