Uno de los
muchos incentivos de la lectura es la curiosidad, y su consecuencia más
inmediata el descubrimiento ocasional de alguna obra que nos sorprende, o de
escritores ocultos entre la infinita nómina de la literatura universal. El “boca
a boca” entre lectores, o los clubs de lectura, son decisivos para abrirnos
hacia nuevos horizontes literarios y encontrar, como ahora, una pequeña joya, y
una autora desconocida para mí. Un nuevo nombre que valorar y añadir al grupo
de los mejores.
Irène
Némirovsky (1903-1942) fue como un relámpago, breve e intenso,
en la literatura francesa de entreguerras. Hija de un banquero judío ucraniano
afincado en París tras la revolución rusa, fue una escritora precoz. Con sólo
26 años publicó su primera novela, David Golder (1929), que la introdujo
en los salones y el ambiente literario parisino. En el curso de 15 años
escribió otras tantas, muchas de las cuales quedaron inéditas y guardadas en
una maleta, porque la escritora, a pesar de su integración social y conversión
al catolicismo, fue víctima de las leyes raciales antisemitas del gobierno de
Vichy y tuvo un dramático final en el campo de Auschwitz en 1942. Por suerte
sus manuscritos fueron publicados de forma póstuma tras la guerra. La que es
considerada su obra cumbre, Suite francesa, fue descubierta de forma
casual y editada tardíamente en 2004.
El baile (1930) es una novela corta que cuenta la historia
de los Kampf, una familia de judíos alemanes súbitamente enriquecidos
por una jugada bursátil en plena crisis del 29. Como nuevos ricos ansían el
reconocimiento de la alta sociedad de París, y a tal efecto preparan un gran
banquete y baile que los introduzca en ese lujoso mundo, hasta ahora vetado
para ellos. La historia está narrada en tercera persona y enfocada directamente
a la protagonista principal, Antoinette, una adolescente de 14 años,
rebelde y enfrentada a la madre, que contempla los preparativos y se siente frustrada
porque le han prohibido la asistencia al magno acontecimiento. Un impulsivo
gesto de la joven, fruto de la venganza y de los celos, abocará a un absurdo y
dramático desenlace que revelará la debilidad de los lazos familiares.
La novela
es un ejemplo de concisión literaria al condensar en pocas páginas, y en un
estilo claro y directo, un profundo estudio psicológico de los personajes que
deja al descubierto sus carencias y pasiones. La soledad, la difícil evolución
a la vida adulta, el despertar al sexo de la hija. La vanidad mundana y el
egoísmo de los padres. La obra es también una aguda crítica de la alta
burguesía francesa, hipócrita y superficial, y de su afición a los títulos
nobiliarios. Con sólo repasar la biografía de la escritora podemos apreciar en
los Kampf bastantes coincidencias con su propia familia, sin que se
pueda inferir por eso el carácter autobiográfico del relato.
La trama se
desarrolla con trazos precisos y un buen equilibrio entre los diálogos, justos
y medidos, y cierta austeridad descriptiva. Los recursos de estilo literario
son escasos. Es una de esas obras en las que predomina el fondo sobre la forma,
pero eso no la desmerece en absoluto y el lector termina por agradecer ese ir
directamente al grano, al análisis psicológico y al perfecto retrato de una
época. En resumen, una buena novela que ha despertado mi atención hacia Irène
Némirovsky, por lo que me emplazo para leer en breve Suite francesa,
su obra más valorada por la crítica.
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